Por Patricia Magaña
Corría el año 1932 cuando Miguel Comenge, catedrático de Bioquímica y , Doctor y Académico Número de la Real Academia de Farmacia, escribió un libro que se convertiría en imprescindible para cualquier persona interesada por el mundo del vino: “La vid y los vinos españoles”. Este libro supuso un antes y un después para el sector vitivi
Para su aventura eligió a un amigo al joven ingeniero agrónomo, Rafael Cuerda, actual enólogo de la bodega quien, junto a la tercera generación de la familia, Álvaro Comenge, nos recibe nada más bajar de la furgoneta y nos conduce hacia un todoterreno con el que subiremos al Pago de los Ismas, al pie de una pinara desde la que se atisba la grandeza del paisaje del vino de la Ribera del Duero.
Un lugar único
Según nos explica Rafael, la bodega de encuentra en un enclave privilegiado para el cultivo de la vid, entre el castillo de Peñafiel y el de Curiel. “En el siglo XVI, Curiel de Duero era el pueblo más importante de la zona. De hecho, en la dedicatoria de Don Quijote de La Mancha, Miguel de Cervantes hace referencia al Duque de Béjar, señor de la Villa de Curiel, y ya se hablaba entonces de la calidad de los vinos de Curiel y Tordesillas”.
En este preciso lugar se establecieron diversas congregaciones religiosas para dedicarse al cultivo de la vid, y no es de extrañar, ya que, según el enólogo, “las laderas que rodean la bodega disfrutan de una capacidad importante de retención de agua, haciendo que las plantas aguanten muy bien la época estival”.
Si a esto le sumamos la fantástica ventilación natural de la que disfruta el valle y los cuidados de los que disfrutan todos los viñedos, certificados en ecológico, da lugar a una viña “seca, sana, aireada y bien iluminada, elementos clave porque, por muchas vueltas que le demos, para hacer vino de calidad lo que hace falta es uva sana y madura”, remarca Rafael Cuerda.
Investigación, clave de la diferenciación
Pero, además de las indudables ventajas geográficas, Bodegas Comenge se caracteriza por su incansable afán investigador, quizá fruto del ADN científico de la familia, que les ha llevado a conformar un equipo estable de I+D+i y a estar en contacto continuo con diversas instituciones y organismos, entre los que destaca la Universidad Po
“Nosotros estamos en Ribera del Duero y hacemos nuestros vinos con la uva Tempranillo que, al fin y al cabo, es lo mismo que hacen las bodegas que se encuentran a nuestro alrededor -explica el enólogo-. Viñas bien cuidadas, la misma zona, la misma variedad… Entonces nos dijimos, ¿cómo nos podemos diferenciar?”.
Encontraron la respuesta, como no podía ser de otro modo, en el estudio y la investigación, que les llevó a extraer y trabajar sus propias levaduras para la elaboración de sus vinos, aportándoles “acidez, frescura, complejidad, capacidad de envejecimiento, personalidad y un carácter único”.
La certificación en ecológico de todos los viñedos y una cuidada cosecha manual, en la que se eligen y despalillan los racimos uno a uno para seleccionar las mejores uvas, hacen el resto.
En la variedad está el gusto
“Aunque la bodega la fundó mi padre en 1999, nuestra primera cosecha fue en 2001 -explica Álvaro Comenge- y fundamentalmente trabajamos con Tempranillo, aunque también tenemos algunas hectáreas de Cabernet Sauvignon, Malbec y Albillo Mayor…, nos encontramos en fase de expansión, no solo de hectáreas sino de variedades”.
Actualmente elaboran 350.000 botellas, con el objetivo de llegar a producir en breve alrededor de medio millón de botellas de distintas referencias, como explica Rafael Cuerda: “Tenemos un blanco de Verdejo en Rueda, un blanco de guarda con la variedad Albillo Mayor que envejecemos durante un año, un clarete de parcela y una gama de tintos que varía en función de las parcelas”.
Así se consiguen referencias como Comenge Origen, un vino de alrededor de 14 meses de crianza en barrica; Familia Comenge, un muy equilibrado tinto del propio Pago de los Ismas envejecido entre 24 y 30 meses; Don Miguel Comenge, proveniente de una parcela de 2,7 hectáreas en Pesquera; o Carmen, un maravilloso clarete de Albillo Mayor y Tempranillo.
Por último, merece la pena destacar Jacobus, la marca paraguas que aglutina el fruto del estudio y las innovaciones que se llevan a cabo en la bodega. “Todo lo que vamos haciendo para mejorar la calidad siempre se refleja en un primer vino, que es Jacobus”, comenta orgulloso el enólogo. Jacobus es la punta de lanza de la innovación en la bodega, una prueba fehaciente de que el trabajo, la investigación y el desarrollo son la clave para diferenciarse, en la Ribera del Duero o en cualquier otro lugar del mundo.
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