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Alicante, el interior desconocido | La Marina Alta

Benissa, polp i missa, reza un dicho de esta localidad de la comarca alicantina de la Marina Alta. La misa me la he saltado pero lo del pulpo va a ser difícil, puesto que empiezo este viaje a la hora del almuerzo y Ximo, del Restaurante Casa Cantó, ha preparado una buena re­presentación de la gastronomía local, donde el puchero de pulpo será el plato central.

Texto: Óscar Checa | Fotos: ÓC, Ayuntamiento de L’Alfàs, Enrique Mendoza, Turismmo Villena y otras bodegas citadas

Imaginaros un cocido en el que la carne se sustituye por el pulpo de roca y ya tendréis este guiso de origen modesto y humilde pero que se ha convertido en toda una exquisitez, y que Ca­sa Cantó prepara como nadie.

Fachada de las bodegas Parcent, en el pueblo del mismo nombre.
Fachada de las bodegas Parcent, en el pueblo del mismo nombre.

Benissa siempre fue agrícola. La gente vivía del campo, cultivando almendros y vides de Moscatel, ha­cía la campaña de recolección del arroz en Valencia o la vendimia en Francia… El boom del turismo en los 60 cambió todo eso, pero la gastronomía ha permanecido. Además de este puchero de pulpo, yo he probado unas empanadillas de guisantes y un flan de turrón que casi eran pecado… pero no hay de qué arrepentirse, así que lo del dicho de Benissa se quedará con el pulpo y basta.

El caso es que la historia de este pueblo ha estado ligada a la Iglesia desde comienzos del siglo XVII, cuando los Franciscanos fundaron aquí un convento, y cuya in­fluencia ha sido palpable en los usos sociales. A todo esto (y perdón, que con los platos de Ximo me he despistado) estoy en Alicante siguiendo un nuevo recorrido enoturístico. En este caso, una parte del ofrecido por la Ruta del Vino Alicante, que discurre por las comarcas del Vinalopó y la Marina Alta y Baja. Aquí está el Valle de Pop, del que Benissa es el pueblo más cercano a la costa. Es hora de conocer los del interior.

 

Riuraus y Giró

Matorrales, roca, tierra húmeda y humo de chimenea. Esos aromas son los que inundan el Valle de Pop según nos vamos adentrando en él, aunque ya los almendros están floreciendo y en unos días las flores de miles de ellos cambiarán esta fragancia. La vid influyó por aquí hasta en la arquitectura y todos los pueblos estaban llenos de los llamados riuraus, unas construcciones de piedra, barro y cal, planta rectangular y cerradas por todos los lados excepto por el que se orienta al sur (la de mayor insolación), que disponían de una serie de arcos que ocupaban casi toda la fachada. Eran edificios relacionados con la producción de la pasa en esta comarca.

Tinas de vino a granel de las Bodegas Xaló.
Tinas de vino a granel de las Bodegas Xaló.

La uva Moscatel se utilizaba entonces no para elaborar vino sino para hacer pasas. Las uvas se de­jaban secar en unas camas de cañizo y se guardaban en el riurau en caso de lluvia o mal tiempo. Tras quince días quedaban unas pasas grandes, carnosas y con pepitas, que eran las más demandadas en toda Europa, sobre todo en Inglaterra y en Rusia.

Esta industria de la pasa fue muy importante en la comarca durante mucho tiempo. Hoy ya casi no queda quien se dedique a ello y la mayoría de los riuraus han desaparecido o se han asimilado como parte de nuevas construcciones. Bodegas Parcent, en el pueblo del mismo nombre, era un antiguo riurau. Armando lo ha conservado y ha instalado en él una bodega en la que elabora vinos de gran calidad con diferentes variedades de uvas. La verdad es que todos están buenos, pero los que hace con Moscatel (tanto dulces como secos) son impresionantes. En las visitas a esta pequeña bodega veremos que Armando utiliza las prensas tradicionales, “que ordeñan más que prensan”; que embotella a medida que van saliendo los pedidos y que hace un montón de vinos distintos (hasta vermut y vin de gel).

