Abre en las afueras de Madrid un nuevo restaurante ambientado en una casa abandonada con la música como leitmotiv. Desde el punto de vista gastronómico, ofrece siete especialidades: cerveza artesana propia (La Cucufate), coctelería de autor, conservas, embutidos, quesos, pizza Chicago y parrilla al carbón. Pero, sobre todo, El Cucufate aspira a convertirse en un lugar para la sorpresa, con una decoración impactante y puntuales homenajes al flamenco en los más inesperados espacios.
Madrid pedía un nuevo concepto de experiencias en torno a una mesa donde nada es lo que parece. O sí. Un nuevo restaurante que pretende desconcertar al público y romper las normas.
Una decoración de fábula
Desde el exterior, una gran pantalla de LED reproduce el universo de El Cucufate y marca la ubicación de este restaurante que, estéticamente, parece una vivienda antigua, sombría y abandonada. Un pasadizo da la entrada a este lugar, donde figuras triangulares devuelven la imagen transformada. Esta “casa abandonada” está llena de simbolismos y de elementos de fantasía extravagante: paredes que tienen oídos, cuadros que cambian de personaje según la perspectiva desde la que se observa o cabezas de ganado con luces de neón que cuelgan de las paredes. Todo este espacio tiene un elemento principal y conector: la música. Este foco de vibración es el punto central de El Cucufate, como si se tratara del corazón de la casa, creado con una mesa de DJ de más de 2,5 metros de ancho.
El suelo parece romperse a los pies y la energía de esa música devuelve la luz a los puntos sombríos. La música trae vida, tanto a la vegetación (aportando color sólo en aquellas hojas y flores a las que les llega esta energía) como la humana, representada por una mano de dimensiones colosales que aflorará de una de esas grietas creadas en cemento sobre un suelo de madera. Esa música cambia cada día y abarca casi todos los estilos musicales (indie, rock, flamenco, rumba, blues, jazz, house, etc.) pero alejados de la música comercial; casi como si se tratara de música de coleccionista.
El baño es otro de los espacios con más carga estética. Papel pintado de estilo victoriano, suelo en damero, frisos de madera desgastada y una vegetación que parece entrar en esta casa, como si el techo se hubiera derrumbado, tras años de abandono. Los baños, invadidos por la naturaleza revivida, tienen forma de cabina: dos, tipo jaula, están ocultas en el bosque y dos son espejos, lo que provoca cierta confusión en el público. La decoración del interior de estas cabinas evoca a las habitaciones de un manicomio, aunque, al tiempo, es el único lugar de la casa que invita a la reflexión.
A lo largo del local se encuentra una gran librería que cubre todo el respaldo de bancos y sirve de soporte a radios antiguas que esconden algunos de los 20 altavoces, o la cava de vinos, mientras que la pared del pasillo es un espacio de culto a la música con cuadros, algunos de los cuales también han cobrado vida. El reservado, decorado como un salón principal de la casa, con chimenea y grandes cuadros cuya imagen cambia según la posición de quien observa (con imágenes desde Beethoven a Lady Gaga, por ejemplo), es otro de los puntos diferenciales, con una estética bien distinta. Este reservado tiene un aforo para unas 40 personas, aunque puede adaptarse y convertirse en tres salones más pequeños con capacidad para unas 10 personas cada uno.
La cocina, el pulmón de la casa
Una gran barra preside el salón principal, que evoluciona de izquierda a derecha, como si se tratara de un esqueleto que recobra vida en una zona acristalada, como un acordeón, con vidrios cambiantes y distorsionados. Lámparas creadas con instrumentos musicales o muebles de cocina antiguos completan la estética de una casa llena de sorpresas. De izquierda a derecha se observan unos grandes bidones de cerveza artesana, La Cucufate, fabricada en Aranda de Duero en colaboración con Cerveza Mica. Son 14 cervezas que se sirven en grifo con sistema DuoTank que las trae de la fábrica al grifo: La Rubia, La Morena, La Ipacandríaca, La Sosita (sin alcohol) o La Pija Imperial son algunos de los sugerentes nombres de esta cerveza de elaboración propia. El segundo bloque es la coctelería de autor, pensada para acompañar el almuerzo o cena y sustituir cualquier otra bebida convencional, y diseñada por Lolo Remeseiro. Le siguen bloques de conservas, embutidos (tanto españoles como italianos) y quesos, con una carta de entre 20 y 25 quesos seleccionados por Poncelet y expuestos al público.
El siguiente bloque diferenciado en la barra es la pizza Chicago, la única variedad de pizzas que se trabaja en El Cucufate. A este deep dish se le ha añadido un toque gourmet y sano. Por último, la estrella inconfundible de este restaurante: la parrilla al carbón, en la cual están especializados. Cuentan con dos parrillas Josper y un horno de ahumados. Toda la carta de principales tiene un toque de parrilla, ya sea el ingrediente principal o secundario, y sea en cortes de carne (de La Finca de Jiménez Barbero o Quercus, entre otros) o en parrillas vietnamitas y coreanas, su aportación exótica.
En cuanto al pescado, no se encontrará en carta y solo estará disponible el pescado del día, en función de la oferta del mercado. El último bloque gastronómico corresponde a la pastelería, elaborada in house. Todo ello protegido con una gran cristalera que permite disfrutar del espectáculo desde cualquier rincón de El Cucufate. La oferta culinaria ha sido íntegramente diseñada por Emilio Salas, asesor chef ejecutivo.
El Cucufate es, en definitiva, un lugar que invita a observar, a dejarse llevar por la fantasía y a abrir la mente, oídos y estómago para recibir sugerencias de calidad, desde la comida hasta la música o la decoración, para repetir en otra ocasión y seguir descubriendo nuevos detalles.
Cuatro amigos
Detrás de este proyecto se encuentran cuatro amigos que un día decidieron hacer algo diferente. La idea partió hace tres años del madrileño Alberto Alcalde, quien ocupaba un puesto de responsabilidad en una multinacional hasta que un día decidió cambiar el rumbo de su vida. La música siempre fue su pasión y quería trabajar con ella y para ella, incluso sigue haciendo sus pinitos como DJ. Quería meter la música en los restaurantes y fueron sus amigos, expertos en la gestión de restaurantes, quienes apostaron por “el loco de El Cucufate”: Juan Damas, José Luis Guijarro y Federico Latorre.
Para el desarrollo de este proyecto contaron con la interiorista Angélica Sanz, del Grupo Perpendicular, quien planteó un diseño atrevido y triunfador, impulsando a Alberto Alcalde y sus socios a dejarse llevar por la imaginación hasta un lugar sin límites.