Una vez más, parece ser que los monjes fueron los responsables de que el vino (es decir, la vid, los viñedos) también llegara a estos lares. Ya se sabe: necesitaban el jugo de las uvas para su liturgia, para tomar y beber todos de él porque ese era el cáliz de su sangre (de la de Cristo), y, de paso, asegurarse un sustento, claro, en especie (por entonces, el vino constituía un verdadero alimento y, además, solía ser más saludable que el agua) y pecunario (comercializando con él).
Texto y fotos: Óscar Checa Algarra
Corría el siglo XI cuando por esta comarca de Cigales se fundó, junto al antiguo Camino Real, la iglesia abacial del que pronto sería el monasterio de San Isidro de Dueñas y, algo más al sur, al lado del río Pisuerga e igualmente junto al Camino Real, el monasterio de Santa María de Palazuelos.
Una suerte bien distinta
El primero se convirtió en la cabecera de la orden cluniacense en Castilla, es decir, uno de los lugares más importantes de esta comunidad monacal, donde venían a formarse sus miembros. El segundo hizo lo propio dentro de la orden del Císter, que es a la que pertenecía. Pero aunque comenzaron siguiendo caminos paralelos, el destino les ha deparado una suerte bien distinta. El de Palazuelos sobrevivió a la desamortización de Mendizábal pero tras cerrarse en los años sesenta del siglo XX sufrió el vandalismo y hasta llegó a convertirse en vertedero. Hoy, recuperado, es un centro cultural que sirve para los más peregrinos eventos, desde conciertos hasta desfiles de moda. Por su parte, el de Dueñas ha llegado hasta nuestros días sirviendo a los propósitos con que fue creado, aunque la comunidad que lo habita ahora es benedictina.
Antes de ellos estuvieron los trapenses (una ramificación de la orden del Císter) y desde entonces se le conoce así, como el monasterio de La Trapa. A finales del siglo XIX estos monjes comenzaron a elaborar chocolate y hoy, justo al otro lado de la carretera (es decir, al otro lado del antiguo Camino Real) la fábrica Trapa es quien mantiene la tradición. Eso sí, los monjes siguen suministrando la leche, pues comercializan este producto de sus rebaños de vacas. En la tienda de Trapa se pueden degustar y comprar todos los productos que hoy se elaboran en sus instalaciones (en fase de ser adaptadas para visitas turísticas): chocolates, bombones, cacao en polvo (para hacer chocolate caliente y para batidos fríos)… Todos sus productos están exentos de gluten y de grasas hidrogenadas, por lo que, además de estar deliciosos son aptos para todo el mundo.
Chozos y posadas
El trazado del Camino Real coincidía con el de la Cañada Real y, además de monasterios, a su vera se crearon hospederías donde se alojaban los que por entonces viajaban: funcionarios y mercaderes. También lo hacían los pastores que guiaban los rebaños trashumantes, claro, pero estos dormían en chozos, una especie de cabañas hechas de piedra junto a las que levantaban también un cercado para el ganado. Hay muchos por la zona (en Dueñas incluso hay una ruta temática), algunos auténticas virguerías de arquitectura rural.
Pero volviendo a las hospederías, ése es el origen precisamente de Concejo Hospedería, un hotel de 14 habitaciones ubicado en un palacio del siglo XVII que comenzó siendo posada de tratantes y comerciantes. A Enrique Concejo, el dueño y gerente, le gusta contar la historia de este lugar; la antigua y la más reciente, la que le toca de cerca a él, desde que su bisabuelo comprara la mitad de la antigua mansión y, más tarde, su abuelo se hiciera con el resto. Fueron siempre una familia viticultora y bodeguera, y él, Enrique, lo sigue siendo. La mejor manera de degustar sus vinos (rosados y tintos) es en el restaurante del hotel, momento en que nos damos cuenta de que la faceta gastronómica es la que mueve todo el universo de este establecimiento que ha recibido el premio Rutas del Vino de España al Mejor Alojamiento Enoturístico. Casi todos los productos son locales o de la comarca, y de temporada. La calidad, incuestionable y el tratamiento muy acertado, de moderna sencillez, sin banalidades. La cocina de Concejo Hospedería es también una forma de llegar hasta otro de los productos estrella de la comarca, la miel, y, además, con un enfoque turístico (ver recuadro).
