Es una variedad tinta, autóctona de Galicia, donde está presente en las zonas de Ribeira Sacra, Rías Baixas, Valdeorras y Ribeiro. Ofrece racimos de tamaño mediano, no muy compactos, con bayas de tamaño medio, forma elíptica, de color violeta, piel gruesa y pulpa blanda y muy jugosa. Permite la obtención de mostos con alto contenido en azúcares, aromáticos y con cuerpo.
El paisaje de montaña de la Ribeira Sacra, con las laderas aterrazadas hasta el mismo borde del río Sil, y repletas de vides, no es algo novedoso en esta parte de Galicia. En algunos lugares se han roturado nuevas tierras para aumentar las plantaciones pero si nos fijamos bien en las zonas que ahora ocupan los montes, también ahí hubo socalcos, terrazas de piedra. Y la variedad de vid que cubría estos terrenos era, mayoritariamente, la Brancellao. Hablamos de hace muchos siglos, claro, cuando los monjes eran quienes más sabían de vino y los que más elaboraban. Con el tiempo, no solo la vid fue perdiendo territorio, sino que, como ocurrió en otras muchas partes, se fueron sustituyendo las variedades de siempre, locales, por otras tal vez más productivas o que interesaban por diversos motivos. La Brancellao, de baja productividad, fue una de las primeras en estar en el punto de mira. La filoxera acabó de rematarla, pues después de la plaga prácticamente pasó al olvido.
Por eso, hoy es una variedad bastante escasa que intenta recuperarse poco a poco siguiendo la tendencia vitivinícola de esta zona desde hace tiempo de elaborar vinos con entidad propia, utilizando uvas autóctonas. Y para eso, la Brancellao es perfecta. Es una variedad muy interesante, que da vinos muy finos, con alto grado alcohólico, manteniendo la acidez y con gran riqueza de aromas de frutos rojos, especiados, balsámicos y de hierbas aromáticas y notas minerales procedentes de los suelos de pizarra. Los vinos varietales son muy estructurados pero, tradicionalmente, esta uva se ha utilizado básicamente para complementar a otras. Su alto contenido en azúcares produce vinos muy aromáticos, con cuerpo, grasos y untuosos, por lo que se consideraba perfecta para suplir posibles carencias de otros vinos procedentes de variedades más productivas.
Pero algunos bodegueros supieron ver el potencial que tenían los monovarietales de Brancellao y se empeñaron en recuperar la variedad, tan maltratada e incomprendida a lo largo de la historia. Y no es algo fácil, pues, debido a su sensibilidad a diferentes enfermedades, sobre todo al oídio (muy presente en la zona) y al mildiu, su cultivo resulta arduo y dificultoso.
Rarezas junto al Sil
Al tratarse de una variedad antigua, está bastante diseminada, por lo que también se le ha ido dando diversos nombres, casi todos ellos derivados de la misma raíz. Así, además de Brancellao, podemos encontrarla como Brancello, Brancellán, Brencello… En esos casos la cosa está clara, pero hay algo más de duda con una rama llamada Albarello. Hay quien considera que es una sinonimia más y que ambas cepas son la misma, pero los estudios llevados a cabo recientemente parecen deducir que, en realidad, podría tratarse de clones procedentes de una misma cepa madre que evolucionaron de manera independiente determinando así las pequeñas diferencias entre ellas. Esas diferencias afectan sobre todo a la hoja, al pámpano, y, en menor medida a las bayas.
El estudio y la recuperación de viñas viejas de Brancellao ha llevado consigo también el interés por elaborar monovarietales, pues ya decimos que estos vinos son muy atractivos por su complejidad, delicadeza e intensidad, donde se mezclan las notas afrutadas con la mineralidad, el frescor atlántico con la madurez. Es verdad que aún hoy no encontramos muchas bodegas que elaboren estos vinos varietales, pero los ejemplares presentes en el mercado tienen una excelente acogida y demanda.
Una de estas rarezas es el Brancellao Algueira, de Adega Algueira (Lugo), el proyecto de viticultura de Fernando González en Ribeira Sacra que, desde los años ochenta, apuesta por la recuperación de viñedos abandonados y por las variedades autóctonas, por los ciclos naturales de la vid y la tipicidad. Es un vino procedente de cepas viejas que crecen en parajes asombrosos, calificados de viticultura heroica, cuya uva se pisa, a la manera tradicional, y pasa a una etapa de crianza. La Brancellao tiene muy poco contenido polifenólico por lo que las crianzas son todo un reto. Por eso, casi todos los que forman parte de la viticultura de hoy en día siguen reproduciendo el esquema antiguo, usándolos para complementar a otros, pero siempre habrá verdaderos apasionados que quieran ir más allá. Hay mucho que agradecerles.
