Reportajes

Cuando nos trajimos el trópico

Los alimentos con que se nutre la sociedad se deducen en principio de la vegetación y el paisaje en que se vive, además de las costumbres, recursos e incidencias históricas que fueron y siguen modificando su progreso. A lo largo del tiempo, frutales y hortalizas generaron determinaciones agrarias, sociales, políticas, económicas o sanitarias de diversa índole, cuya complejidad y dinámica siguen revelando e interpretándose durante encuentros globales de la naturaleza de Fruit Attraction, lo que a mediano y largo plazo revierte en sustanciales modificaciones de los mercados.

Por Luis Cepeda

Entre nosotros, la alimentación primitiva fue muy rudimentaria mientras sólo se conocieron en Europa algo más de siete plantas alimenticias autóctonas, entre las que fueron fundamentales el manzano o el castaño. A medida que se sosegaron las condiciones climatológicas, se acometieron asentamientos agrarios, progresó el riego y se activaron las relaciones –a menudo bélicas– entre los pueblos, progresando la acogida de plantas y procedimientos originados en las comarcas vecinas. Inicialmente continentales, luego africanas o del Oriente Medio –que abundaron notablemente en sus aportaciones–, más tarde fueron asiáticas o prodigiosamente americanas tras el encuentro con el Nuevo mundo.

Respecto a frutas no es ocioso recordar que España mantiene la ventaja de disponer de numerosas variedades de productos frescos y diversos durante todo el año. Como consecuencia, nuestro consumo de fruta es relativamente elevado, en comparación con otros países europeos, lo que favorece nuestro patrón mediterráneo de dieta. El consumo actual, bastante estabilizado, supera los 100 kilos por habitante y año, según datos de Mercasa (Mercados Centrales de Abastecimientos) lo que nos convierte pues, junto a Grecia, en  el país con mejor proporción en consumidores de fruta de Europa.

Distribuidos en unos 33 kilos de cítricos, unos 23 kilos de frutas de pepita, casi 15 kilos de melón y sandía y aproximadamente los mismos de fruta de hueso, el resto –unos 15 kilos–, corresponden a frutas tropicales, uvas, fresas, fresón, etc. El consumo de frutas, en todo caso, es principal, además de muy recomendable debido a la riqueza en minerales, vitaminas, fibra y antioxidantes que aportan y a los que cada día se otorga más importancia en la nutrición. Su consumo es oportuno en todas las edades y estados fisiológicos, aunque se debe reforzar durante la infancia y situaciones de embarazo.

Tampoco podemos olvidar que buena parte del aprecio que sentimos, tanto por las frutas como las verduras lo origina nuestro anticipada y larga presencia en América, continente al que aportamos principalmente productos cárnicos –luego esenciales en su alimentación–, como el cerdo, la oveja o el ganado vacuno y aves como la gallina y sus huevos, pero fuimos recompensados con generosidad debido al potencial, poco menos que infinito –e incesante aún– de plantas frutales y hortalizas que fueron modificando no solo la alimentación europea, sino la del mundo por entero. Precisamente, a la versatilidad y progreso constante de plantas frutales y hortalizas originadas en Iberoamérica se dedica cada año una principal atención de Fruit Attraction, el evento de referencia.

Frutas y hortalizas del mundo presentes en nuestra dieta

Respecto a ello me parece oportuno mencionar un párrafo de un reciente texto llegado a mis manos, incluido en el trabajo de Fin de Master de Miguel Alan Córdova Silva que publica la Universidad de Valladolid con el título El universo de los sentidos, sabores, colores y olores del Nuevo Mundo. Se nos recuerda que “quienes tuvieron el privilegio de probar y modular los sabores americanos, traspasando alimentos indígenas al ámbito cultural mediterráneo, como en el caso del tomate, sirvieron de puente gastronómico para que cultivos como la patata o el pimiento llegaran a los más lejanos rincones del mundo”. Lo que me conduce a evocar un comentario firme de nuestro admirado amigo Ismael Díaz-Yubero, bromatólogo y veterinario que nos dejó hace cuatro años y cito de memoria: “el aporte alimenticio que se obtuvo de América fue infinitamente superior a las presuntas riquezas de las que se apoderaron los países conquistadores”. Y su contribución sigue vigente, con datos verificables aquí y allá.

 

En el estado de Tabasco –que visité con frecuencia durante mi larga permanencia en México–, donde la espontaneidad frutal y agrícola es pródiga, suele decirse que si quieres vivir ocioso pero bien alimentado, te bastará con efectuar un paseo de poco más de cien metros por campos o bosques para recolectar alimento de calidad, gratuito y suficiente con el que nutrirte. Y durante mi reciente visita a Ecuador del mes de agosto –donde he descubierto numerosos productos frutales inesperados– me enteré de curiosidades financieras como los acuerdos establecidos con algunos países acreedores, para paliar su deuda externa, mediante el trueque de productos procedentes de la exuberancia frutal de sus regiones, donde el país es líder en la producción de plátano, piña, coco o papaya; un insólito procedimiento mercantil facilitado en este caso por el monetarismo dolarizado de Ecuador con que se miden las relaciones crediticias entre países.

 

En todo caso, hay que añadir que son numerosas las frutas tropicales, americanas que, sucesivamente han adaptado su cultivo a alguna región española, sobre todo en Canarias y la Costa Tropical andaluza, nombre con que se designan algunas comarcas marítimas de las provincias de Granada y Málaga, como las de Motril, Almuñécar o la Axarquia, donde se cultivan con éxito aguacates, chirimoyas o mangos (de origen indio, aunque muy radicados en los trópicos americanos) y en menor cantidad, guayaba y papaya, litchi y kivano australianos o carambola malaya.

 

Los cultivos canarios fueron bastante espontáneos e inmediatos al descubrimiento –pues fueron escala del itinerario– en lugares tan propicios como el Valle de Agaete, en Gran Canaria. Sin embargo, su extensión andaluza es justo acreditársela a personajes como Julián Díaz Robledo, histórico abastecedor de frutas madrileño, promotor de numerosas plantaciones exóticas en España y ameno divulgador científico en documentadas obras como Frutos exóticos y Frutos Tropicales de la Costa Andaluza. Y de lo general a lo particular, digamos que hoy la proporción de frutas y hortalizas exóticas en oferta es amplia y tiene demanda, tanto en grandes superficies como en el pequeño comercio. En todo caso, me permito recomendar el fenómeno emprendido hace unos cinco años por The fruits of the World, importante recinto hortofrutícola instalado en el área nueva de Pozuelo de Alarcón (Madrid), que cuenta con biólogas viajeras, personal bien informado y contactos internacionales para efectuar una oferta puntual de hortalizas y frutos exóticos producidos tanto en España, como en sus países de origen.

Luis Cepeda

Periodista, escritor, editor y director de empresas y actividades turísticas. Colaborador de la FAO y de numerosos medios informativos en España y México –donde dirigió Ediciones Deusto y las revistas cuadernos de Comunicación y Perfil–, fue asesor gastronómico de Telecinco, colaborador de Canal Cocina y desde 2000 a la actualidad ha sido cronista de restaurantes y vinos de Guía del Ocio, On Madrid (El País) y El Economista. Autor de más de veinte títulos de gastronomía y ficción, publicados en Eespaña, México e Italia, es Premio Nacional de Gastronomía de Periodismo 2016, miembro de la Asociación de la Prensa y de la Academia Española de Gastronomía.

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