Hasta el domingo 2 de marzo, Rocacho rinde homenaje a esta joya marina con una receta de angulas a la bilbaína (99 euros / 100 gramos), elaborada con el respeto que merece un producto en su punto álgido; una propuesta que exalta su pureza y lo deja brillar en su máxima expresión. Este fuera de carta se podrá disfrutar en Rocacho Padre Damián y en Rocacho Plaza, máximos referentes de la cocina de producto en la capital.
Desde tiempos inmemoriales, las angulas han sido un objeto de deseo en la alta gastronomía. Este tesoro esquivo, que serpentea con elegancia entre las corrientes de los ríos antes de alcanzar su madurez, encarna el alma de la cocina más exquisita. Su delicadeza, su textura sedosa y su sutil sabor marino las han convertido en una de las joyas más preciadas de la gastronomía. Preparadas con mimo, apenas rozadas por el fuego y realzadas con un toque de ajo y guindilla, despliegan una elegancia insuperable en el paladar. Su escasez y su condición de producto de temporada las elevan a la categoría de capricho exclusivo, reservado para los paladares más refinados y las mesas más exigentes. Y ahora, en plena temporada, este manjar irrumpe en la propuesta de uno de los templos gastronómicos de Madrid, Rocacho, que, fiel a su apuesta por el mejor producto, ofrece a sus comensales la posibilidad de disfrutar de unas angulas excepcionales fuera de carta.
Máximo referente de la gastronomía tradicional y de la materia prima más selecta en la capital, Rocacho celebra la temporada de angulas con una propuesta que ensalza su esencia en su máxima expresión. Hasta el domingo 2 de marzo, rinde tributo a este manjar marino con una de las recetas más icónicas de la cocina vasca: las angulas a la bilbaína (99 euros / 100 gramos). Un plato de culto, elaborado con la sencillez y el respeto que exige un producto de esta categoría, disponible fuera de carta durante un tiempo limitado. Esta oferta se puede disfrutar tanto en Rocacho de Padre Damián (Padre Damián, 38) como en Rocacho Plaza (Plaza Marqués de Salamanca, 9), la versión más informal de este exclusivo espacio, con la barra y el momento aperitivo como protagonistas.
Desde su apertura, Rocacho se ha convertido en uno de los mejores restaurantes de la capital por su servicio impecable, por el ambiente, por sus platos tradicionales y, por supuesto, por sus célebres brasas. El chef Jairo Soria y su equipo son los artífices de esta genialidad culinaria que tiene como eje el producto de temporada, siempre presente y protagonista de esas elaboraciones. Su carta se renueva siguiendo el cambio de estación, nutriéndose siempre de la mejor materia prima de estación, por calidad y por momento óptimo de consumo. Rocacho se ha consolidado como uno de los asadores modernos imprescindibles y una de las grandes mesas capitalinas. Pero este templo para carnívoros es, ante todo, un referente de la cocina tradicional de culto al producto y de la sencillez frente a la complejidad técnica, con la parrilla de carbón de encina como protagonista.
En su carta habitual, entrantes como los embutidos de El Capricho —cecina, chorizo y salchichón de buey—, el torrezno de Soria —crujiente y fileteado—, la ensaladilla, el bombón de txangurro, sus populares rocachos de bacalao o el pan bao de picaña. Sus huevos, de Cobardes y Gallinas, los presentan con puntilla y acompañados de carabineros, angulas o cecina y picadillo de buey. De la huerta llega su ensalada de tomate, la burrata rellena de pesto —con tomatitos asados y polvo de aceituna negra— o el carpaccio de carabineros y gamba roja. Además de la carne, su otro pilar son los arroces, con especialidades como la paella del señoret, el arroz negro, la paella de cigalas y alcachofas o el fideuá de marisco. Los pescados, llegados directamente de las mejores lonjas del país, también se someten al calor de las brasas, como el rodaballo, el pitxin, la merluza, el atún rojo o el bacalao. Los más carnívoros se pueden deleitar con la mejor selección de las carnes de El Capricho, tanto de buey como de vaca. Es conveniente además dejar hueco para los postres, especialmente para su tiramisú, un must de la casa que se prepara en mesa delante el comensal; junto a él una gran variedad de opciones, como la torrija de pan de leche, la tarta fina de manzana, el crumble de pera o la copa de arroz con leche.
La mejor compañía es la bodega de Rocacho, compuesta por más de 60 etiquetas procedentes de los mejores viñedos del país y algunas referencias foráneas, incluyendo una buena selección de champagnes. Además, cuenta con un apartado especial en la carta llamada Selección Rocacho, donde el comensal encontrará vinos de añadas especiales —calificadas como excelentes—. Además, en línea con su vocación de espacio de máximo hedonismo culinario, el restaurante cuenta con una selección de los destilados más exclusivos del mercado, que se ofrecen tanto por botellas como en vaso tipo old fashioned y en formato shot.
La otra casa de Rocacho está situada en el barrio de Salamanca. Ubicada en la plaza del Marqués de Salamanca, en Rocacho Plaza los clientes encuentran el Rocacho ‘de siempre’, pero con una cara más informal y con un gran protagonismo de la barra y el momento del aperitivo. Rocacho Plaza ofrece la misma oferta culinaria que el de Padre Damián, pero con una versión especial para el momento del picoteo, junto a las mejores carnes del mundo a la parrilla de carbón de encina y su capítulo de arroces de punto perfecto —ofrece también arroces y fideuás individuales en la barra—. Este amplísimo local cuenta además con tres terrazas —dos abiertas y una cerrada—, punto de encuentro infalible para los amantes del buen vivir, incluida una zona acondicionada para cócteles y copas de sobremesa.
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