LLEIDA: Vino y arte en el territorio del Segre

La Seu Vella está hecha de vino. Esta sentencia es una imagen literaria, claro, pues la Seu Vella, la antigua catedral de Lleida, es maciza, de piedra, de arenisca concretamente, extraída de las canteras de la zona. Desde el siglo XIII lleva en pie aquí en el Turó, en la colina desde la que se divisa toda la capital leridana y desde donde, igualmente, en el inicio de la construcción de la iglesia, se avistaba el espacio que ocupaban las casas del municipio al que hacía unas décadas le habían concedido la Carta de Población.

Texto y fotos: Óscar Checa Algarra

Alrededor de la Seu se amontonaban las de los más pudientes, conventos, algún palacio; y, colina abajo, las moradas del resto de los mortales. Después estaban las huertas, luego las viñas y luego los campos de cereal. La estampa actual es bastante diferente pues alrededor de la Seu solo hay grandes explanadas y para alcanzar a ver los campos hay que tener vista de lince o de ave rapaz.

Uno o dos litros diarios por habitante

Pero el caso es que en la Edad Media aquí se producía mucho vino. Cuentan las crónicas que cada habitante de la ciudad bebía uno o dos litros diarios. Así que, teniendo en cuenta que había unas 15.000 almas en aquel entonces, ya sabemos la cantidad aproximada de vino que se elaboraba: 30.000 litros… más o menos lo que produce hoy la Denominación de Origen Costers del Segre.

El caso es que, ya por entonces, el vino tenía un papel destacado en la economía de Lleida (como en el de muchísimas otras ciudades) y, en concreto en las arcas de la canongía de la Seu Vella. Pere de Coma, su primer maestro constructor, llevaba al detalle los libros de obra, los libros de gestión de la catedral, y uno de los elementos señalados como parte de los ingresos es la uva y el vino. Una y otro se recogían como impuesto en la catedral y gracias a su venta (la bodega catedralicia sería, seguramente, la de mayor producción) se iba costeando la obra. Ahora lo de que la Seu esté hecha de vino adquiere más sentido, ¿verdad?

El viñedo era importantísimo. Tanto, que estaba protegido: había guardianes del vino y visores de la huerta que indicaban el momento óptimo de la vendimia; y más tarde, se crearon decretos reales proteccionistas del vino local. Vino que, por cierto, cuando en el siglo XIV se funda el Estudi General (que, durante dos siglos fue el único centro de enseñanza superior de la Corona de Aragón) servía para pagar a los profesores. Vamos, que el saber -como la Seu Vella- (y si se nos permite la licencia) también se levantó a base de vino…

Caracoles y el Tato

La visita temática ‘Vino de Piedra’ que propone Nomon Turisme Cultural es una de las mejores maneras de comenzar a descubrir la historia de Lleida relacionada con el vino. Este puede ser el punto de partida para recorrer la Ruta del Vino de Lleida, o al menos una parte de la misma porque esta ruta abarca todo el territorio de la DO que tiene zonas bastante alejadas unas de otras, desde el norte, en la comarca de Pallars, hasta el sur en Les Garrigues.

Nosotros, antes de comenzar nuestro periplo, vamos a coger fuerzas en El Celler del Roser. Es un restaurante que está en el casco antiguo, enfrente del Parador, y que, a pesar de su florida fachada, puede pasar desapercibido por lo estrecha que es. Sería un error, está claro, pues se trata de uno de los lugares más activos en cuanto a la investigación gastronómica regional, lo que, trasladado a los fogones, da lugar a un excelente compendio de platos basados en la cocina tradicional catalana pero donde siempre hay toques innovadores.