Animando el cotarro
Esta comarca también tiene su “catedral del vino”. Así es como se conoce a la iglesia de Santiago Apóstol de Cigales, con trazas catedralicias (sus dos torres se ven a kilómetros de distancia) y que se levantó y subvencionó con el dinero generado por el comercio del vino durante el siglo XVI. En aquel momento, la capital del reino era Vallodolid, y la corte demandaba mucho vino, por lo que se traía del lugar más cercano, que era la comarca de Cigales. Con el templo a medio terminar, la capital volvió a trasladarse a Madrid y, con ella, todos los nobles y burócratas (o sea, todos aquellos que consumían vino).
El vino de Cigales comenzó a enviarse a la nueva corte, pero aquellos tiempos no eran los de hoy, y para cuando llegaba a su destino, el vino estaba tan agrio como el genio con el que recibían la noticia los gerifaltes y mandamases, que empezaron a consumir el que se producía en el sur de Madrid. La economía de Cigales se vino abajo y la iglesia se quedó inacabada… hasta que un mecenas cigaleño, Fray Antonio Alcalde, obispo de Guadalajara (México), mandó, desde el otro lado del océano, el dinero necesario para terminarla. Hay muchísimas más curiosidades alrededor de este edificio, perfectamente explicadas en las visitas organizadas desde la oficina de turismo, por lo que no hay que dudar en sumarse a alguna de ellas. Después, por supuesto, hay que pasarse por los barrios de bodegas, por los cotarros.
Son fáciles de identificar: hay que buscar montículos de tierra y chimeneas de piedra. Se trata de bodegas excavadas en el terreno cada una con su correspondiente respiradero o zarcera (aunque a esta chimenea también se le llama lucera, tufera, lucerna, cercera…) Cotarros hay en casi todos los pueblos de esta comarca y de la Ruta del Vino Cigales (www.rutadelvinocigales.com): en Cigales, en Mucientes, en Dueñas… En Cigales, una de estas bodegas que todavía conserva los elementos originales (lagares, prensa de viga, tinos…) se ha acondicionado para visitas. En Mucientes, otras dos se han convertido en un Aula de Interpretación donde se explica el proceso de elaboración del vino en estas bodegas cuevas que empezaron a construirse en las afueras de los pueblos para solventar la demanda de producción de vino.
El clarete, el vino tradicional
En este pueblo, una serie de murales pintados por Manuel Sierra sirven de hilo de Ariadna hasta este museo. En todos ellos hay un pájaro cuyo pico indica la dirección que hay que seguir hasta la bodega. Las visitas guiadas organizadas también desde la oficina de turismo son de lo más completas, didácticas y fructíferas, y, entre otros muchos aspectos, explican la elaboración tradicional del clarete, el vino tradicional de la zona de Cigales. A primera vista es un rosado, pero la diferencia es que el clarete se elabora con variedades blancas y tintas, mientras que en el proceso del rosado solo intervienen las tintas. Con las visitas a bodegas quedará incluso más claro. En la que hacen desde la Cooperativa de Cigales se puede visitar un viñedo tradicional, donde veremos que esa mezcla de uvas tintas y blancas se hacía (y se sigue haciendo) ya en el campo, pues en las viñas antiguas se mezclaban cepas de diferentes variedades de uva y se recolectaba junta.
En Bodegas César Príncipe también suelen empezar las visitas por el viñedo que las rodea y, en cada época del año se explican los trabajos que se están realizando o que deben realizarse en el campo. Con la cata posterior queda tiempo para charlar de claretes, rosados y tintos, pues éstos son de los primeros Cigales tintos de calidad que salieron al mercado hace unos veinte años. Hasta entonces, la tradición (y algo de complejo de inferioridad) les había mantenido encorsetados en el clarete, pero ahora todo ha cambiado. Bueno, algunos rincones siguen tal como fueron, pero esto no es peyorativo si de lo que hablamos es, por ejemplo, de las casas cuevas conservadas en Dueñas.
