Reportajes

EL VIAJE DEL GUSTO: Aliste, Tábara y Alba, corazón agroganadero de Zamora

Aliste¸ Tábara y Alba son tres poderosas comarcas agrarias del noroeste de la provincia de Zamora, delimitadas por la Sierra de la Culebra, el río Duero, Portugal y el embalse del Esla. Se distribuyen en 31 municipios que incluyen 102 núcleos de población y apenas 13.575 habitantes, lo que ofrece una densidad media de 6,7 habitantes por kilómetro cuadrado. En el paisaje compartido conviven las llanuras con los valles y pequeñas formaciones montañosas. Son abundantes los cursos de agua, destacando los ríos Aliste (que da nombre a la comarca), Manzanas, Esla, y también el Duero, que crea aquí unos escarpados Arribes. En la imagen, un toro Alistano-Sanabrés.

Texto y fotos: Asociación para el Desarrollo de Aliste, Tábara y Alba (Adata).

Este territorio conserva un rico patrimonio arquitectónico, cultural y artesanal, base de la vida de sus gentes. La actividad económica se centra en la ganadería y la agricultura, junto a pequeñas empresas agroalimentarias y de servicios.

El paraíso de los etnógrafos
Las tierras de Aliste, Tábara y Alba constituyen un caso excepcional de conservación de cultura tradicional en nuestro país, lo que algunos ya han denominado “el paraíso de los etnógrafos”. Es este un auténtico museo al aire libre de construcciones tradicionales que, durante siglos, han servido a sus gentes para vivir en armonía con el medio que les rodea. Entre puentes de piedra, molinos, palomares, cortinas de pizarra y balconadas ha surgido el sagrado folclore de los antepasados. En romerías fronterizas como las de la Ribeiriña, la Luz y la Festiña, portugueses y españoles se hermanan e in­tercambian sus productos y su alegría.
Entre las mascaradas de invierno destacan la de Los Carochos de Riofrío de Aliste o la del Tafarrón de Po­zuelo de Tábara, que corren detrás de todo el pueblo entre el ruido de los cencerros y los palos amenazantes. Otras representaciones de origen teatral, como El Auto de los Reyes Magos, a veces con textos del siglo XVIII, y La Cordera, aún hoy son dramatizadas en el interior de la iglesia. Y recordemos que el gran poeta español León Felipe nació en Tábara (donde se le recuerda con una obra escultórica) a finales del siglo XIX.
En función del calendario, perviven escenas estremecedoras por estos campos zamoranos como la procesión del Viernes Santo en Bercianos de Aliste, donde un cristo articulado es desclavado de su cruz y acompañado en su urna por una comitiva de cofrades que visten una singular túnica blanca: la misma mortaja con la que se les enterrará el día de su fallecimiento.

Gastronomía basada en nobles productos
Hablar de gastronomía en Aliste, Tábara y Alba es referirse a una tradición culinaria basada en los nobles productos que estas tierras han venido dando desde hace siglos. La carne de Ternera de Aliste, de limitada producción, es una de las más deliciosas y sanas de nuestro país, envidiablemente tierna incluso en piezas asadas de gran grosor, y dotada de un sabor y textura inolvidables. Su origen y calidad controlada inicialmente me­diante una Marca de Garantía, con una exhaustiva trazabilidad, hoy ya ha escalado a Indicación Geográfica Protegida.
Junto a la Ternera de Aliste, otro emblema alimentario local procede de la panadería. Única por su concepción es la Bolla Alistana, gran hornazo hecho con auténtico pan, y relleno de chorizo y tocino. Y la localidad de Carbajales de Alba da nombre a un pan de ho­gaza, con una textura y sabor únicos.
Como en el resto de la provincia de Zamora, dos productos son de calidad extraordinaria en estas tres comarcas: el queso y el chorizo. El Queso Zamorano con DOP es un queso graso de pasta prensada elaborado con leche de oveja de las razas Churra, Castellana y procedentes del primer cruce de madres de la raza Churra y Castellana y padre de la raza Assaf española, no pudiendo, en este último caso, realizar reposición de la propia explotación. Se exige una maduración mí­nima de 100 días para los quesos de más de 1,5 kg y de 60 días para los quesos de menos de 1,5 Kg.. Y el Chorizo Zamorano con Marca de Garantía acoge un embutido de larga tradición por estas tierras y que ejerce como una de las más prestigiosas chacinas de Castilla y León.
Por estas comarcas zamoranas también nacieron y perviven dulces tradicionales como el Bollo Marimón y los Borrachos de Alcañices, delicia almibarada y cubierta de canela. Para endulzar la repostería casera, la naturaleza le concedió a estas tierras el privilegio de la miel oscura de brezo, oro negro que nace en las faldas de la Sierra de la Culebra, donde se desarrolla una extraordinaria actividad apícola, además de producirse estupendos vinos, donde destaca la labor de la «Asociación de Vinos de la Sierra de la Culebra» . Esa misma naturaleza puso en las manos de estas gentes los hongos y otros frutos silvestres que figuran entre los más deliciosos y limpios de la geografía nacional, comercializados por diferentes empresas locales. Las rutas micológicas con una excelente alternativa para descubrir estas comarcas.