FERNANDO GONZÁLEZ
Bodeguero
Adega Algueira (Doade, Lugo, Galicia)
¿Desde cuándo cultiváis esta variedad? Empezamos en 2000 con 300 cepas y vamos aumentando cada año la producción. Este año ya tenemos unas 6.000 botellas y seguimos ampliando cada año la cosecha.
En Galicia hay más de 60 variedades de uvas autóctonas. ¿Por qué decidisteis apostar por ella? Apostamos por la Brancellao por el mismo motivo por el que apostamos por otras variedades autóctonas como la Merenzao, Caíño o Sousón. En el caso concreto de la Brancellao fue quizás por su identidad, longevidad y, especialmente, su diferenciación, pues se trata de una uva olvidada con un potencial enorme para sorprender al consumidor.
¿Cuánto terreno tenéis dedicado a ella? Una hectárea y media, aunque cada año vamos aumentando la plantación.
¿Qué otras variedades autóctonas hay en vuestros viñedos? Mencía, Merenzao, Caíño, Sousón, Garnacha Tintorera, Godello, Treixadura, Albariño, Loureira y Caíño Blanco. Son variedades indígenas que cultivamos en diferentes zonas buscando diferentes climas y suelos dependiendo de cada vino, algo que podemos hacer en la Ribeira Sacra de manera notable por la enorme riqueza de influencia solar, orientaciones y suelos que tenemos en esta zona.
¿Es difícil de trabajar? ¿Necesita cuidados especiales? (suelo, clima, agua, luz, aireación, etc…) En esta zona la viticultura es difícil de por sí. Estamos en un lugar muy especial con pendientes que en algún punto alcanzan el 85% de inclinación, con suelos muy pobres que llevan a nuestras cepas al límite pero de las que después salen vinos únicos, diferentes y en creciente demanda. La uva Brancellao en concreto es de ciclo muy largo; de hecho, es una de las últimas que vendimiamos, y por lo tanto, es una de esas uvas de las que tenemos que estar pendientes hasta el final de la temporada, siendo además una uva muy poco productiva.
¿Cómo definirías los vinos elaborados con la Brancellao? Elegantes, frescos, complejos y longevos.
¿Cuál es su situación actual? ¿Está en retroceso? ¿En expansión? En nuestro caso, la producción de la uva está en continua expansión. Invertimos cada año gran cantidad de recursos en ampliar la plantación. Aquí el desarrollo es lento, no hay que olvidar que este mismo trabajo lo estamos haciendo por ejemplo con la Merenzao, otra uva de la que, a consecuencia de la incomprensión que recibió en el pasado, tenemos muy pocas cepas en la denominación. Algo similar sucede con la Brancellao que, a pesar de haber tenido un pasado glorioso en esta zona hace algunos siglos, también se priorizó el cultivo de otras variedades foráneas, provocando esta situación de presencia casi residual hasta hace unas décadas. Con trabajo y esfuerzo estamos devolviéndole el estatus que esta uva merece.
Vuestro vino Algueira Brancellao está elaborado pisando la uva, de manera ‘artesana’ podríamos decir. ¿Por qué decidisteis hacerlo así?
Porque hacemos una viticultura humana trabajando con las manos y los sentidos, y una vez en la bodega no queremos dejar el producto en manos de una máquina que no los tiene. Esa es la razón por la que intentamos mantener un proceso casi artesano a la hora de elaborar vinos en la bodega: no queremos arruinar un trabajo de viticultura sensible con elementos que carecen de ella. Intentamos que la maquinaria tenga el menor impacto posible en la bodega: aplicamos de nuevo las manos, los pies, y lo más importante, los sentidos.
¿Cómo responde el mercado ante vuestros vinos de Brancellao? ¿Se venden más dentro o fuera de España? Nosotros vendemos prácticamente la misma cantidad de botellas tanto dentro como fuera del mercado español. Como mencionaba, la producción es pequeña y no podemos satisfacer toda la demanda que tenemos de algunas referencias, como es el caso de la Brancellao. Tenemos que ser selectivos y organizar de la manera más ecuánime y cuidadosa posible la distribución. En España estamos en muchas de las mejores cartas de restaurantes de alto nivel, al igual que sucede en el extranjero, donde no buscan vinos por su calidad, ya que la lista de vinos excelentes es infinita, sino que buscan vinos con mucha diferenciación, reconocidos no por ser mejores o peores, sino diferentes.
¿Con qué nos recomiendas probar este vino Algueira Brancellao? Son vinos elegantes y transparentes que permiten maridar con platos sutiles y elegantes, sin tapar las cualidades de lo que estamos degustando. Normalmente no recomendamos a la gente que nos visita con qué maridar nuestros vinos, creemos que ese es un terreno muy subjetivo y lleno de matices. Esa quizás sea más una labor que delegamos en un buen sumiller. Nuestro trabajo es puramente la viticultura.