Louis-Julien Petit dirige esta deliciosa comedia social sobre las barreras de los MENA (Menores Extranjeros no Acompañados) en Francia y cómo en la cocina encuentran un refugio gracias a la protagonista de la historia, Cathy Marie, una cocinera con hambre de éxito que se reencuentra con su vocación en un centro de acogida. Tras el éxito de Las Invisibles, el director francés vuelve a contar con Audrey Lamy para el papel protagonista, y en esta ocasión con el veterano François Cluzet (Intocable) con un personaje que da sentido a la película, pues él es la pieza que hace que todo gire. En la imagen, la protagonista junto a los menores extranjeros.
El próximo 17 de junio llega a los cines españoles La Brigada de la Cocina (2022, distribuida para España por Caramel Films –https://www.caramelfilms.es/– y Youplanet Pictures –https://youplanet.com/-), una emotiva comedia social con trasfondo gastronómico que ya cautiva en Francia. ¿Los ingredientes de su éxito?: la seguridad de una acertadísima Audrey Lamy (Las Invisibles (2018)) en el papel protagonista de Cathy Marie -con quien repite el director y guionista del film, Louis-Julien Petit (Siempre el mismo día (2011), Bienvenidos al norte (2008))-; la experiencia del exitoso François Cluzet (Intocable (2011)), cuya ‘conversión’ en el generoso Lorenzo Cardi no pasa desapercibida; el elenco de menores extranjeros contando sus emotivas historias reales; y un hilo conductor en torno a la gastronomía que atrapa.
La cocina, un personaje más
Cathy Marie es una talentosa chef de 40 años que cuando intenta abrir su propio restaurante gourmet se ve en la necesidad de aceptar un trabajo en la cafetería de un centro para jóvenes inmigrantes. Poco a poco, las habilidades de Cathy y su pasión por la cocina comienzan a cambiar la vida de los chicos, que también tienen mucho que enseñarle a ella: humildad, resiliencia… y los sabores de sus respectivos orígenes, las recetas de sus familias. A cambio, ella les lleva a su infancia a través del olor del romero, de palpar la tierra cultivando sus propios ingredientes, y de alimentos tan simples como la remolacha, con la que es capaz de hacer un plato de alta gastronomía. La cocina aquí no es solo el escenario principal, es un personaje más.
Louis-Julien Petit y su equipo de producción, guion y documentación, querían tratar un tema tan sensible en Francia como es el de los MENA (menores extranjeros no acompañados), jóvenes que llegan en busca de un futuro mejor y que si no logran una titulación antes de los 18, son repatriados. Por eso, los auténticos protagonistas de esta historia, con permiso de Lamy, son los chavales que se encuentran en el centro, que no son actores profesionales, sino una representación de los 300 menores que fueron entrevistados para la película. Sus relatos y sus miradas ponen el punto emotivo a la vez que sus sonrisas iluminan cada minuto de esta comedia social donde veremos a una reputada chef perder los papeles al pedir a sus improvisados stagiers que troceen una cebolla.
Aprendiz en la preparación de su personaje
El caso es que Audrey Lamy también fue aprendiz durante la preparación de su personaje: pasó varios meses en las cocinas de Apicius y Divellec, a las órdenes de Mathieu Pacaud y Christophe Villermet, y acabó siendo una más entre sus equipos profesionales -además de incapaz de quitarse el olor de pescado de las manos de tanto desespinar caballa…-. Su seguridad en el terreno sin duda se plasma en un film que tuvo todo tipo de accidentes climáticos y personales -como el talón roto de Cluzet- más allá de la pandemia, y aun así, el resultado es una delicia que merece la pena disfrutar de principio a fin.