En el pueblo de al lado, Xaló, Bodegas Xaló, la antigua cooperativa, también tiene un gran número de referencias y marcas. Es un buen ejemplo de la evolución y la adaptación de las cooperativas a los nuevos tiempos. La calidad ha pasado a ser el eje de la producción y junto a ello, la imagen y el packaging de los vinos es algo muy tenido en cuenta (y muy moderno, por cierto). Innovan constantemente, co­mo con la elaboración de un excelente vino monovarietal de Giró, un clon de Garnacha que empezó a recuperarse en la zona hace unos años; mistelas especiales de Giró o Moscatel o con la apertura de una sala de catas y degustaciones. De todas formas, aquí también se sigue vendiendo vino a granel.

La bañera de Rita
Comedor de Maserof Inn.
Comedor de Maserof Inn.

Vuelvo a Parcent para pasar la noche. Estoy cansado pero, tras la cena, me he puesto a charlar con Ismael y nos han dado las tantas, pero a una buena conversación nunca hay que decir que no. Ismael es el due­ño de Casa Julia, una antigua mansión mitad mo­dernista mitad colonial, llena de historia. A Ismael, que siempre le encantó esta casa (que se conocía como la Casa del Chileno porque su dueño fue un emigrante español que se fue a Chile y regresó con una gran fortuna), pudo comprarla hace unos años y ahora la ha transformado en un hotel de ocho habitaciones. Una de ellas guarda todavía la antigua ba­ñera que Rita Hayworth usó al alojarse aquí en un viaje, pues era la única casa por entonces que disponía de las comodidades a las que la actriz podría es­tar acostumbrada.

Si ocurriera ahora, lo mismo lo que le ofrecían era participar en la vendimia nocturna que organizan desde Casa Julia en la época de recolección de la uva. Desde luego se iba a divertir, como lo hacen todos los que se apuntan a esta actividad en la que también se rinde homenaje a la gastronomía de la zona. Vicenta, la esposa de Ismael, es una gran cocinera y prepara algunas exquisiteces para la ocasión. Aunque para disfrutar de su arte culinario hay que venir al restaurante del hotel. Yo he probado algunas cosas pero me han dicho que no hay que perderse el arroz con verduras, boniato y castañas, el arroz al horno o la carrillera con salsa de Fondillón.

 

La mañana se ha levantado con niebla, lo que no hace sino dar un toque más espectacular a la próxima etapa de mi recorrido: la sierra de Bernia. La estrecha carretera que la recorre no hace mucho que fue un camino de tierra aún más angosto. Es lugar habitual de senderistas y ciclistas. Antiguas alquerías que quedaron abandonadas van siendo ahora recuperadas, volviendo a latir en este paisaje repleto de pinos y campos aterrazados donde se alternan las huertas, los olivos, los almendros, los algarrobos y las vides.

Luego llego a Maserof Inn, donde me está esperando Carol. Es la hija de Peter Pateman, un anticuario y aventurero inglés que compró esta alquería del siglo XVIII que fue villa romana en su origen. Es imposible describir lo que uno encuentra aquí, cualquier rincón parece un decorado de cine… aunque todo está en uso. Da igual donde poses la mirada: habrá algo insólito. Y en este escenario (nunca mejor dicho) se organizan ce­nas, conciertos de flamenco, cursos de cocina, catas y, en vendimia, la pisada de uva en el antiguo lagar.

Vinos y especias

Es momento ahora de continuar el recorrido por la co­marca del Vinalopó, aunque antes haré una parada en Alfaz del Pi para caminar por el Parque Natural Sierra Gelada y visitar una bodega. El espacio del Parque Natural llega hasta el mar, donde la sierra se corta en acantilados de más de 300 metros de altura. En el bor­de de uno de ellos está el Faro del Albir, hasta donde lleva una ruta de 2,5 kilómetros muy fácil de realizar. Las vistas son un verdadero espectáculo. Cerca de aquí están las Bodegas Enrique Mendoza. Sus viñedos se encuentran en Villena, pero las visitas a la bodega son bastantes completas pues tratan desde los aspectos de la agricultura ecológica hasta el tema del corcho.

Faro del Albir, en Alfaz del Pi.
Faro del Albir, en Alfaz del Pi.