Cualquier plato de arroz o bacalao será una elección perfecta, igual que los cargols a la llauna. Esta es una estupenda dirección para probar este plato tradicional de la cocina leridana…que unos comen como si fueran pipas y otros no se atreven ni a mirar…

De mirar, precisamente, va la siguiente actividad. Desde Lleida nos hemos venido hasta Penelles, un pueblo de la comarca de La Noguera que en 2016 se ‘inventó’ un festival de arte contemporáneo como inyección de vida. Es el GarGar Festival que, desde entonces, reúne cada año a un buen puñado de artistas grafiteros de todo el mundo a los que les dan paredes blancas para que las transformen en arte. No es el único pueblo que ha tirado del arte urbano, ya, pero el caso es que las obras que hay aquí son muy buenas. Hay más de cien y aunque bastaría con ir paseando por el pueblo para descubrirlas, lo más sencillo es seguir el mapaguía que se puede conseguir en la oficina de turismo con la ubicación de cada una. La más buscada es la de L’Avi, más conocida como ‘el Tato’. Así era como llamaban a Joan Mata, el vecino octogenario que Sabotaje al Montaje retrató con spray en una enorme pared de ladrillos a las afueras del pueblo. Se convirtió en una celebridad y había hasta quien venía a hacerse fotos con él (con el de carne y hueso).

Una colonia agrícola

Toda esta es una zona de nuevo regadío. El proyecto de utilizar el agua del Segre para crear campos de cultivo viene del siglo XVI pero no fue hasta el XIX cuando tomó forma con la construcción del canal d’Urgell. Al principio creó más problemas que otra cosa: los propietarios regaban a manta, lo que provocaba acumulación de áreas estancadas y la propagación de mosquitos (y paludismo, claro). “El clot del dimoni” (el agujero del diablo) llegaron a llamar a toda esta zona, hasta que nuevas técnicas agrícolas explicaron la forma correcta de utilizar el agua. Empezaron entonces a prosperar las colonias agrícolas, que trasladaban a la producción campesina los sistemas de las colonias industriales, y así surgió, por ejemplo, la colonia de Castell del Remei, la más importante de la época. Contaba con un molino de aceite, otro harinero, ganadería, producción de seda y, por supuesto, de vino. De hecho, es la bodega más antigua de Cataluña en cuanto a la elaboración de vinos de crianza, la primera con el concepto bordelés de château.

Tomàs Cusiné está hoy al frente de ella (y de otras bodegas del grupo) y cuenta con el enoturismo como una de las bazas del negocio: la antigua tonelería es hoy un restaurante; las viejas y hermosas naves de elaboración se han convertido en tienda, recepción y sala de exposiciones; los jardines están abiertos a quien quiera venir a pasear o recorrerlos en bici; se organizan visitas complementarias al santuario de la Virgen del Remei, así como eventos privados y públicos a lo largo del año; y se visita la bodega de elaboración catando algunos de los vinos.

En la comarca vecina del valle del río Corb, la pequeña bodega familiar Analec también se ha sumado al enoturismo. Las instalaciones son sencillas pero todo el mundo se lleva el recuerdo de sus espumosos (como el rosado y el Blanc de Noirs elaborados con Trepat) y la experiencia del degüelle o los desayunos en las viñas, encajadas en las suaves terrazas del valle del Corb en Verdú, Rocafort de Vallbona y Nalec. Son estos pueblos medievales que forman parte también de la Ruta del Císter y que guardan el encanto de la vida reposada y el tiempo detenido. En algunos otros como Guimerá esa sensación se acentúa aún más, con su laberinto zigzagueante de calles empedradas colgadas en una ladera, recovecos, pasadizos, portales, arcos y torreones.

Rumbo a la viña de los artistas

Todavía nos podemos trasladar más atrás en el tiempo si visitamos, ya en la comarca de Les Garrigues, la Fortaleza íbera de Els Vilars, en Arbeca. En un abrir y cerrar de ojos habremos pasado del Medievo a la Edad del Hierro, pues este yacimiento arqueológico data del siglo VIII A.C. Es uno de los más destacados de la cultura íbera en toda la península y en él volvemos a encontrar el tema del agua, esta vez desde un punto de vista defensivo pues resulta que quienquiera que construyera esta ciudadela se las apañó para rodearla de un enorme foso de agua que servía de primera barrera protectora. Un campo de chevaux-de-frise y una docena de torres en una muralla de cinco metros de anchura completaban el resto de las defensas que hacían de Els Vilars un lugar inexpugnable.

