Esta taberna-vinoteca se encuentra en la histórica plaza del Conde de Barajas, un sorprendente oasis de tranquilidad y estética medieval en el corazón del Madrid de los Austrias, en la que despliega una interesante terraza. Su oferta está formada por tapas clásicas para compartir, siempre con acento castizo, y una estudiada carta de vinos compuesta por interesantes etiquetas de pequeños productores y una selección de 13 bodegas centenarias de Rioja, que se puede degustar también por copas.
En el centro de Madrid cuesta mucho encontrar un lugar tranquilo, espacioso y bonito. Pero aún quedan algunos rincones secretos: la plaza de Conde de Barajas es uno de ellos. Se trata de una plaza rectangular, a unos 50 metros del Arco de Cuchilleros, uno de los principales accesos a la Plaza Mayor. Los edificios que le dan forma, testigos de siglos de historia de la Villa y Corte desde la época medieval, custodian hoy un espacio arbolado y lleno de vida –los domingos, incluso, se instala una pequeña feria de pintores–.
En la fachada sur de la plaza, en el número 2, se erige uno de los edificios de viviendas más antiguos de Madrid, datado en los años 60 del siglo XVII. Conserva las características arquitectónicas típicas del Siglo de Oro, con tres alturas más una en semisótano –en la que antaño trabajaba el servicio– y una fachada sencilla, con ventanales en la base de mampostería y pequeños balcones en los dos pisos superiores. En el local de la planta calle, antiguamente ocupado por el Café del Conde de Barajas, acaba de inaugurarse en diciembre La Botijería, un concepto que se sustenta en dos pilares: el vino y las tapas para compartir.
TAPAS PARA COMPARTIR, TORTILLAS Y VINOS POR COPAS
Perteneciente al Grupo Mambo –artífice de otros tres establecimientos en la misma zona: Taste Gallery, Antigua Casa de la Paella y Cubiertos de Gloria–, la taberna La Botijería es continuadora de una filosofía honesta que pretende devolver al centro de Madrid el estilo tradicional castizo y la calidad gastronómica que nunca debieron marcharse. Su oferta está protagonizada por las tapas para compartir, con sabores tradicionales y un punto moderno que se traduce en presentaciones cuidadas y ciertas reminiscencias de street food pero a la española. En la carta se proponen unos crujientes spring rolls de rabo de toro, empanadillas de callos, empanadita gallega de bacalao o de carrilleras y piñones (al horno, servida con una comporta de ajo y manzana), ensalada de tres tomates aliñados (rosa crudo, asado y seco), gambones al ajillo, croquetas (de jamón o de cocido) y taquitos de sepia con patata y alioli, entre otras raciones. La especialidad de la casa es la tortilla de patatas, elaborada al momento al gusto del comensal: poco hecha o al punto, pero siempre jugosísima. Se ofrece clásica (con o sin cebolla) o rellena: de rabo de toro, de chipirones en su tinta, de callos a la madrileña, de cocido o de bacalao. Como broche final, se puede pedir la tabla de quesos con dulce de membrillo casero o uno de sus vinos dulces.
El segundo pilar de La Botijería lo representa el vino. Su bodega, seleccionada por el sumiller Juvenal Ventosa, cuenta con más de una veintena de referencias, entre tintos, rosados, blancos y cavas, en un recorrido por las D.O. de toda España. En continua rotación, la carta de vinos va incluyendo las novedades más apetecibles que salen al mercado, como joyas de pequeño productor o bodegas y denominaciones poco conocidas. Además, contiene un capítulo dedicado a trece bodegas centenarias de Rioja (como Cvne, Marqués de Riscal, Paternina o Azpilicueta), de las cuales se irán presentando diferentes vinos, con posibilidad también de tomarlos por copas y a precios asequibles (desde 3 euros; los reserva, de 4,50 a 5 euros).
UNA TERRAZA CON ENCANTO EN EL CORAZÓN DE MADRID
La distribución interior del local, de techo abovedado y ladrillo visto, recuerda un clásico mesón y nos transporta a otros tiempos –en sus paredes se ha conservado, incluso, parte de la antigua muralla de piedra de Madrid–. Una barra de tapeo recibe al cliente; en el salón que le sigue, junto a los ventanales, dispone de siete mesas de carácter igualmente informal. La decoración es ya una declaración de intenciones: las paredes están cubiertas con un papel que emula etiquetas de vino; del techo cuelga una singular lámpara formada por los tonos de blancos, rosados y tintos; y detalles como botijos, damajuanas, botellas tamaño magnum y sifones antiguos le dan un ambiente único. Pero la gran joya de La Botijería es su envidiable terraza en la plaza del Conde de Barajas, actual, amplia (tiene capacidad para un centenar de clientes) y acondicionada tanto para invierno como para verano (con calefactores y difusores refrescantes, respectivamente). Con horario ininterrumpido, en ella se puede pedir la misma carta que en el interior, tanto de vinos como de raciones.
UNA PLAZA HISTÓRICA EN EL MADRID DE LOS AUSTRIAS
En el siglo XV, el noble Ruy Sánchez Zapata mandó levantar en esta plaza su casa-palacio. Su familia, originaria del Reino de Aragón, llegó a tener gran influencia en la corte, hasta el punto de que en 1572 Felipe II otorgó el título de Conde de Barajas a su descendiente Francisco Zapata y Cisneros. En un plano del Madrid de 1656, la plaza ya aparece con su actual denominación. En uno de sus edificios residió el general Espartero –el Príncipe de Vergara– y en otro su sede el eclesiástico Tribunal de la Cruzada. Ya en el siglo XX, en el número 3 vivió la filósofa y escritora María Zambrano; y, en 1933, se abrieron los estudios cinematográficos Cinearte, uno de los primeros con sonido de España, escenario de montajes y rodajes míticos –como las escenas con las que arranca ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, de Pedro Almodóvar–.