La fiesta de todos los Santos nos recuerda que llega el invierno, y los frutos secos que tienen en su corazón estos postres nos aportan la energía para combatir la falta de luz y calor de ahí fuera. El trío panellets-huesos de santo-buñuelos junto con las calabazas de chocolate con estética Halloween, son los protagonistas en los locales madrileños de la cadena: en el primero que se abrió, Horno San Onofre (San Onofre, 3); en La Santiaguesa (Mayor,73), La Tahona (Hortaleza,9), Hernani (Hernani, 7) y en El Mercado de San Miguel, de momento cerrado y a la espera de volver pronto.
El origen de estos dulces se remonta a las tradiciones otoñales de los celtas, que combatían los miedos con historias de meigas, al calor de las castañas asadas, y para los que “los muertos no desaparecían, incluso podían contribuir al bienestar de sus allegados a cambio de recibir presentes y alimentos”. Esos allegados, ya de vuelta de la práctica de la antropofagia, “hallaron aliados contra la muerte en la almendra, típica de Levante; el piñón típico de Castilla; o las castañas, del noroeste. Y los eligieron también como ofrendas, acompañados siempre de pan.”. En la época del Imperio romano, se empezaron a producir sincretismos entre los rituales celtas y los del cristianismo. El panellet es pariente del mazapán. “Característico de Cataluña, Baleares y algunos rincones de Aragón, la primera variedad que apareció era empiñonado, y como panecillo, se vinculó al ritual cristiano de llevar pan a los altares y a la tradición arraigada en las Baleares de repartir pan, entre los pobres y necesitados sobre las tumbas, el día de los Difuntos”.
Los huesos de santo nacerían después, como “una variación del panellet. Se dio por primera vez en Aragón, en una época en la que el catolicismo intentaba destacar lo incorrupto”. En cuanto a ese estallido de sabor que son los buñuelos, aterrizaron en nuestras mesas a través de los árabes. “Inicialmente, los buñuelos tenían una base frita y bañada en miel, baño que nosotros hemos abandonado, para, sin embargo, rellenarlos: los rellenos más tradicionales y que aún conservamos en San Onofre son los de tubérculos -batata, calabaza, cabello de ángel-. Ya en torno al siglo XVIII, vendrían las yemas y los sabores procedentes del Norte, las natas, y a partir de ellas, la crema y chocolate. Después han llegado la avellana, la frambuesa…”.
EL Chocolate como emblema de San Onofre
El chocolate es uno de los baluartes de San Onofre, y en estas fechas, se transforma al más puro estilo dark en calabaza, que evoca la cara de un tal Jack O’Lantern que, según la leyenda, se quedó atascado en el Purgatorio. Aquí se hace un guiño al Halloween más del disfraz, vinculando a las nuevas generaciones con calabazas de chocolate blanco pintadas con colorante alimentario, además de con chocolatinas de brujas, fantasmas…. en una reivindicación de lo auténtico y un compromiso con el comercio justo.
El chocolate de la casa mantiene las tres reglas básicas que adoptaron en sus orígenes: la fórmula tradicional de manteca de cacao sin incorporar otras grasas o sucedáneos, la de no haber sido extraído en la plantación con el trabajo de ningún niño, y las de adaptarse a cada receta.
El compromiso del Horno San Onofre en lo referente a la salud no es ninguna novedad. La utilización de materias primas naturales y mediterráneas en sus elaboraciones y un consumo responsable del azúcar son alguno de los aspectos que lo dejan patente año tras año.
Servicio a domicilio
Y otro compromiso, este con hacerle la vida más fácil al cliente, San Onofre apuesta por el take away y el servicio a domicilio ofreciéndonos las modalidades de envío exprés y recogida exprés: tras llamar a aquel de sus establecimientos que más nos interese, podremos tener nuestro pedido listo para recoger en media hora, o en casa en dos horas. Comodidades para aprovechar el sabor de las tradiciones de Todos los Santos y Halloween.
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