Texto: Lara Villanueva. Fotos: Burgos Alimenta
David Peña: 52 años. Ganadero de Potro Hispano Bretón de Burgos. Toda la vida entre caballos. Residente en Cabañas de Virtus, en las norteñas Merindades. Día a día cuida de sus 40 caballos en extensivo, que se alimentan de hierba, del pasto de una montaña que quiere mirar al mar.
Jesús Chomón: quinto de David. Hostelero desde los 17 años. Toda la vida detrás de la barra, primero en Barakaldo, luego combinándolo con un bar en Soncillo, su pueblo, donde llegó a comprar un antiguo molino eléctrico que fue el germen de El Desván, el gastrobar que hoy regenta.
Dice David que, si tira una piedra a unos 150 metros de distancia desde su casa, ni siquiera llega a alguna casa colindante. Sin embargo, el parón provocado por este virus ha sembrado algo en las mentes de todos. También en nuestra voluntad y ganas de ocio, que nos hace mirar al verano pensando en escapadas rurales a rincones casi perdidos como este pueblo que cuenta con unas 20 casas abiertas.
“El nombre del pueblo viene de que las casas antes eran cabañas. La gente venía aquí con el ganado y resulta que ha terminado siendo una especie de urbanización rural”, cuenta David. Hoy estas casas conservan la cuadra pegada a la vivienda, dotándolas de un universo único en esta España que vuelve a mirar al turismo de interior.
De adaptaciones también entiende y muy bien Jesús Chomón. “El molino que compré acabé reconvirtiéndolo para la gente de día, para pinchos y vermuteo”. De bar de copas a barra de pinchos y de comidas por encargo. Diez años en la mochila sirviendo pinchos de potro Hispano – Bretón de Burgos, diferenciándose, reinventándose, en palabras de este enérgico hostelero.
¿Cómo vivisteis el parón por el COVID?
Como ha ocurrido en el resto de sectores, las festividades en torno al potro burgalés y a la olla ferroviaria de esta primavera guardan un hueco en blanco. Lo cuenta Jesús: “Hemos perdido una de las mejores temporadas de la zona: San José, Semana Santa, la feria de San Marcos donde preparamos la olla ferroviaria, la Feria de Abril con nuestras pucheras… Todo eso me ha hecho perder el 25 % de la facturación”.
¿Y el futuro? ¿Qué fotografía mental tenéis?
Al igual que ocurre con la Alubia Roja de Ibeas, el potro Hispano Bretón de Burgos se vende fundamentalmente a restaurantes y cliente final de la provincia, e incluso, apuntando más fino, en la zona norte, la misma que hacían los ferroviarios que dieron nombre a este chup-chup de cocción lenta a través de la vía estrecha de Renfe. “Ahora son seis – siete horas de cocción, pero antes hacer una olla ferroviaria te llevaba el día entero”.
Jesús es de los que carga su olla en el coche y se la lleva por toda España: a ferias como Salón de Gourmets donde cuenta orgulloso que preparó una olla ferroviaria para 100 personas, pero quizá, más orgulloso todavía, narra las festividades propias del valle de Valdebezana, donde se ubica Soncillo. “Aquí todos los años tenemos un concurso de pincho-pote donde puedes probar las especialidades de potro de hasta cinco establecimientos. “En el último concurso hice un pincho de escalopín de potro salpimentando con reducción de Pedro Ximénez, espuma de mango y crocanti de almendra por encima que funcionó fenomenal”.
Jesús, todavía no nos has chivado la receta…
Una carne con un dulzor especial
La carne de potro Hispano Bretón de Burgos (con reconocimiento oficial desde 1997) tiene un dulzor especial que gusta especialmente a los pequeños comensales. Su bajo contenido en grasa y su alto contenido en Omega3 la convierten en una materia prima perfecta para creaciones como sus hamburguesas, solomillos, sus pepitos de potro o unas raciones de cecina o salchichón. En el valle de Valdebezana lo saben, por eso madrugan día a día con la tranquilidad de quienes reconocen que, aunque lento, el sector tira.
¿Por qué apostar por la carne de potro burgalés?
Dice Jesús que él no tiene olla rápida, que le gusta levantarse dos horas antes y acompañar el guiso. Solo ellos saben qué secretos les cuenta el hervor, qué susurran esos potros que hinchan el pecho a los hosteleros y ganaderos del valle. “Llamo desde aquí a que el sector se reestructure desde abajo. Hay que implicar a la gente joven para suplir la falta de regeneración. Y consultar a los ganaderos, porque somos los que podremos aportar ideas reales”.
Abramos entonces bien los oídos, porque, entre el rumor de las vías que conectaban Bilbao con La Robla se colará ese aroma a historias que se cuecen en el terruño más auténtico, en el valle de Valdebezana, al norte de Burgos.
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