Mireia Torres, directora de Innovación y conocimiento de Familia Torres, rompe una lanza en favor de la investigación vitivinícola para afrontar el futuro, marcado por la crisis climática, y valorizar el vino español. En la cata de vinos experimentales que impartió en el Salón Gourmets de Madrid, incidió en la necesidad de “tener la mente abierta” en lo que a I+D+i se refiere y reclamó a la administración “más flexibilidad y facilidades para experimentar con variedades adaptadas al cambio climático, con el objetivo de compartir resultados y cohesionar esfuerzos”.
Cata inédita de vinos experimentales
Con estas palabras finalizaba una cata inédita de vinos experimentales en la que Mireia Torres, acompañada por el sommelier Sergi Castro, mostró las principales líneas de investigación en las que está trabajando Familia Torres. Cuatro proyectos enfocados a mejorar la calidad de los vinos, fomentar la biodiversidad y sostenibilidad y recuperar el patrimonio vitivinícola, a la vez que permiten abordar los retos actuales de la vitivinicultura.
La cata comenzó con el proyecto de identificación y caracterización de levaduras autóctonas, que Familia Torres inició en 2013 en algunas de sus fincas más emblemáticas, con el objetivo de potenciar la expresión del terruño en el vino y dotarlo de singularidad. Para ejemplificar esta línea de investigación, se cataron dos muestras de chardonnay 2018 procedentes de la finca de Milmanda, en la Conca de Barberà: una muestra con levaduras comerciales y otra con levaduras autóctonas en una combinación de levaduras Saccharomyces y no Saccharoyces seleccionadas de entre 95 colonias aisladas inicialmente y sometidas a estudio durante varios años.
Según Mireia Torres, a nivel analítico no hay grandes diferencias; éstas se perciben sobre todo en el momento de la cata. “Las levaduras autóctonas fomentan la expresividad del vino y lo dotan de un carácter diferencial, muy característico del viñedo. Hacen que el vino sea realmente único”, comentó. “Es un vino con una nariz y boca muy vivas, con mucha inmediatez, pero sin que esta potencia aromática afecte su longevidad”, añadió Sergi Castro. Este trabajo ya se ha cristalizado en el vino Milmanda 2018, que realiza parte de la fermentación con levaduras autóctonas.
Variedades ancestrales
Forcada 2019 fue el vino blanco elegido para mostrar el proyecto de recuperación de variedades ancestrales que inició Miguel A. Torres, actual presidente de Familia Torres, a principios de los años 80. La quinta generación reenfocó hace años este proyecto, no solo buscando el potencial enológico de las variedades recuperadas, que ya superan las 50, sino también su capacidad de adaptación al cambio climático, con maduraciones más prolongadas, pero manteniendo la acidez. Forcada es una variedad que reúne estos requisitos; es de ciclo largo, maduración tardía, muy expresiva y con una excelente acidez. Un vino que proviene del Alt Penedès y que sorprende por “el carácter atlántico a pesar de ser mediterráneo”, comentó el sommelier de Familia Torres.
Otra de las variedades ancestrales recuperadas, en este caso la tinta Moneu plantada en el Castell de la Bleda, en el Penedès, sirvió también para explicar la investigación que la bodega centenaria está llevando a cabo para elaborar vinos sin sulfitos añadidos. La experimentación se ha realizado con un Moneu 2020, vinificado en tinajas de 700 litros de capacidad, con la mínima intervención. Al tratarse de una variedad resistente y bien adaptada a la climatología del Penedès, este tipo de vinificación sin intervención ha permitido potenciar la expresión de la uva en el vino. Según Mireia Torres, “continuaremos desarrollando esta línea de trabajo hasta que consigamos garantizar la estabilidad de los vinos naturales y entonces será el momento de presentarlos al mercado”.
Variedades minoritarias
En la cata también se incluyeron dos vinos de variedades minoritarias, con las que Mireia Torres está experimentando: un Moscatel Rosado y un Petit Verdot. Aquí prioriza, como en el caso de las ancestrales, su singularidad y su capacidad de adaptarse el cambio climático. El Moscatel Rosado de Grano Pequeño 2019, cultivado en la finca Mas La Flassada en Tarragona, es una variante de la variedad más extendida, con un ciclo de maduración más largo, lo que la hace especialmente interesante de cara al cambio climático, además de ser un vino muy aromático y extremadamente fino y delicado al mismo tiempo.
El Petit Verdot es, de hecho, un proyecto de la bodega Jean Leon, que también dirige Mireia Torres. Esta es una variedad originaria de Burdeos muy poco frecuente en Catalunya, y también en España, que la bodega cultiva en su finca del Penedès desde 2006 y que puede ser muy interesante desde el punto de vista de cambio climático, ya que es de maduración tardía y da vinos de una gran calidad. Son vinos vivos, aromáticos, con taninos redondos, color vibrante y muy buena acidez. Jean Leon lanzará en breve al mercado un monovarietal de Petit Verdot de la añada 2020, que será el nuevo exponente de la gama de vinos experimentales que estrenó en 2015.
Concluía así la cata de vinos experimentales, con la que Familia Torres quiso poner de manifiesto su apuesta por la investigación y desarrollo en viticultura y enología, como parte de su esencia centrada en la excelencia y mejora constante. Para Mireia Torres, el I+D+i “es clave para mostrar todo el potencial del vino español y dotarlo de más valor” y por eso destacó la labor que realizan entidades como la Plataforma Tecnológica del Vino, con el apoyo de la OIVE, para fomentar la innovación abierta en el sector vitivinícola español.
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