Texto: Óscar Checa Algarra. Fotos: Óscar Checa / Varios
Toda esta zona estaba plagada de viñedos y lagares y, por su relativa cercanía a la capital (además de por lo atractivo del paisaje y porque aquí se habían construido los dos primeros grandes hoteles balnearios) se convirtió en parte del itinerario que recorrían aquellos turistas ingleses en lo que se denominó ‘la vuelta al mundo’, un circuito pensado para entretener a quienes venían buscando, sobre todo, alivio para sus trastornos reumáticos o pulm
Bien de Altura
Como asesor en la Bodega San Juan trabaja Carmelo Peña, un joven de 34 años que cuenta con una sólida experiencia tras haber trabajado, por ejemplo, en el Douro (con Niepoort), en el Bierzo (con Raúl Pérez) o en Chile. Ahora aquí, en la Bodega San Juan, elabora sus propios vinos con uvas procedentes de viejos viñedos recuperados, que crecen en escarpes y pendientes y a una altitud de entre 1.100 y 1.460 metros. Es trabajoso pero él solo v
e bondades (viento fresco, aireación constante, buena exposición, viñedo en secano…) por lo que el nombre que le ha dado al proyecto es Bien de Altura. No hay soroche que valga cuando uno es feliz. Y a Carmelo se le nota así, radiante y apasionado con lo que hace. Su primer vino -y el más conocido- lleva un nombre que me suena familiar…: se llama Ikewen, una palabra de la lengua amazigh de los bereberes que significa ‘origen’.
Cerca de aquí, en la parte baja de la ladera noroeste del Pico de Bandama, está la Bodega Los Lirios, otra de las históricas del Monte Lentiscal. El paisaje negro del picón, de la arena volcánica, contrasta con los colores del viñedo y con el manto herbáceo que dejan crecer en él. El paseo por las viñas forma parte de las visitas a esta hacienda de la que no se sabe mucho respecto a su origen. Sí se conoce que antiguamente fue un convento y que después pasó a manos privadas y a estar ya por completo destinada a la producción agrícola y, sobre todo, vitícola. Las cepas que crecen en la parte más inclinada de la ladera tienen más de cien años pero son muy difíciles de cultivar. Más abajo, donde el terreno se hace algo más llano, las viñas combinan orientación y mo
do de plantación (unas en vaso y otras en espaldera), formando una estampa de lo más llamativa. El lagar de piedra que se conserva junto a la bodega es otro de los espacios que más llaman la atención pero, tal vez, el que se lleva la palma es el Bochinche. Así se llamaban aquí las tabernas de paso que preparaban comidas sencillas para los viajeros, los comerciantes o los trabajadores de las fincas y solían vender el excedente de vino de su producción.
Vendrían a ser lo mismo que lo que en Tenerife llaman guachinches. Y como es algo muy auténtico hay muchos esta
Ojos verdes
Antes de adentrarme hacia el centro de la isla, hacia la Cumbre, voy a visitar otra de las bodegas más singulares. Está al otro lado de la Caldera de Bandama, el que da al sur, en dirección a Telde. Aquí, en el barranco de García Ruiz está la Bodega Señorío de Cabrera, una modesta finca familiar ubicada en una ladera con inclinación imposible… Felisa y Agustín se han montado su pequeño paraíso vegetal en este escarpe delirante donde todo se hace en pequeño formato y con una sencillez apabullante. El viñedo está plantado en la parte alta de la pared, en bancales mínimos arañados en la roca. También
Al viñedo se accede en una vagoneta por raíles, al estilo de los de terrenos como los de Ribera Sacra. Desde arriba, con la vista abarcando todo el barranco, explica su proyecto, abierto a las visitas pero, por supuesto, individuales o en grupos reducidísimos. El terreno así lo impone. Y claro, eso da lugar a una experiencia única, cercana y singular como pocas.