Es todo un misterio por qué se eligió este lugar, en mitad de la llanura, para levantar la fortaleza. Las estupendas visitas guiadas ofrecen algunas hipótesis al respecto pero tal vez nunca consigamos saberlo a ciencia cierta. Lo que sí sabemos es que es un enclave asombroso, lleno de misterio y anécdotas, que no hay que perderse cuando recorremos el territorio de esta ruta del vino de Lleida.

El atractivo de la fortaleza se extiende también al terreno de las bodegas. Vinya Els Vilars, por ejemplo, basa su imagen en el imaginario íbero y ha adaptado los símbolos del alfabeto íbero a los nombres de sus vinos. Es otra de las bodegas con oferta enoturística: visitas y catas, salas para eventos, área adaptada para autocaravanas y museo de antigüedades (desde tratados vitivinícolas a motocicletas) y obras de arte como el mural que preside la sala de barricas donde un gran corazón conectado con las rocas de este entorno expresa la pasión que aquí sienten por el trabajo y por su tierra.

Pero si hablamos de arte en bodegas no podemos dejar de visitar Mas Blanch i Jové, en La Pobla de Cérvoles, una bodega familiar que elabora vinos ecológicos y de montaña y que puso en marcha un proyecto enoturístico fabuloso basado en la creación artística en diálogo con el paisaje, el viñedo y los vinos. Josep Guinovart, amigo de la familia, fue quien inició La Viña de los Artistas, una especie de galería de arte al aire libre donde las obras de diferentes creadores salen a nuestro encuentro en un recorrido por los viñedos, olivares y montes de la finca. Son esculturas e instalaciones de gran tamaño que llevan la firma de artistas como Carles Santos, Joan Brossa, Susana Solano, Evru, Frederic Amat, Assumpció Mateu, Esteve Casanoves, Carlos Pazos o Eva Lootz, entre otros. Dentro, en la sala de barricas, todavía queda una última sorpresa: el mural gigante de 60 metros que tapiza las paredes, pintado por Gregorio Iglesias Mayo en la Viña de los Artistas, de noche y de día, con sol, lluvia y nieve.

Las fincas de Raimat

Acabamos el viaje en la comarca del Segrià, donde las fincas de Raimat forman una subzona propia y diferenciada dentro de la D.O. De nuevo el agua y otro canal (el de Aragón) vuelven a marcar la historia de este territorio convertido en un campo inmenso de viñas. La finca inicial de comienzos del siglo XX contó con la primera y única colonia vitivinícola de Europa y más tarde con el primer edificio de hormigón armado construido en España: la bodega Raimat, obra del arquitecto Joan Rubió y Bellver, discípulo de Gaudí. La historia de este celler centenario se puede seguir a través de fotografías y paneles en un espacio adaptado como museo dentro de esta ‘catedral del vino’, pero la apuesta enoturística de Raimat va mucho más allá. Está representada por su nuevo enclave Raimat Natura, un compendio de mirador, tienda, bar de vinos y tapas y centro de actividades al aire libre ubicado en mitad de los viñedos.

 

Aquí, la filosofía de sostenibilidad en la producción se aplica igualmente a las propuestas de actividades: marcha nórdica entre viñas, ruta por viñedos en bicicleta eléctrica, yincana de orientación… sin olvidar, claro, la parte enogastronómica. La terraza al aire libre de Raimat Natura se ha convertido en un espacio muy demandado. Teniendo en cuenta que está en mitad del campo, es todo un logro, pero precisamente ese es su atractivo, claro, aunque haya que llegar con ayuda del GPS.

Todos los vinos

Las enotecas también juegan un papel importante en el enoturismo, sobre todo cuando son como Carviresa que, más allá de vender vino, se empeña en trasladar a quien pase por la puerta la cultura enológica de la zona, la historia del territorio y cualquier aspecto del mundo del vino. Eso es lo que encontramos en su Agrotienda de Tàrrega, en plena Ruta del Vino de Lleida. Aquí tienes cualquier vino de la DO Costers del Segre pero también otros muchos del resto de Cataluña y de España, claro; productos gastronómicos seleccionados; accesorios… y hasta vino a granel. Que buscas un curso de cata de vinos, te lo organizan…¡hasta en tu propio domicilio! Que quieres saber sobre maridajes o compra, pues eso está hecho. En fin, cuando hay pasión se puede con todo, ya se sabe.

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