Bodegas Miradorio lanza la nueva añada de Tussío 2021 (11 euros) , con clara influencia del mar Cantábrico producido a partir de Hondarrabi Zuri, lo que da como resultado el vino más fresco y aromático de Bodegas Miradorio. Situado en el municipio de Ruiloba, nos encontramos ante uno de los pocos proyectos vinícolas del litoral cántabro incluidos dentro de la Indicación Geográfica Protegida Costa de Cantabria. En la foto de Javier Rosendo, interior de la bodega cántabra.
En la localidad de Ruiloba, al oeste del litoral de Cantabria, está ubicada Bodegas Miradorio, uno de los pocos proyectos vinícolas que se enfrentan a la brava e imponente -pero también cautivadora- influencia del mar Cantábrico.
Y fue precisamente frente a ese mar, en San Sebastián, donde nació en 2013 este sueño familiar alrededor de una mesa con una botella de txakoli recién descorchada. Poniendo la vista en los espectaculares viñedos de Getaria (Gipuzkoa), el matrimonio formado por el tolosano Gabriel Bueno y la donostiarra Esther Olaizola se propusieron replicar ese concepto de vinos atlánticos en Cantabria, donde no existen bodegas con sus viñedos mirando al mar. “Miradorio es el proyecto de cinco amantes del vino que quisieron rescatar una tradición perdida en Cantabria desde el siglo XIX”, explica Esther Olaizola.
Para ello dieron con el enclave perfecto en Ruiloba, pueblo marinero con costas salvajes anclado entre las más turísticas villas de Comillas, San Vicente de la Barquera o Santillana del Mar. El proyecto se inició con dos variedades de vid que recogen la esencia de la costa cantábrica, desde Galicia hasta el País Vasco: la reconocida Albariño, de moda en medio mundo, y la más discreta Hondarrabi Zuri, base del txakoli vasco. Ambas uvas se adaptan perfectamente a la fuerte influencia del viento del norte y a la bravura que viene del mar, que aportan a sus vinos mayor acidez y salinidad y los dotan de esa peculiar y casi desconocida personalidad cántabra. A ellas se sumaron dos variedades menos obvias y más personales como la Godello y la Riesling, que combinadas con las anteriores aportan a los vinos de Miradorio matices de sabores y aromas probablemente únicos.
“El clima atlántico nos permite hacer vinos con una acidez difícil de conseguir en cualquier otra parte del mundo, aportándonos matices diferentes dentro del complicado y competitivo mercado enológico. Nuestra esencia, en la costa occidental de Cantabria, no puede ser otra que llevar el mar a nuestros vinos”, aseguran Gabriel Bueno y Esther Olaizola. Ese es el espíritu que inspira cada uno de nuestros pasos y la que queremos que sea nuestra distinción”.
Tussío 2021, una añada que mantiene la personalidad marina y cántabra
Siguiendo los pasos de Mar de Fondo, buque insignia de Bodegas Miradorio, Tussío nace de la combinación de las variedades Hondarrabi Zuri (70%) y Albariño (30%) provenientes de 3.200 cepas de los viñedos Tussío y El Castillo. Esta referencia se presenta como la propuesta más desenfadada del proyecto Miradorio, con una fuerte influencia del Cantábrico que lo convierte en un vino fresco y aromático, con marcada personalidad y un color amarillo limón brillante. En boca desvela esencia de fruta combinada con una acidez controlada que inmediatamente te hace salivar y te proporciona una agradable frescura.
“Tussío es un blending de dos variedades muy cantábricas: Hondarrabi Zuri, que es la uva base para la elaboración del txakoli vasco; y la uva Albariño, autóctona de Galicia. Ambas variedades, totalmente adaptadas a nuestro clima Atlántico, conjugan en este caso con una máxima influencia del Cantábrico, ya que la finca de la que se obtienen nuestras uvas se encuentra a menos de 300 metros del mar. Cuando rompen las olas en los temporales atlánticos, el viento traslada esa salinidad hasta nuestras cepas, aportando toda la esencia marina que buscamos para nuestro vino”.
Dentro de la Indicación Geográfica Protegida Costa de Cantabria, Tussío, de Bodegas Miradorio, se convierte en una interesante propuesta, ideal como aperitivo, perfecto para maridajes con pulpo o mariscos o, incluso, una excelente opción para compensar la grasa de recetas tradicionales como, por ejemplo, el cocido montañés.
Un proyecto de viticultura heroica y con clara vocación enoturística
Las siete hectáreas de parcelas montañosas de Bodegas Miradorio, ubicadas entre Ruiloba y Santillana del Mar, suponen un trabajo vinícola heroico e incluso, en algunas ocasiones, hasta arriesgado debido a los acantilados situados a menos de 20 metros del mar con pendientes de hasta un 35%.
En contrapartida, este esfuerzo y cuidado extremos dan como resultado una calidad e intensidad excelentes en la uva, que sobrepasa las inclemencias de la región con vinos más salinos, más refrescantes y más aromáticos. En palabras de Gabriel Bueno, “las condiciones climatológicas y el tipo de tierra con las que contamos en esta zona nos obligan a plantar todos nuestros viñedos en parcelas con fuertes pendientes de hasta un 35% para ayudar a su drenaje, lo que dificulta la introducción de maquinaria y hace que todos nuestros procesos sean manuales. Además, el exceso de humedad propio de nuestro clima obliga a un exhaustivo seguimiento para evitar enfermedades propias de la vid como el oidio o el mildiu.
En su razón de ser, la vocación por potenciar la costa occidental de Cantabria y sus posibilidades enoturísticas se va expandiendo a medida que ha ido creciendo el proyecto, optando por brindar la oportunidad, no solo de adquirir sus vinos, sino también de poder conocerlos, degustarlos y disfrutarlos en su Wine Bar. A través de catas (18 euros) con menú degustación tradicional (30-40 euros), visitas guiadas a la bodega y a los viñedos, y otras actividades. Además, la bodega está iinmersa en el proyecto de construcción deunos apartamentos turísticos para poder ofertar el pack completo a sus visitantes, visita, comida y alojamiento.