Por Luis Cepeda
En efecto, la jornada dedicada a la mujer está institucionalizada por la ONU desde 1975, con la expresión oficial de Día Internacional de la Mujer Trabajadora, aunque se originó en 1911 en Centroeuropa como signo de la lucha de la mujer por “su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona” y hasta comienzos de este siglo no fortaleció del todo su expresión pública y utilidad reivindicativa a través de sectores laborales específicos. Se trata, pues, de una conmemoración encuadrada en principios de justicia social y no debe
En el propio ámbito de la asociación Mujeres en Gastronomía (MEG) no faltan reacciones dignas y puntuales que prescriben actitudes nuevas. Una de sus componentes fundamentales, Carme Ruscalleda, rechazó la distinción de Mejor chef mujer del mundo, otorgada por los organizadores del célebre The World’s 50 Best Restaurants británico, por considerar que se sacaba de contexto un galardón solo aceptable desde la competitividad profesional simultánea de hombres y mujeres, renegando así de la presunta discriminación positiva que supone el concepto de “chef mujer”. Mal estamos si se distinguen por sexos los méritos profesionales en el territorio del talento. Hace años que la chef María José San Román, ahora impulsora y presidenta de MEG, no pudo ser más ecuánime cuando, durante una entrevista le pregunté si ser mujer implicaba otro modo de ser chef. Respondió que suele hablarse de sensibilidad femenina, “pero yo aprendí con dos maestros, Jean-Louis Neichel y Joan Roca, hombres, sensibles y profesionales, a quienes me gusta parecerme, porque el oficio culinario no es sexista”.
Su imparcialidad prevalece en mensajes más recientes, al reconocer que la historia de la mujer en la cocina no existe –más allá de su presencia doméstica o gregaria en el oficio–, pero que tampoco hay mucha historia que contar en la de hombres “antes de Augusto Escoffier, que implantó las reglas en la cocina francesa, emprendiendo con ello la historia de la gastronomía y sus cánones, de la que hemos bebido hasta que
Creo que el apogeo de la figura del cocinero, en cuanto a personaje con prestigio y alcance popular o mediático se produce con la aparición de la figura del cocinero-empresario; es decir, cuando el chef toma del todo el mando en la actividad hostelera en la doble función de cocinero y gestor. Previamente los jefes de cocina habían logrado alta consideración profesional, bastante bien remunerada y colmada de prebendas, que no solo les bastaba, sino que ellos mismos anteponían a la opción o al riesgo empresarial. Los cocineros españoles ejercieron su oficio con éxito y prosperaron los clubes de jefes de cocina sostenidos por bases laborales o sindicales amplias, donde la proporción de las cocineras era exigua. Pero no es ocioso recordar que al mítico Jockey no se acudía porque cocinara Clemencio Fuentes, que era un gran chef, sino por tratarse del restaurante del empresario hostelero Clodoaldo Cortés. Ni a Lhardy para saborear expresamente el cocido de Antonio Feito, sino el célebre cocido de Lhardy en vajilla de plata, ni al Goya del Ritz a degustar el talento culinario de Eustaquio Becedas. Tampoco al Castellana Hilton –hoy Intercontinental–, para admirar la cocina magistral de Ángel Cáceres, cuyas recetas de autor estaban en los manuales de cocina de toda la cadena Hilton, ni al Fogón del Wellington a percibir la cocina esencial de Pedro Unsáin, que luego fue maestro de Arzak. Se trataba de grandes cocineros, pero su soberanía profesional se circunscribía al ámbito del oficio, salvo en casos de algunos cocineros-empresarios con popularidad regional, como Juan y Luis Durán, en Figueras y Le Perthus, Genaro Pildáin, del Guría en Bilbao, Antonio Julià, de Reno en Barcelona y unos pocos más.
Sin embargo la curiosidad gastronómica del público siempre tuvo claro que los mejores lenguados, langostinos y pollos fritos los hacía Doña María Izquierdo, de Casa Aroca, en la plaza de los Carros de Madrid; que si estabas en San Sebastián era un placer disfrutar de la cocina de Pepita Berridi, depositaria del legado de la gran Nicolasa, y si recorrías en el Valle del Bidasoa podías gozar de las becadas asadas a la vista, ebrias de fuego y armagnac, de Josepha, en Santesteban, donde a lo mejor te encontrabas al mismísimo Orson Welles, que habría viajado expresamente desd
Es interminable el repertorio de célebres cocineras, cuando los cocineros no lo eran tanto. Amparo Martín, gobernando el horno de Botín o “las chicas” de Malacatín, las diez hijas de su prolífico fundador, que mantuvieron su legado centenario desde la puerta a la cocina. También Marisa Sánchez, madre de Francis, hasta hace bien poco al frente del Echaurren de Ezcaray o Benigna Fernández, fundadora de Casa Gerardo y la abuela Ángela, instauradora de su célebre fabada. Y Damiana Arribas de Casa Zoilo, en Palos de Nalón, creadora del pichín alangostado o las fabes con marisco, la abuela Leandra, acreditada guisandera de Las Cabañas, en Peñaranda de Bracamonte, nudo de comunicación entre las Castillas y Extremadura; el indispensable La Goya de Valladolid, fundado por la hermana de la abuela de la actual propietaria; Casilda, la cocinera que abrió Casa Ojeda, en Burgos, dictando la doctrina del asado de lechazo por toda Castilla, junto con Seri Bermejo, del Mesón de la Villa, en Aranda de Duero; Paqui y Lolita Rexach, del Hispania en Areys de Mar, Montserrat Fontané, de original Can Roca, en Girona o Luisa Martínez, del Juanito de Baeza y sé me quedo muy corto.
La víspera del Día de la Mujer, Manuel Vicent recordó en “El País” que fueron mujeres quienes en el Neolítico comenzaron a guisar y desde entonces, a lo largo de 10.000 años, no han abandonado la cocina; “en cambio son hombres los que han acaparado la cultura culinaria”. Y consecuentemente, es inevitable la reivindicación trasversal a propósito de la desproporción entre cocineras y cocineros con rango de chef, pero acaso haya que poner menos foco en reparto las estrellas o restar énfasis al componente empresarial en favor del dispositivo social que invoca la jornada de la mujer y su día a día. Hay que parar las aguas del olvido, pues debemos mucho a las mujeres nos precedieron en una historia de la cocina de ellas que, si queremos, existe y es potente. El mensaje espontáneo y pseudo-anónimo del principio, concluye diciendo: “¿dónde han quedado todos esos valores que definen a las heroínas de nuestras familias, esa lucha llena de mujeres valientes y esa fuerza de los matriarcados tan propios de nuestro país? Supongo que no se identifican con la ola de feminismo desbocado actual”. Todo un punto de vista. Para pensárselo.
La aceituna de mesa es uno de los alimentos más representativos de la Dieta Mediterránea…
Ya están abierta las inscripciones para H&T, Salón de Innovación en Hostelería, que tendrá lugar…
El Ayuntamiento de Sueca, a través de la Concejalía de Comercio, ha puesto en marcha…
HABLA Nº34 (28 euros) es un Tempranillo fruto de la añada 2021, concebido para celebrar,…
El Patronato de la Denominación de Origen Queso Manchego ha procedido a la elección de…
El Mejor Cortometraje rodado en la D.O. Rueda ha sido para La Celestina, de Rodrigo…