A las cinco en Agala
Aquellos primeros turistas ingleses de los que hablábamos al principio no se aventuraban hacia el interior. Claro que en aquella época los accesos eran escasos y después del ajetreo y el vaivén de las tartanas por los caminos del Monte Lestical pensarían que la ración de exotismo estaba más que cubierta. En fin, ellos se lo perdieron, claro, porque el espectáculo de Tejeda y la enorme caldera con barrancos, crestas, quebradas, hondonadas, cuevas, promontorios y salientes es algo digno de contemplar. Esta es una de las zonas arqueológicas por excelencia de Gran Canaria. No es de extrañar que a los antiguos pobladores de la isla les impresionara este entorno tanto como ahora a nosotros. En los actuales centros de interpretación del Roque Be
Excavada en la roca está también la Bodega Agala (Bodegas Bentayga), en el extremo este de la caldera de Tejeda. El proyecto al frente del que está Sandra Armas comenzó hace 25 años cuando su padre plantó el viñedo. Tuvo que hacer las terrazas que hoy vemos pues, evidentemente, la orografía del lugar es demasiado abrupta y fragosa. Eso tampoco permitía crear gran
Por eso sus vinos llevan por nombre el guarismo que hace referencia a la altitud de la parcela de la que procede la uva que está en mayor porcentaje en cada vino. Y las cotas van desde los 1.050 hasta los 1.318 metros. Agala, por cierto, también es una palabra de la lengua amazigh y significa ‘monte alto’. La parcela que se extiende justo a la puerta de la bodega es la de mayor altitud y aquí se organiza una de sus actividades turísticas, el Sunset de Agala, o lo que es lo mismo, la contemplación de la puesta de sol a las cinco de la tarde, cómodamente sentados con la caldera de Tejeda a nuestros pies, mientras disfrutamos de un vino excelente rodeados de las viñas de donde han salido las uvas con las que se
Auténticos vinófilos
La última etapa del viaje me lleva primero hacia San Bartolomé de Tirajana, donde está Bodegas Las Tirajanas. Esta cooperativa ofrece la posibilidad de realizar visitas guiadas bajo reserva en las que nos explican la historia de la vitivinicultura en Gran Canaria, las variedades de uva, el proceso de elaboración de sus vinos y las particularidades de la zona en la que se asientan los viñedos de sus socios, que comparten terreno con olivos y palmeras. De todas las islas Canarias, esta es la única que tiene una verdadera tradición olivarera. Aquí se cultiva especialmente la variedad
El lado más gourmet llega una vez en Las Palmas, eso sí. En un viaje como éste hay algunos lugares que no pueden quedarse fuera y el primero es Vinófilos Triana, «un lugar de tapas y picoteo con una gran enoteca, con referencias nacionales e internacionales, pero en la q
Tampoco puede faltar un almuerzo o una cena en Hestia, el restaurante de Juan Santiago, un joven cocinero que desde muy temprana edad tenía claro que quería estar en los fogones y que después de estar “toda la vida del tingo al tango” se lanzó con su proyecto más personal aquí, en el barrio de Guanarteme, hace poco más de un año. Por la mesa pasa sorpresa tras sorpresa en unos platos aparentemen
Y el vino, canario, por supuesto, como también ocurre en el menú degustación del Poemas, el restaurante que los hermanos Padrón inauguraron hace un año nada más y nada menos que en el Hotel Santa Catalina. Su cocina también se centra en lo local, con productos canarios presentados, además, en una vajilla diseñada por el creador grancanario Néstor Martín-Fernández de la Torre. Mientras disfruto con la Anguila a la ‘benedictine’, los Raviolis de parmesano y caldo de lentejas y la Cigala con toffe de su cabeza, entre otras exquisiteces, pienso de nuevo en aquellos ingleses de ‘la vuelta al mundo’: seguro que tras su día de inmersión autóctona también les
hubiera encantado cenar en el Poemas…
En la caldera
Albillo, Listán, Marmajuelo, Verijadiego, Negramol, Malvasía, Tintilla, Moscatel, Castellana y Gual s
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