Tesoros artesanales
Como tierras fronterizas, olvidadas por la industrialización, han podido conservar durante siglos sus manifestaciones artesanales como un verdadero pasaporte que las identifica en cualquier rincón. Los bordados de Carbajales, del siglo XVI, y plasmados en el “traje carbajalino”, se han convertido en la seña de identidad de la provincia e incluso ha representado a Zamora durante 200 años en los festivales internacionales.
También han llenado el territorio nacional de inigualables piezas la cerámica de Moveros, cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, aunque sus formas también re­cuerdan las de la cerámica visigoda. En esta localidad se modelan piezas de color dorado, utilizando para ello un barro especial que está considerado por muchos al­fareros españoles como una de las mejores pastas ce­rámicas de la Península.

Caza y pesca
Practicar deporte en un espacio tan limpio se convierte en un privilegio. Hoy en día la caza sigue siendo el polo principal de atracción en la Reserva Regional de Caza de la Sierra de la Culebra, donde la captura de los ma­yores ciervos de la Península y del lobo está regulada por subastas. Fuera de esta zona especial, más de un centenar de cotos de diferente propiedad permiten la caza de otras especies como la perdiz, el conejo, el ja­balí y el corzo.
La pesca en los limpios embalses y ríos de la zona ofrece la oportunidad de llevar al cesto especies como las truchas, cachos, gobios, barbos, bogas, carpas, tencas, lucios y la rana común.
Esas mismas aguas embalsadas son el espacio perfecto para la práctica de diferentes deportes náuticos, mientras los amantes de la montaña pueden practicar el senderismo y el cicloturismo por las múltiples riberas y caminos de la comarca que, hacia la frontera portuguesa, se abre a otro mundo de intercambio y descubrimientos.
Aliste, Tábara y Alba, escasamente pobladas por los humanos, se han convertido, sin embargo, en un excelente refugio para multitud de especies animales que en nuestra Península se hallan al borde de la extinción o son difíciles de ser avistadas. Aves como el alimoche, el buitre leonado, la cigüeña negra y la garza planean con solemnidad sobre el gran cañón de los Arribes del Duero. Las aguas de los ríos y arroyos alistanos aún sienten el ligero peso del pie de la nutria, mientras en los sembrados sobrevuelan el águila real y el búho real, o el martín pescador sobre los ríos. Entre tanto, la mayor población de lobo de todo el continente europeo recorre los senderos de la Sierra de la Culebra, junto a ciervos y corzos de envergaduras imposibles de encontrar en otras provincias.

Maravillas arquitectónicas

Desde las primeras manifestaciones prehistóricas en distintos abrigos, cuevas o santuarios, hasta el siglo XX, las distintas épocas sembrarían, durante más de 5.000 años, estas tierras de obras artísticas. La época romana y la Edad Media dejaron obras de gran valor tanto en la arquitectura como en la escultura y la pintura. Buena muestra de ello es el medieval Castillo de Alba (S. XII y XIII) , baluarte frente a las intrusiones lusas de aquella época, o el posterior Fuerte militar de Carbajales de Alba (S.XVII). La Edad Media nos dejaría también joyas como la Iglesia de Santa María de Tábara, asentada sobre los restos del Monasterio de San Salvador, del que saldría el valioso códice cisterciense «Beato de Tábara» (S. X), o el convento de San Francisco, en Alcañices, obra franciscana del siglo XVI. De esos albores renacentistas llegaron también hasta Vivinera las pinturas murales de su iglesia parroquial o la cruz de plata de Gallegos del Río. Poco después, en el siglo XVIII, aparecerían obras como el retablo mayor de la Magdalena, en Villarino de Manzanas, obra única con relieves de tipo narrativo.

Redacción

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