Texto: Lara Villanueva. Foto: Asociación Hortícola de Medina de Pomar
Francisco Martínez: presidente de la Asociación Hortícola de Medina de Pomar. Productor joven, 33 años, pero habitante del campo burgalés desde el minuto 1. “Mi padre ya se dedicaba al campo y siempre hemos tenido gallinas felices”, dice orgulloso. Vive en Medina de Pomar, un pueblo de 5.000 habitantes durante el año, que puede multiplicarse por tres en verano y Semana Santa por las segundas residencias.
Luisma y José Martínez, hermanos de sangre y detrás de la barra del Restaurante Martínez, en Medina de Pomar. “Tengo 58 años, mi hermano es un poco más mayor”, dice el primero. Mis abuelos paternos ya abrieron El Martínez en Espinosa de los Monteros, pero en el 37 la guerra les llevó a trasladarse a Medina y ya en los 80 cogimos el relevo mi hermano y yo, relata orgulloso”.
Solo una hora en coche separa este pueblo de las Merindades de la capital, pero el norte burgalés es tierra de carreteras sinuosas, que en cierto modo aíslan una zona que ha aprendido a vivir de uno de los productos estandarte de la Dieta Mediterránea. La lechuga, y no cualquiera, la de Medina. “Nosotros desde la Asociamos siempre quisimos buscar la diferenciación, porque la tiene. Intentamos buscar la calidad, hicimos analíticas y sacamos la Lechuga de Medina, con sus características propias”, prologa Francisco.
Hay una característica que destaca en estas joyas verdes del norte de Burgos…
La Lechuga de Medina se siembra de forma escalonada entre febrero y septiembre y se recoge desde mediados de mayo hasta finalizar el año. Su frescura exige consumirla prácticamente cuando está recién cortada; de lo contrario todas estas cualidades, se pierden.
¿Cómo os afectó el parón?
Como ocurre con la Patata de Burgos, la mayor parte de la facturación de la Lechuga de Medina llega a través del canal Horeca. En su otro nicho de mercado, la venta en superficies, la frescura que exige el producto a la hora de consumirla ha limitado mucho su salida. Aquí no hay químicos y eso se paga en el sentido más literal de la palabra. “La Lechuga de Medina hay que consumirla fresca, en cuanto se corta. Cortada, regada y bien refrescada.”
La zona de Medina, las Merindades, es como un balcón que quiere asomarse al Cantábrico. En el llamado Corredor de las Merindades el clima es de noches frías y días de calor, con temperaturas diurnas de hasta 34-36 grados durante el verano y de 18 por la noche. “Esos cambios le vienen genial a nuestra lechuga, porque permiten que respire por la noche”, explica Francisco.
¿Y cómo veis esa unión entre la tecnología y el campo, creéis que va a ayudar?
Luisma y su hermano José trabajan la Lechuga de Medina en el restaurante a través de todos los formatos posibles. “Como acompañamiento del cordero lechal aportándole ese frescor singular, con ensaladas… y también estamos intentando hacer ahora una croqueta que tenga lechuga, a ver si conseguimos que la lechuga encaje con la bechamel”, dice pensativo.
¿Por qué es tan importante apostar por el producto autóctono?
Entonces consumamos Lechuga de Medina…
Y aquí, en este pueblo al que nunca ha llegado el tren, se queda Francisco mirando a la tierra, mientras Luisma y José observan esa brisa del Cantábrico. Quizá ese aislamiento, sin saberlo, ha convertido a Medina de Pomar en motivo imprescindible para esos viajes por carretera que nos llevarán a todos en busca del producto 100% auténtico.
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