Uno de cada tres alimentos termina en la basura. Aunque el despilfarro se produce en todos los eslabones de la cadena alimentaria, es en el hogar dónde el desperdicio es más importante. En los hogares españoles se tiran anualmente a la basura más de 1.300 millones de kilogramos/litros de alimentos, una media de 31 kilogramos/litros por persona.
La encuesta IRDA (Indice de Riesgo de Despilfarro de Alimentos) del Instituto Silestone, creada por la microbióloga Maite Pelayo, ofrece una radiografía del grado de riesgo del desperdicio alimentario en los hogares españoles. La encuesta se puede cumplimentar online en la página del Instituto Silestone. Los resultados se visualizan a modo de índice numérico englobado en tres tramos que valoran el grado de riesgo en bajo, medio y alto. Los participantes tienen también acceso a consejos prácticos para reducir el desperdicio alimentario a través de pequeños gestos cotidianos.
Durante los meses de marzo y abril, la encuesta ha sido contestada por más de 800 personas que han participado a través de los talleres sobre el despilfarro de alimentos, organizados por el Instituto Silestone, y a través de sus redes sociales (Facebook, Instagram). Los datos indican que más del 97% de los encuestados, del total de 823 personas, se sentían involucrados en las labores relacionadas con la gestión de los alimentos en sus hogares de los cuales, la tercera parte (33%) tenían un nivel de riesgo medio, es decir, aunque los hábitos de compra y gestión de alimentos en sus hogares no indican un gran despilfarro, probablemente estén ya tirando alimentos a la basura por lo que desde el instituto se les invita a incluir algunas acciones cotidianas para luchar contra el desperdicio. Por el contrario, dos terceras partes (67%) de los encuestados tenían un nivel bajo de riesgo de despilfarro realizando ya acciones que evitan que los alimentos acaben en la basura, aunque pueden ser intensificadas, mientras que ninguno de los encuestados mostraba un índice IRDA alto.
Ahorro económico y medioambiental
No despilfarrar alimentos supone un ahorro económico y medioambiental ya que tirar alimentos encarece el acceso a bienes de primera necesidad, lastra la eficiencia del sector productivo y su competitividad a la vez que malgasta recursos naturales limitados aumentando los residuos y el impacto ambiental. El despilfarro es además un problema de orden ético y moral, ya que que, según datos de la FAO, actualmente hay más 800 millones de personas que padecen hambre en el mundo, y otros 1.600 millones que tienen problemas de nutrición.