El cerebro multiplica las entradas sensoriales que recibimos y trabaja con todas ellas de manera sinérgica. Es decir, mientras comemos, nuestro cerebro construye la percepción del sabor a través de un ejercicio que implica a todos los sentidos: la vista, el tacto, el oído, el gusto y el olfato. Recopila todas estas informaciones, añade recuerdos, situaciones vividas y otras informaciones procesadas y acaba influyendo, inconscientemente, en las múltiples decisiones nutricionales que tomamos cada día.
Entre la alimentación y las emociones existe un complejo vínculo. Tal es así que se denomina con frecuencia a nuestro intestino como nuestro segundo cerebro, pues todo lo que comemos puede tener su causa en las emociones y de igual manera, nuestra dieta puede condicionar nuestro estado anímico y emocional. Otra prueba de que las emociones afectan nuestra dieta es el hecho de que cuando estamos tristes muchas veces comemos ciertos tipos de alimentos: chocolate, helados… o cuando comemos con nervios, la comida nos cae mal. Durante el estudio de las emociones en la conducta alimentaria, se ha identificado que los comedores emocionales incrementan el consumo de los alimentos en respuesta a emociones desagradables; en cambio, los comedores no emocionales no modifican sus niveles de consumo o incluso lo restringen (Schachter, Goldman & Gordon, 1968).
¿Qué es el hambre emocional?
El hambre emocional es un estado en el que los individuos comen obedeciendo a una compulsión, no por necesidad real de ingerir alimento. No se trata de un hambre o apetito real, el que nos alerta de que nuestro cuerpo necesita recursos nutricionales que le proporcionen energía. Se trata de, básicamente, comer por comer. Es un trastorno alimenticio relacionado con los conflictos anímicos y las emociones y con el hecho de no ser capaces de gestionarlas adecuadamente. Normalmente suele ocurrir cuando sufrimos estrés, ansiedad, una fuerte sensación de tristeza o, incluso, depresión. Pero también es posible tener este tipo de relación con la comida por mero aburrimiento: por concebir el hecho de comer como una actividad capaz de llenar un vacío.
Comer es mucho más que alimentarse, es una experiencia sensorial. La neurogastronomía tiene mucho que contarnos al respecto. Por ejemplo, la serotonina es un neurotransmisor que interviene en la transmisión de mensajes al cerebro, además de estar conectado con el estado de ánimo y el apetito. Esta se produce a partir de un aminoácido llamado triptófano, que se consigue solo a través de la comida, por ejemplo con el pescado, la leche, los huevos o las habas de soja. Estas sustancias tienen una función importante en nuestro sistema nervioso ya que presiden el equilibrio de otros elementos como la dopamina y la noradrenalina; la combinación de estos neurotransmisores determina la aparición de sentimientos y por eso, un buen equilibrio puede significar un mayor control sobre ellos.
La Sociedad Quimica Americana ha revelado que el sabor de ciertos alimentos presenta similitudes químicas con el ácido valproico, un fármaco empleado para tratar los cambios de humor de las personas que sufren trastorno bipolar o epilepsia, por lo que su consumo afectaría al estado de ánimo y podría ayudar a estabilizarlo. En la investigación que ha detectado estas semejanzas se analizó la estructura química de más de 1.700 sabores de alimentos –utilizando técnicas informáticas que sirven para resolver problemas químicos– con el fin de comprobar las similitudes que presentaban estos con medicamentos antidepresivos que se utilizan en la actualidad en el tratamiento a los pacientes con este tipo de enfermedades.
Karina Martínez Mayorga, química de la Universidad Nacional Autónoma de México, ha explicado que ya habían observado que el chocolate y los alimentos ricos en ácidos grasos Omega 3 tenían una acción beneficiosa sobre el estado de ánimo de las personas que los consumen.
Evitar la comida compulsiva
Realizar técnicas de relajación y respiración a partir del Mindfulness Eating es una muy buena herramienta para dejar de comer por comer y que cuando aparezcan las ganas de hacerlo de manera inapropiada se puedan calmar. Con dos o tres respiraciones es probable que no se coma tan compulsivamente. El primer paso es tomar consciencia y aprender a distinguir desde donde estoy comiendo. Venimos de dos años con alto grado de angustia y malestar significativo, pues la pandemia trajo de la mano la sensación de negatividad y hostilidad. Por eso, desde ORIGEN queremos proponer el gran antídoto: el deporte al aire libre.
Los acontecimientos que acaecen en nuestra vida cotidiana, aquellos que son exógenos a nosotros, solo podemos observarlos y elegir como respondemos a ellos. Nuestra libertad está en elegir-saborear nuestras acciones. Es importante aprender a “hackear” nuestro propio cerebro y un muy buen entrenamiento es tomar consciencia de nuestra forma de comer y disfrute de saborear. Nuestra propuesta es influir en nuestras acciones; lo importante es regresar al camino, no importa las veces que nos salgamos de él. ¿Y tú estás SABOREANDO la vida hoy?
“Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio tenemos el poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta se encuentra nuestro crecimiento y nuestra libertad”. Viktor E. Frankl