Desde que se trasladara a Alpedrete, en la sierra de Madrid, desde la cercana Villalba hace algunos años, Fernando Limón (@fernandolimon2) no ha hecho sino consolidar su propuesta de cocina alternativa de La Sopa Boba (Plaza de Guadarrama, 9. Alpedrete. Madrid), repleta de trampantojos y atrevimiento, que provoca cualquier cosa excepto el aburrimiento. Lo hemos comprobado hace pocas noches en su relajante terraza de verano (en la imagen), mientras huíamos de la caldera madrileña.
Cocina de autor tan creativa como sorprendente, quizá todavía en un envoltorio algo más pendiente de definición, pero resultado de la pasión de Fernando Limón por recorrer, al menos una vez al año, aquellas gastronomías internacionales dotadas de una mayor personalidad. El resultado es un mestizaje culinario a través de platos arriesgados y envueltos en sorpresas tanto de forma como de fondo. Cocina viajera y en permanente evolución, que lleva los excesos hasta un límite contenido y tampoco se contradice en exceso con el entorno.
Es el caso del bombón de aceituna y vermouth, del salmón salvaje de Alaska marinado y ahumado en cafetera (sí, en un pequeña cafetera roja de las de antaño), de las sardinas ahumadas y marinadas con guacamole (que se rematan en la mesa con su propio fuego), del jamón ibérico de atún rojo con glaseado de grasa de jamón ibérico (es decir, broma al cuadrado), de la morcilla de calamares en su tinta con huevo trufado (con un inquietante e impecable aspecto de morcilla de arroz o de sangre), de las vieiras envueltas en panceta ibérica (sí, como suena) con enoki y salsa de tamarindo, del ravioli de cococha con morro de cerdo ibérico y reducción de caldo de cocido (excelente y atrevido «mar y montaña»), y, claro, de la carrillera de atún rojo con katsobushi. Para terminar, regamos una maceta de chocolate con maracuyá. Una selección de una amplia carta que mejor acompañar con vinos pocos convencionales que protagonizan la bodega.
Cocina para gustos atrevidos dispuestos a dejarse sorprender, la del extremeño Fernando Limón (que se envuelve en un escenario donde se mezclan la comida callejera y el arte urbano que incluye grandes murales enológicos de Bansky) es el resultado de su formación, hace ya bastantes años en un clásico madrileño como Paulino, de algún stage en elBulli y en el Aula Chocovic con los hermanos Adrià y de ese viaje anual a los más lejanos confines (Vietnam, Perú, Japón, Australia..) que va enriqueciendo la propuesta. No es más plan para una noche de verano acercarse a la terraza de La Sopa Boba, en Alpedrete (a poco más de media hora del centro de Madrid y con diez grados menos que en el barrio de Salamanca) y mantener los ojos bien abiertos a lo que Fernando Limón nos propone en la mesa.