Terminan con una degustación de vinos y un acompañamiento culinario para cada uno de ellos, aunque ya puestos también podemos quedarnos a comer en la bo­dega. Eso sí, hay que reservarlo con antelación. Es uno de los establecimientos con más variada y original oferta enoturística, como también ocurre en Bodegas Casa Cesilia, en Novelda, ya en la comarca del Vi­na­lo­pó. Casa Cesilia conserva la antigua casa de labor que dio origen a la bodega y que forma parte de las visitas a la misma. La almazara se ha convertido en un restaurante y en el zaguán tienen una pequeña muestra de especias que sirve para explicar el mundo de los aromas que las barricas aportan al vino así como de ho­menaje a la industria especiera local que es una de las más importantes de España. Seguro que todos tenemos en casa algún frasco de especias de algunas de las marcas o empresas de Novelda, como también es muy probable que, sin saberlo, hayamos probado las uvas de Casa Cesilia, pues aunque elaboran vinos, la mayor parte de su producción está dedicada a uva de mesa.

Si queréis comprar estas especias y al mismo tiempo echar un vistazo a muchos de los vinos de Alicante os recomiendo acercaros por Art de Vi, una enoteca que vende también productos culinarios de calidad. Mari tiene unas mil referencias de vino de todas las regiones de nuestro país, pero sobre todo de Alicante. Dice que ha notado un mayor interés por el vino desde hace unos años y que a la gente le gusta probar cosas nuevas y demanda catas que aquí se suelen hacer de manera regular.

De castillo en castillo
Vino espumoso de Monastrell de la bodega Bocopa.
Vino espumoso de Monastrell de la bodega Bocopa.

Desde luego, originalidad no les falta a las bodegas alicantinas a la hora de elaborar vinos. Mientras comía en el restaurante Les Pedreres, en Petrer, he probado alguno de los nuevos vinos de Bocopa, la última bodega que visitaré en este viaje. En esta zona, la variedad Monastrell es la que manda y con ella se hacen hasta espumosos como el Marina Espumante Red. La visita es divertida, todo el mundo con su bata blanca de laboratorio y sombrero de paja, como uniendo los aspectos serios y festivos del vino. Bocopa representa a varias cooperativas de la zona y son verdaderamente activos en la promoción, con ideas tan sorprendentes como un desfile de moda con trajes inspirados en el mundo del vino. Los basados en las barricas y en la cepa se exponen en la tienda.

Y es que esto de la costura tiene mucho que ver con Petrer, donde se fabrican zapatos y bolsos y donde la oficina de turismo ha puesto de moda el ganchillo. Sí, sí, el ganchillo. Piezas de ganchillo cubren árboles y fachadas de edificios, o sirven de banderolas que marcan el itinerario por el casco antiguo. Incluso hay un encuentro anual en el que han llegado a participar más de 200 ganchilleras (todas mujeres, eso sí). Yo, como tampoco sé tejer, me he ido a visitar las casas-cueva (que están musealizadas y no hay que perdérselas) y el castillo. Como tantos otros de esta zona es herencia del paso de los musulmanes por estas tierras. Hay incluso una Ruta de los Castillos del Vinalopó, del que también forma parte el de Villena, donde termina mi viaje.

Por aquí, por este castillo de Villena pasaron los li­najes de los Manuel, los Aragón y los Pacheco, y su historia se va desgranando en las visitas guiadas a esta atalaya. Está tan bien contado que es muy fácil imaginarse todo mientras hacemos el camino de ronda o escalamos, de piso de piso, la torre del homenaje. También hay que ir hasta el Museo Arqueológico, don­de se expone una colección estupenda pero que se queda pequeña ante el hallazgo estrella: el Tesoro de Villena, un conjunto de piezas de oro y plata (cuencos, brazaletes, botellas…) labrado con exquisita elegancia hace más de 3.000 años!. El viaje termina aquí. Esta noche descansaré en La Casa de los Aromas, una antigua casa convertida en bed&breakfast donde Pilar ha ido creando también un ambiente particular: lo mismo te encuentras con unas lámparas modernistas que iluminaron la primera estación de tren de la ciudad que una mini exposición de pintura. Mi cabeza está repleta de extraordinarias sensaciones y mi libreta de decenas de historias.

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