Reportajes

CARTA DEL DIRECTOR: Positividad ante la tormenta perfecta

Como lectores de ORIGEN sabéis muy bien que nuestra filosofía editorial parte de la conciencia y del conocimiento del mundo agrícola, del arte y el esfuerzo que representa para los profesionales del medio rural tener un discurso propio que les permite producir alimentos de calidad y de forma sostenible. Por eso llevamos casi tres décadas poniendo en valor nuestras zonas rurales y a todas las personas que forman este entorno. Una tarea que hoy parece más difícil que nunca, puesto que sobre agricultores, ganaderos y pescadores penden muchas amenazas; puede incluso que se esté desatando la tormenta perfecta.

Por Eugenio Occhialini 

A duras penas y a base de trabajo y de creatividad, el medio rural ha sabido afrontar, dejándose el alma en el camino, una pandemia de larga duración y funestas consecuencias no solo para la economía sino incluso para la salud mental de las personas.
Cuando parecía que se intuía el final al menos de la etapa más dura de la crisis sanitaria mundial, se superpone, sin tiempo para el respiro, la subida dramática de los costes de la energía que mu­chas fuentes sitúan en torno al 40 por 100 y que está teniendo un efecto inmediato sobre la rentabilidad de fincas y explotaciones, ante la imposibilidad de que sus gestores pueden ajustar sus precios en ese mismo ratio. El largo periodo de sequía que atravesamos, especialmente en el sur de España, no ha hecho sino compli­car aún más la situación.
Y, como todo es empeorable, mientras escribo estas líneas se ha iniciado una terrible guerra en Ucrania con unos daños humanos imprevisibles y que, sin duda, representará unos costes más altos no solo de la energía sino también de materias primas alimentarias como los cereales de forma inmediata.

Nuevos costes para el productor 
Por todo eso hablamos de una tormenta perfecta que va a incidir sobre la puesta en marcha en la Unión Europea, el próximo año, de la nueva Política Agraria Común (PAC) que, en función de su apuesta por el medio ambiente, la protección ante el cambio climático y la sostenibilidad en su conjunto, va a generar nuevos costes al productor dentro de un periodo de adaptación que no será precisamente fácil. ¿Cómo afrontamos todo esto? ¿No tendríamos que frenar un poco el ritmo del cambio que se anuncia y adaptarnos a estos tiempos nefastos? ¿No deberíamos quizá perfeccionar los objetivos?
Asistimos a una escasez de fuentes de energía que está afectando a todo el mundo y a debates a veces estériles sobre determinados suministros, como los procedentes de la energía nuclear, cuya paralización está repercutiendo decisivamente en las carestías actuales. Habría que buscar nuevas salidas.
Pensábamos que, una vez dejados atrás los momentos más difíciles de la pandemia, llegaba la hora de hacer piña y de recuperar las ganas de volver a trabajar y de volver a vivir en plenitud. Nuestra voluntad es poderosa, pero no esperábamos que nos lo fueran a poner tan difícil.
La crisis sanitaria nos ha llevado a pensar que la transición ecológica parece más urgente que nunca. Que nuestra salud futura dependerá, en buena medida, de nuestra manera de alimentarnos, de la calidad de los productos que ingerimos. Pero transitar este recorrido no nos resultará gratis, los costes son cada vez más elevados y la excelencia en alimentación, la comida rica y saludable, nunca tiene precios de saldo. Nos preguntamos por eso, ¿quién pagará los costes de esa ruta hacia un mundo mejor?
Son todos motivos para que sigamos envueltos en muchas dudas y no podamos salir del estado de shock. Pero ante la tormenta perfecta de la pandemia, la guerra, la sequía y la imparable subida de costes, que está obligando al mundo rural a manifestarse en el centro de las ciudades de España y de Europa, nosotros seguimos optando por ser positivos.
Nada malo para la condición humana puede venir de alimentarnos mejor, de que seamos cada vez más cuidadosos con los procesos productivos y de saber los riesgos que asumimos ingiriendo en exceso alimentos determinados. Y ese ha de seguir sien­do el norte a pesar de las dificultades.
Al menos el Parlamento Europeo no ha cumplido la amenaza de extremar los avisos sobre los efectos perniciosos para la salud del mundo del vino, que habían generado sudores fríos en el colectivo vitivinícola, eje de nuestro sector alimentario y también de la cultura mediterránea en su conjunto.

No solo destrucción sino también energía
Por eso y sin levantar nunca demasiado los pies del suelo, como corresponde a la agronomía, tampoco hay que bajar los brazos. Nunca llovió que no escampara y los rayos y truenos de la tormenta perfecta no solo provocarán destrucción sino también energía si sabemos encauzarlos. Desde ORIGEN al menos seguimos confiando en ello.

Redacción

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