El próximo mes de febrero, ORIGEN cumplirá veinte años desde que tuvimos la idea en la editorial Eumedia de crear una revista que se preocupara de la defensa del medio rural y de la singularidad territorial a través de la máxima calidad agroalimentaria.
Por Eugenio Occhialini
Esta ha sido siempre nuestra única intención y a lo largo de 125 números hemos puesto en página (e incorporado al mundo digital) a los protagonistas de historias espléndidas, autores de materias primas que han enriquecido nuestras despensas y nuestros recetarios y, sobre todo, las de los mejores chefs repartidos por todo el panorama nacional.
A veces no es fácil defender este nivel de excelencia, cuando la cesta de la compra se pone por las nubes, cuando las repercusiones cruzadas de una reciente pandemia, de la sequía, o de las guerras que asolan el mundo, con Ucrania y Gaza, a la cabeza han disparado los precios de alimentos esenciales a cifras casi insoportables para muchas familias.
Aceite de oliva, artículo casi de lujo
Precisamente traemos a nuestra portada al aceite de oliva, un alimento esencial en la Dieta Mediterránea, convertido súbitamente en artículo casi de lujo como resultado de todo lo anterior y, sobre todo, de dos campañas pésimas, que han generado una inflación cercana al 40 por 100. El Aove, algo más moderado, se ha disparado también en un 21 por 100.
Pero no es solo el oro verde, puesto que según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) en su Estudio de Supermercados, los consumidores han tenido que afrontar una subida conjunta, de todos los alimentos, superior al 30 por 100 en los últimos dos años.
El azúcar ha batido todos los récords, con un incremento del 65 por 100 en un año. Seguramente una buena noticia para quienes lo consideran el principal responsable de los déficits nutricionales de nuestra población, pero también han aumentado su precio de manera desaforada, por encima del 30 por 100, la leche condensada, las zanahorias, las cebollas o el arroz.
Una pésima consecuencia de esta subida de los precios es que en muchos hogares se ha reducido la adquisición de productos frescos, sustituidos por otros elaborados a mejor precio, lo que ya a corto plazo puede afectar, sin duda, a la calidad nutricional de una dieta como la nuestra, muy cuestionada, por diferentes motivos, en los últimos tiempos.
¿Y qué podemos hacer? Sin lugar a dudas, insistir en nuestro discurso. En el mercado sigue existiendo calidad a precios razonables, sobre todo si dedicamos tiempo a una búsqueda esencial, porque está directamente vinculada con nuestra salud y nuestra calidad de vida. Por eso, necesitamos estar muy bien informados.
Saber qué es lo que realmente comemos
Las propuestas con buena relación calidad-precio continúan siendo numerosas, si compramos sin prisas, si dedicamos tiempo a analizar qué es realmente lo que comemos, de dónde procede, quién y cómo lo elabora, por qué viene de este lugar y no de este otro.
El mundo rural es el que nos da la vida y sus productores, un componente esencial en los complejos engranajes sociales. Gracias a ellos existimos y podemos lanzar un mensaje de esperanza a nuestros descendientes. Lo triste es que parece que solo nos damos cuenta de esto en tiempos de dificultades.
Pero tanto las crisis actuales como las que están por venir nos obligan a ser mucho más respetuosos con la tierra, de donde realmente emana todo. Y a comprender que producir alimentos únicos no es una tarea fácil, que el prestigio de la despensa y la cocina española se basa en la labor de miles y miles de personas en el medio rural y marino.
Intermediarios aparte, la labor de los buenos productores merece unos precios justos. Y nuestro deseo de futuro es seguir difundiendo su discurso de diferenciación, calidad y sostenibilidad.