Decía el escritor Victor Hugo que “la melancolía es la felicidad de estar triste”. Lo cierto es que cuando nos sentimos melancólicos nuestro estado de ánimo suele asociarse a la tristeza, aunque lo que estamos recordando sean buenos momentos del pasado, especialmente en Otoño que regresamos de los largos y felices días del verano. La melancolía sin memoria no es posible. Es un sentimiento que nos recuerda que nos falta algo, que estuvo ahí, que era bueno para nosotros, pero que ya no podemos recuperar.
Por Efa Rimoldi
“Si el miedo y la tristeza se alargan en el tiempo, degenera en melancolía» Hipócrates
El otoño ha ganado cierta “mala reputación” como la estación más melancólica del año. Más allá de las hojas caídas, es cierto que muchas personas se sienten más desanimadas tras la despedida del verano. La merma de la luz solar y la llegada del frío, de hecho, pueden impactar negativamente en nuestro estado de ánimo. La palabra otoño deriva del latín: “autumnus”, y ésa a su vez de la composición de “auctus” (auge) y “annus” (año). … que podríamos interpretarlo como «que llega la plenitud del año», tal vez proviene de observar que la vegetación ya está en el final de su ciclo.
«Los estudios muestran que la gente es más feliz, más enérgica y menos propensa a enfermar en los días largos y luminosos de verano, mientras que su humor tiende a rebajarse -y los estados de ansiedad y depresión a intensificarse- durante los días más cortos y grises del invierno», explica Mayer Hillman, profesor emérito de la Universidad de Westminster (Reino Unido), en el último número de la revista “British Medical Journal”.
Un tópico en la literatura antigua
La melancolía apareció como tópico de la literatura antigua mucho antes de ser un asunto de interés médico o filosófico. Sófocles y Aristófanes la mencionan para referirse a algunos de los personajes de sus obras, pero fueron Esquilo y Eurípides quienes dieron vida a uno de los famosos y estudiados en la historia de Occidente. Orestes, hijo de Agamenón y de Clitemnestra, es quien inaugura así la historia de los grandes héroes trágicos de la melancolía occidental. La historia va más o menos así. Tras haber ejecutado la orden de Apolo de asesinar a su madre y a su amante Egisto, para vengar la muerte de su padre, Orestes recibe el castigo de las Furias por su horrendo crimen. Electra, preocupada y dolida por su hermano, narra al público que hace seis días que murió su madre, y cómo desde entonces Orestes ha caído presa de “una feroz enfermedad” que lo lleva de la absoluta tristeza a horribles ataques de furia y locura.
Tristeza y melancolía en otoño
El psicoanalista Sigmund Freud, en su trabajo “Duelo y Melancolía”, consideraba que, a partir del momento en que la melancolía se instalaba de manera permanente en un individuo, se transformaba en una patología, pues impide el normal desarrollo de las actividades cotidianas, dificultando la vida a nivel social, laboral y productivo. Freud fue la primera persona en usar la melancolía para describir la depresión.
Una de las principales características de la melancolía es la “anhedonia”, cuyas consecuencias son la pérdida de placer, la incapacidad de disfrutar, se reduce a aspectos concretos, como el apetito por la comida, las relaciones sexuales, sociales, actividades de ocio que antes si resultaban placenteras. Por ejemplo, si un jugador de baloncesto ya no siente emoción si su equipo gana, estaría experimentando anhedonia. Y, desde el punto de vista gastronómico, no disfrutar del placer de la comida sería otro claro ejemplo.
El arte, el pensamiento y la literatura siempre han abordado la melancolía. Como alegoría suprema, por ejemplo el ángel melancólico de Durero y el tratado “Anatomía de la Melancolía” (1621), donde Robert Burton reflexiona sobre las distintas expresiones de melancolía, una minucioso examen de un rasgo propio de numerosos temperamentos humanos que, vinculados a veces al genio y otras a la locura.
En suma, encontramos en sus enumeraciones todas aquellas patologías que hoy, en términos de la medicina contemporánea, son atribuibles al estrés. Para Burton, esta dolencia se encuentra por doquier y la padece, de alguna manera, toda la sociedad. El mundo está «trastornado» y todos somos de alguna manera, melancólicos.
La melancolía nos contacta con un sentido de pertenencia perdido. La inercia masiva es de sólo ser feliz y eufórico sin que podamos mirar hacia adentro y comprender la sabiduría profunda del cambio para sanar. Desde ORIGEN nuestra propuesta es, abrazar la melancolía, atravesarla ……y, ¿por qué no? disfrutar de la felicidad de estar triste, como decía Vistor Hugo. Y, aún entre brumas, no dejar de poner en funcionamiento todos los sentidos cuando vivamos cualquier experiencia gastronómica.