A sus 34 años, Verónica Zumalacárregui, periodista y presentadora de televisión, vive, sin duda, un gran momento. Pasó por la Feria del Libro de Madrid con una excelente acogida para su libro “La vuelta al mundo en 15 mujeres” (Aguilar), personajes todos ellos extraídos de sus exitosas rutas gastronómicas por los cuatro confines del mundo. Su primer programa en Canal Cocina, “Me voy a comer el mundo”, ya avisaba de sus planes, mientras que los más recientes han sido “Productores con estrella” y “Dos Miradas”, donde comparte protagonismo con el Presidente de Honor de la Real Academia de Gastronomía, Rafael Ansón. Sin duda, una singular pareja televisiva.
Por Luis Ramírez
Polifacética y cercana, Vero (habitual presentadora asimismo de grandes eventos gastronómicos) es en la vida como en la pantalla, como hemos tenido oportunidad de comprobar en una agradable comida en la nueva sede del restaurante madrileño Piantao. Allí, tras el estupendo homenaje a las mejores carnes argentinas que siempre nos propone la casa de Javier Brichetto, la hemos sometido a nuestro cuestionario alternativo.
¿Cuál es su personaje histórico favorito? El general Zumalacárregui que, según cuenta la leyenda, se hartó de que las aldeanas le hicieran huevos fritos y patatas fritas y se inventó la tortilla de patata. Yo me creo esta historia porque el general lleva mi apellido.
¿Y su personaje de ficción? El que interpreta Bryan Cranston, de Breaking Bad, en la serie El Juez.
Recomiéndenos un libro… “La vuelta al mundo en 15 mujeres” (sonríe). O mejor, “El hombre que amaba a los perros” de Leonardo Padura, un relato repleto de viajes y de historia.
¿Cuál ha sido su viaje favorito? El que me llevó a Jamaica. Estuve conviviendo con los rastafaris en la jungla y me cocinaban en su casa un gran plato vegano con lo que habían recogido en su jardín. No paraba de llover y se fumaban un cigarro del tamaño de su cabeza. Sonaba claro Bob Marley. Maravilloso.
¿Y su viaje pendiente? Seguramente alguno más con destino Africa, aunque conozco Uganda, Sudáfrica, el Magreb…Me gustaría quizás Botswana o Zimbabue.
¿Cuál es su cocina favorita? La nikkei. Me encanta la fusión de la técnica japonesa con la inmensa variedad de productos peruanos, del mar y la montaña.
¿Qué receta le gusta preparar? El pastel de cabracho. Se lo hago siempre a mis invitados e incluso mi padre me lo pide para todos sus cumpleaños.
¿Qué pasión ha descubierto recientemente? Soy muy polifacética y últimamente he empezado a correr. Hace poco hice 10 kilómetros en Viena con buena marca. El siguiente reto será la media maratón, 21 kilómetros.
¿Qué le pide a un vino? Que tenga cuerpo y a ser posible que esté elaborado con Garnacha.
¿Qué emociones le transmite el vino? Muchas. Hace poco, en una comida con Rafael Ansón en Zalacaín, degollaron para nosotros una botella de Royal, de Botellas Franco Españolas, un Reserva de 1959. Paladear un vino tan majestuoso en tan buena compañía me pareció toda una experiencia.
Sugiéranos una armonía entre una bebida y un plato…La cerveza con una receta picante, ya se trate de algo que lleve wasabi con una cerveza japonesa o una enchilada o un aguachile si hablamos de cocina mexicana,
¿Qué ve en televisión? Me saturan los formatos sobre gastronomía, porque bastantes hago yo ya. Me encantan las series, la última “Rapa”, con Javier Cámara, que además se desarrolla en Cedeira, en las Rías Altas, donde llevo veraneando toda mi vida.
¿Dónde le gustaría vivir? Tengo una cualidad y es la capacidad de adaptarme a cualquier lugar al que voy. He estado en Amman y he pensado en vivir ahí, también en París, en el Caribe o en cualquier lugar de África. En todos esos lugares y en muchos más sería feliz.
¿Cuál es su momento del día favorito? Hay uno que disfruto muchísimo, el de llegar a la cama y empezar a leer. Llevo haciéndolo desde niña.
¿Cuál es su posesión más preciada? Quizá algún objeto de mi abuela. No son posesiones muy valiosas, pero recurro a ellas en situaciones espaciales, que me generan tensión, o en acontecimientos de mi vida.
¿Cuál cree que ha sido su mayor logro? Convertir mi pasión en una forma de vida.
¿Qué talento le hubiera gustado tener? Pinto fatal. Mis amigas se ríen mucho porque jamás lo haré bien ni se lo podré enseñar a mis hijos.
Si tuviera que definir un rasgo de su carácter… La capacidad de adaptación y quizá también lo expresiva que soy, algo que a la gente le suele encantar pero que a veces me delata demasiado.
¿Cuándo derramó la última lágrima? Ayer, lloro mucho cuando estoy cansada y no por motivos demasiado trascendentales. También puedo emocionarme mientras veo una película.
¿Cuál es la cualidad que más valora en los demás? La generosidad, la entrega, darse a los otros.
¿Cuál sería su principal cualidad? La falta de prejuicios y la mirada abierta. Le doy una oportunidad a todo y a todos.
¿Qué es lo que más detesta? El egocentrismo de muchas personas, esas que solo saben hablar de sí mismos. También odio los atascos, me ponen muy nerviosa y hago lo que sea por evitarlos.
¿Qué le inspira indulgencia? Quienes se arrepienten y reconocen que se han equivocado. Seguro que no volverán a hacerlo o lo harán mejor la próxima vez.
¿Qué le parte el corazón? El dolor de los demás. Empatizo demasiado con ellos y por eso no suelo ser la que más anima. Alguien destrozado me destroza a mí.
¿Qué le alegra la vida? Una galleta de chocolate en cualquier versión. Las American Cookies me hacen muy feliz.
Si pudiera cambiar una sola cosa del mundo… La falta de conciencia medioambiental. Es lamentable que hablemos tanto de sostenibilidad y no la practiquemos.
¿Qué música le gusta? Mucha y muy heterogénea. Soy muy sensible a la música. Escribo con clásica, corro con electrónica y me vuelvo loca con el rock. Lo único que no me gusta es el heavy metal.
¿Cuál es su más inmediato proyecto? Seguir recorriendo el mundo grabando programas de gastronomía.
¿Cuál es su lema? No sé si es un lema, pero me gusta decir que “aunque los periodistas somos pobres, yo soy rica en experiencias”.