El restaurante Gamberro, de Zaragoza (Bolonia, 26), que ahora celebra su décimo aniversario, es un referente de la cocina creativa aragonesa. Franchesko Vera (Zaragoza, 1991) y Flor García (Zaragoza, 1992) son una eficaz pareja profesional y afectiva, como alma de la cocina y la sala, respectivamente, del restaurante que montaron juntos hace una década.
Franchesko y Flor se conocieron en Zaragoza en 2014. Él, en el oficio desde los 16 años, volvía a su tierra tras unos años frenéticos, que lo llevaron a trabajar como chef en Italia, Ibiza, El Pirineo y Lasarte (Gipuzkoa), donde hizo un stage en Martín Berasategui. Flor, por su parte, era una auxiliar de Educación infantil forjada en la hostelería, que había estado unos años al frente de un bar y que volvió a Zaragoza para trabajar como ayudante de cocina de un nuevo restaurante. Allí conoció a Franchesko, contratado para liderar esa apertura. Ambos se enamoraron. El joven no tardó en hacerla partícipe de su gran sueño: montar su propio restaurante. Flor fue la que le convenció. Así, solo un año más tarde, en 2015, nacía Gamberro, un local de barrio pequeño, pero con ambiciones.
Por aquel entonces, la pareja trabajaba codo con codo, en cocina, mientras que de la sala se encargaba Patri, una buena amiga común. Tuvieron tanto éxito que en 2016 se mudaron a un espacio más amplio. Fueron años muy intensos, de mucho trabajo. En 2017, Patri dejó el proyecto y el tándem decidió que Flor pasara a sala. El binomio se ajustó a la perfección. Fran lo explica siempre con entusiasmo: «No pudimos estar más acertados. Yo soy una persona muy, muy tímida y estoy más cómodo en el backstage cocinando y conceptualizando. Flor es muy sociable, tiene un grandísimo don de gentes y, además, se ha ido formando en la sumillería hasta tener una gran mano con los vinos. Es perfecta para llevar la sala y la bodega. Es un win-win».
Gamberro siguió creciendo y consolidándose, y en 2019 entró en la Guía Michelin como restaurante seleccionado. Fue también el año en el que el contrato de alquiler de su local terminaba, y coincidió, además, con el embarazo de Flor. La pareja se tomó un pequeño respiro para disfrutar de esa etapa y, además, preparar una ‘tercera’ etapa de Gamberro, mucho más elevada. El nuevo local reabrió en febrero de 2020 y, tres semanas después, la COVID-19 les obligó al cierre. Cuando se levantó el cerrojazo general, no solo consiguieron regresar a la Michelin, sino que se hicieron con un Sol Repsol.
El confinamiento, además de darles unos meses para reflexionar y trabajar en platos más elevados, también les dio la clave para disfrutar de su hijo, llevar su negocio y ofrecerles a sus empleados las mismas facilidades. Actualmente, Gamberro abre de jueves a domingo y da siete servicios, que empiezan cuando todos los comensales están sentados: así no solo garantizan un ritmo perfecto, sino un timing compatible con la familia, los niños y la vida personal de todos. El objetivo ahora es seguir creciendo y evolucionando, sin perder de vista la importancia de conciliar y de no perder su esencia.
La editorial barcelonesa Cinco Tintas publica este mes de febrero Pulpo (24,95 euros), una obra…
Can Bo, el restaurante del Grand Hotel Central de Barcelona, ubicado en Vía Laietana 30,…
Bodega Contador ha presentado Predicador Tinto 2022 (27,50 euros), decimonovena añada de una etiqueta con…
La compañía gallega crea esta filial como respuesta al crecimiento exponencial del volumen de sus…
El caviar, símbolo de exclusividad y tradición, se llena de color con una edición limitada…
La Isla de Buda es un lugar único, un paraíso mediterráneo. Situada en el corazón…