En uno de los cotarros de bodegas de esta localidad, se puede visitar una bodega que también era casa, un tipo de casa donde vivían las familias más humildes. Las diferentes estancias se suceden casi de forma laberíntica excavadas en la roca de la montaña y la recreación es tan auténtica que parece que los dueños van a aparecer por algún lado en cualquier momento. Desde luego estos cotarros o cuartos de bodegas son de lo más llamativo, y solo les falta estar adornados con flores y tener unas ventanas redondas para trasladarnos a los escenarios fantásticos de los poblados hobbits de El Señor de los Anillos.
Cigales: un paisaje poderoso
Todavía queda una particularidad que reseñar de esta Ruta del Vino Cigales: el paisaje. Páramos, cárcavas, cauces de ríos, valles y hasta un canal complementan el terreno por donde crecen viñedos y cereales, y también algunos olivos. Basta con seguir el curso del Pisuerga, que atraviesa la comarca, para ir encontrándonos con cada uno de estos horizontes diferentes.
Las riberas de los ríos constituyen un entorno fabuloso para completar un recorrido enoturístico por esta comarca, aunque tal vez sean más llamativas las del Canal de Castilla. Los caminos de sirga de esta obra de ingeniería hidráulica se han acondicionado para paseos en bici o en caballo como los que hacen empresas como Itinerante o el club hípico La Hijosa. En el camino se mezcla el ocio deportivo con la visita cultural para conocer este proyecto que se puso en marcha en el siglo XVIII con el propósito de solventar los problemas en el sistema de la red viaria que impedían el transporte del cereal de Castilla hacia los puertos u otras zonas de comercio. Al poco tiempo de ser terminado, llegó el ferrocarril y lo dejó obsoleto, aunque en sus orillas se instalaron molinos, fábricas de papel o harineras, muchas de las cuales han llegado hasta nuestros días.
Pero, sin duda, el entorno más espectacular es el de los Cortados, en Cabezón de Pisuerga y en San Martín de Valvení. Enormes paredes cortadas a tajo por la acción erosiva del agua durante millones de años dejan ver las entrañas geológicas de los páramos: calizas, margas, yesos, arcillas… Son acantilados de río, ni más ni menos, de colores excéntricos. Se pueden recorrer por la cima o por la base, aunque hay que ser muy prudentes, pues los materiales de los que están formados se desprenden fácilmente. Pero, bueno, teniendo eso en cuenta y extremando la cautela, merece la pena pasear por lo alto de estos cortados y sentarse a ver la puesta de sol o a dejar vagar la mirada por el valle.
En busca de la reina
La cita es en uno de los páramos de los alrededores de Valoria La Buena, en la comarca del Cerrato, un lugar de tradición secular en la apicultura y la elaboración de miel. Y a eso hemos venido: a aprender cómo se hace la miel, pero en sentido literal; no cómo se procesa sino cómo se produce en la colmena. Si necesitáis ponerle un nombre, esto es apiturismo. Lo llevan a cabo Miguel y Gonzalo, de Miel Montes de Valvení, auténticos apasionados del mundo de las abejas y de la miel. La que sale de sus colmenas (milflores, lavanda y miel de bosque) tiene los mayores reconocimientos de calidad de nuestro país y, con las actividades que proponen ellos, pretenden mostrar todo lo que rodea a su laureado producto. Miguel habla de la comarca, del paisaje, de las plantas aromáticas que crecen aquí (tomillo, salvia, espliego, romero…) y, enfundados en los trajes blancos de apicultor nos conduce hasta las colmenas, que están en un antiguo corral de chozo (el de Cevico). Comienza ahora la clase sobre la vida y trabajo de las abejas, mientras éstas zumban a nuestro alrededor. Abre una colmena y muestra el panal repleto de miel, larvas, obreras, algún zángano… y la reina… que… tiene que estar por aquí también… La excursión termina con una cata de mieles en el campo… y ganas de saber más.