Una apasionante apuesta vitivinícola por los orígenes de la quinta generación de una familia enraizada en el Penedès desde el siglo XVII. Su filosofía es poner en valor el terroir, la zona y la tradición, practicando una viticultura sostenible con la mínima intervención, que se refleja en sus vinos de producciones limitadas y elaborados solo con uvas de viñedos propios. Acaban de presentar en el restaurante madrileño Zalacaín sus excelentes vinos tranquilos y los icónicos cavas de Can Sala.
Vins Família Ferrer es una apasionante apuesta vitivinícola por los orígenes de una familia enraizada en el Penedès desde el siglo XVII. José María Ferrer, la quinta generación, inició en 2018 este proyecto con una vocación 100% familiar en La Freixeneda, con una mirada de respeto y amor por el territorio que se ha transmitido de generación en generación.
Como explica Ferrer, “volver al origen implica entender lo que nos ha traído hasta aquí y cómo tenemos que seguir. Nuestro propósito es conseguir que los vinos y cavas de la familia Ferrer expresen este origen, el de las viñas de altura de Mediona y su especial microclima”. Es por esta razón por la que solo vinifican una pequeña parte de las 200 hectáreas de la finca, seleccionando las mejores uvas, todas procedentes de sus viñedos propios, para elaborar sus vinos.
El proyecto se compone de tres bodegas. La Freixeneda es el corazón, la masía donde empezó la historia de la familia hace más de cuatrocientos años, y Can Sala, la bodega del siglo XIX origen de su Cava más especial. También cuenta con una ilusionante iniciativa en la DOQ. Priorat que parte de una finca de 13 hectáreas en Bellmunt del Priorat, en la que se encuentran viñedos 100% ecológicos, plantados con las variedades autóctonas Garnacha Tinta, Cariñena y Garnacha Blanca, donde elaboran su icónico Vino de Finca, Prior Terrae.
La Freixeneda, el lugar donde todo empezó
La Freixeneda es la masía-bodega que data del 1616 y representa la esencia de Vins de la Família Ferrer. En esta propiedad de más de 200 hectáreas de viñedos y bosques, de singularidad única gracias a la diversidad de sus suelos (arcillosos, calcáreos y aluviales), se practica una viticultura sostenible de mínima intervención. Es aquí donde nacen los vinos tranquilos, tan singulares como únicos. El primer vino que elaboraron en la bodega es Josep Ferrer, un homenaje al patriarca de la familia, un coupage de Garnacha tinta y Cabernet Sauvignon. Esta última se somete a un proceso de pasificación (deshidratación) en una cámara frigorífica para lograr una gran concentración de sabores y aromas. La crianza en bodega es de un mínimo de cuatro años en bota de roble sin tostar. Se presenta en botellas con tapón de cristal, buscando una hermeticidad para lograr mantener las características del embotellado y procurando una evolución lenta y paulatina.
El proyecto ha ido creciendo con nuevas referencias, una trilogía de monovarietales, que se han unido a su vino tinto inicial. Costers de L’Ànima, Pinot Noir con crianza de casi 12 meses en barrica nueva de roble francés; Camí de Sagraments, Xarel·lo con una crianza con sus lías durante más de 12 meses en acero inoxidable, y Cau dels Penitents, Macabeo fermentado en barricas de acacia.
Los cavas de Can Sala
La propiedad de Can Sala, del siglo XIX, fue la casa que vio crecer a la matriarca de los Ferrer, Dolors Sala, cofundadora de Freixenet, madre de José Ferrer Sala; y el histórico lugar donde se elaboró la primera botella de Freixenet en 1914. Actualmente en ella se elaboran sus Cavas de Paraje Calificado Can Sala, un romántico homenaje a Dolors Sala y a la historia familiar.
Según José María Ferrer, este cava es su respuesta personal a una deuda histórica. Lo entiende como “un proyecto inspirado en el sentimiento de gratitud hacia aquellas personas que hicieron posible el nacimiento de nuestra empresa. Un regreso a los orígenes. Al lugar donde mis padres, junto a mis abuelos, elaboraron las primeras botellas de Freixenet. Todo empezó en Casa Sala hace más de cien años”. Can Sala es Mediona en esencia, con unos singulares parajes situados
entre los 350 y los 715 metros sobre el nivel del mar; un homenaje y una reivindicación a los rasgos más especiales de esta tierra.
Los Cavas de Paraje Calificado Can Sala, (excelentes los de 2005 y 2008, y con una deslumbrante juventud) que ha cosechado grandes distinciones internacionales, y Vinyes de Can Sala. Can Sala cuenta con un mínimo de 120 y 72 meses, respectivamente, de crianza en rima. Solo se elaboran en añadas seleccionadas y la producción está entre las 10.000 y las 15.000 botellas dependiendo de la cosecha. Son espumosos de larga crianza que destacan por su personalidad, por una elaboración basada en el estricto método tradicional de segunda fermentación en botella y por el respeto por las cosas bien hechas, lo que han aprendido de sus antepasados.