El Pas de l’Estudiant nace de un viñedo homónimo, cuyo nombre proviene del camino que hacían a pie los niños de la Sierra de Almos hasta Capçanes para ir a la escuela, un trayecto de cinco kilómetros y medio. La finca, en período de restauración a su estado original de 1947, está ubicada en una pendiente de vértigo trabajada con bancales viejos de piedra seca y con fregaderos hechos a mano que evitan su erosión.
Josep Grau Viticultor amplía su gama de vinos con El Pas de l’Estudiant, un coupage de Garnacha Peluda y Cariñena que rinde homenaje a “uno de los parajes más impactantes y de gran belleza del Priorat”, en palabras del propio Josep Grau. El nombre del vino y de la viña, plantada en 1947, proviene del camino que cruza por la parte superior del viñedo y que hacían a diario a pie los niños de la Sierra de Almos hasta Capçanes para ir a la escuela (un trayecto de cinco kilómetros y medio).
Toda la viña está orientada al norte, a unos 320 metros de altitud, pero situada en una pendiente de vértigo trabajada con bancales viejos de piedra seca y con fregaderos hechos a mano que evitan su erosión, incluido en los temporales más severos: en la parte inferior se cultiva Garnacha Peluda y en las más altas, Cariñena. La ubicación tan próxima al Mediterráneo hace que esté expuesta a la luz no únicamente del sol, sino también del reflejo del mar.
A causa de un accidente del antiguo propietario hace cuarenta años, unas partes de la finca cayeron en estado de abandono y el bosque las absorbió. De hecho, solo 1,5 hectáreas de las cuatro que hay están en plena producción para trabajarlas. Uno de los compromisos de Josep Grau y de la bodega que dirige con la zona y el territorio pasa para recuperar el estado original que tenía el 1947.
La nevada de enero de 2021
El Pas de l’Estudiant 2021 está marcado por la gran nevada de principios de enero en la comarca. El frío extremo, que congeló la nieve durante dos semanas, saneó la viña y le dio a la planta una reserva hídrica, fundamental en esta zona a causa de las largas sequías. Asimismo, este fenómeno lleva también grandes noticias a la bodega, puesto que, “los años de grandes nevadas traen vinos con un componente mágico que los hace especiales”, señala Grau. Además, es un vino con mucho
carácter, gracias al suelo calcáreo-pedregoso que ve crecer la viña, la cual se trabaja totalmente de manera ecológica.
Gracias a la reserva de agua, la planta brotó con fuerza, tuvo una buena floración y un cuajado homogéneo y consistente. Además, los vientos también han sido favorables para el trabajo de la viña, puesto que ha permitido a la bodega hacer pocos tratamientos e intervenciones. El viento noroeste (mistral) sanea la viña con fuerza y el viento suroeste (garbí) aporta, en los meses de mayor sequía y calor, la humedad del mar, que es retenida por la composición del suelo. También
retiene la temperatura en el subsuelo de donde se alimentan las viejas raíces. De este modo, a mediados de septiembre se vendimia con una sanidad excelente.
Una vez llega a la bodega, se selecciona grano a grano para pasar después a fermentar en ánforas hechas de arcillas toscanas crudas. Allí fermenta durante 25 días con pequeños remontados a mano. Se realiza una extracción muy suave para mantener el carácter tan particular de la viña.
Posteriormente, el mosto se traslada a botas viejas de roble francés de 300 litros, donde realiza una crianza de 9 meses. Antes de salir al mercado, reposa unos meses en botella.
La nota de cata por Josep Grau
“En la copa, el vino muestra una presencia etérea que nos envuelve y nos llena de aromas, haciendo presente la fruta roja que nos recuerda las pequeñas cerezas del bosque que rodea la bodega. Poco a poco, el vino crece haciéndose absolutamente grande, con un equilibrio maravilloso. Es un vino puro, limpio y vibrante, que nos hace mantenernos atentos a su evolución en la copa y que despierta admiración en cada minuto que pasa, por su complejidad. En boca, tiene gran
profundidad, una cereza final que nos transmite la dimensión de su concentración, llena de finura”.
PVP: 38 €
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