St Germain propone una oferta única en Madrid de vinos de pequeños productores franceses, con una selección variada de Champagne, pero que también incluye otras regiones como Burdeos o Borgoña, y que varía a día a día, siempre a precios muy competitivos. La carta gastronómica incluye el mejor producto, tanto de Francia como de España, desde ostras a quesos, pasando por cecina de wagyu o tartas artesanas: son los ingredientes de una propuesta única en el barrio de Chamartín.
Un auténtico viaje por lo mejor de la gastronomía francesa a través de sus vinos y de sus bocados. Siempre de la mano de pequeños productores que ofrecen la mejor calidad. Esa es la propuesta de St Germain (Cochabamba, 21, Madrid), un wine bar con espíritu de bistró que propone vivir una gran experiencia para llevarse a casa un trozo de Francia. Y es que a este local se viene, sobre todo, a pasar un buen rato, según explican sus cuatro socios, Greg Helmer, Miguel Ángel Martínez, Fred Pernet y Sebastien Lemoine, todos ellos de origen francés, con una dilatada trayectoria en los ámbitos de la restauración y la distribución que les otorga una especial sensibilidad a sus clientes lo mejor de lo mejor tanto en vinos como en gastronomía francesa.
St Germain nació hace un año en el barrio madrileño de Chamartín y, en este tiempo, se ha asentado como un espacio único en la capital en el que disfrutar de lo mejor de los vinos y la gastronomía francesa. “Nuestra máxima es que todo lo que se beba y se coma aquí debe ser de la máxima calidad. A St Germain se viene a ser feliz”, comenta Miguel Ángel. St Germain ofrece una experiencia única, no solo en el barrio de Chamartín, sino en todo Madrid, donde escasean las opciones para degustar vino y gastronomía francesa.
Vinos (e historias) únicas en Madrid
La carta de vinos de St Germain es un pasaporte a las distintas regiones francesas. Un viaje que puede iniciarse con las pizpiretas burbujas de Champagne con los míticos tintos de Burdeos y Borgoña como destino, haciendo paradas en los personales blancos de Alsacia o de Jura. Además, cada día, son más de una veintena los vinos que se pueden probar por copas, con la intención de que el cliente se lance a probar (y a descubrir) distintas denominaciones de origen.
Cada vino es, además, una historia. Como la de cualquiera de los pequeños elaboradores de Champagne con los que trabajan. Aquí es posible probar alguna de las apenas 600 botellas del Blanc de noir Marie Copinet o los exclusivos vinos de Apollonis, la bodega de Michel Loriot, pionera en hacer sonar música clásica en las viñas en los años 70 para que las uvas empleadas en la elaboración de sus champagnes fueran de la mayor calidad posible. “A todos los elaboradores con los que trabajamos les mueve la pasión, el romanticismo y la exclusividad; los mismos valores con los que trabajamos en St Germain”, explica Gregory Helmer, socio más joven del proyecto.
Esa vocación de buscar siempre lo mejor hace que en St Germain se esfuercen por acercar a sus clientes nuevas joyas vinícolas. Entre ellas, los poco conocidos vinos de la isla de Córcega, isla en la que se usan más 30 variedades de uva distintas, siendo el 70% de ellas autóctonas: todo un tesoro para los wine lovers más inquietos. Y para los que se inician en el apasionante mundo de los vinos franceses, St Germain cuenta con un equipo de sumilleres que asesora al cliente en función de sus gustos.
Calidad y producto para un maridaje de primera
En el menú de St Germain nada se deja al azar: todos los platos parten de materias primas escogidas con mimo a partir de proveedores seleccionados, con nombres y apellidos. Las ostras, del número dos, llegan de la mítica casa Legris de Bretaña. Las mollejas de pato que se sirven en la original (y deliciosa) ensalada, así como el confit y el cassoulet – guiso típico de la zona sur francesa a base de alubias y carne- tienen la garantía de Maison Liesta, una casa charcutera de la localidad de Tarbes con una tradición de más de 100 años.
En la carta no podía faltar el foie gras, que en este caso se elabora con hígados de patos españoles macerados con Marc de Champagne y con un punto especiado “muy del gusto francés”, comenta Fred.
También cuentan con una selección de quesos franceses que reciben el punto de afinación justo para cada uno en el propio restaurante. En total, trabajan con 10 variedades -ocho de ellas de leche cruda-. Entre ellos, el Cantal, elaborado a partir de leche de vaca en la zona volcánica del centro de Francia. Otro de los elegidos el Délice du Poitou, hecho con leche de cabra y que se espolvorea con ceniza vegetal salada. También el Saint-Nectaire, queso de vaca de leche cruda envejecido durante siete meses sobre paja centena… una selección de tentaciones irresistibles que se reúnen en apetitosas tablas pensadas para compartir.
Más allá del origen francés, el resto de la carta mantiene el máximo nivel: anchoas de Santoña, cecina de vaca y de wagyu provenientes de Burgos, chicharrones de Cádiz… Conviene dejar sitio para el postre. Todas las opciones están elaboradas en el restaurante: sobresale la tarta amandine de pera con crema de almendras, especialidad de la casa. Entre las opciones, no falta una cremosa tartaleta de queso con cerezas confitadas o el francesísimo coulant de chocolate acompañado de helado de caramelo salado.