Un estudio realizado en Oregon Research Institute lo confirma. Allí se proporcionan evidencias de que los participantes del Programa de Mindful Eating-Conscious Living experimentan cambios significativos en su IMC (Índice Masa Corporal), además de nuevos comportamientos frente a la comida.
Texto: Efa Rimoldi
Etimológicamente, las palabras saber y sabor provienen de la raíz latina sapio o sapere, que significa tanto degustar, saborear, como entender. Sapentia, posteriormente traducida como sabiduría, significa tener conocimientos o sabiduría del mundo, pero también significa degustar cosas del mundo. De igual forma, la palabra sapiens significa ser sabio y también se deriva de sapere, saborear y/o saber. La relación entre saber y sabor es una relación cercana a los actos de comer y beber: el saber como una forma de saborear, que se encuentra íntimamente ligada con el cuerpo en general y con los sentidos en particular. La neurociencia demuestra que podemos entrenarnos a través de la práctica del Mindful Eating, es decir, tomarnos el tiempo necesario para saborear la comida, algo que tiene un efecto directo sobre nuestra salud. Vamos a detenernos en los principios sobre los que se construye esta disciplina:
Principios de Mindful Eating:
1) Estar atentos a los alimentos que tenemos presentes, cómo comenzamos a desmenuzarlos, cómo los dirigimos hacia nuestra cara y boca, cómo ese alimento se deshace con la masticación
2) Detectar nuestros pensamientos en relación a la comida: antes, durante y después de la ingesta
3) Observar y estar alerta sobre todo lo que sucede en nuestra mente. Aceptar y dejar ir los pensamientos, con el fin de cambiar el foco atencional redirigiéndolo hacia la experiencia de comer y atender plenamente a lo que se está realizando y disfrutando del proceso
4) Experimentar los alimentos plenamente conectando con las sensaciones, emociones y pensamientos que nos producen. Nuestros sentidos reciben la información sensorial proveniente del entorno y también pueden activar diferentes emociones y algunos pensamientos relacionados con el alimento (“qué bueno está”, “no debería comer esto”…), o incluso despertar recuerdos de nuestra infancia, de algún viaje… que a su vez active otros pensamientos y emociones que se vivieron en aquel momento.
5) Prestar atención a las conductas que realizamos durante el proceso de comer, es decir, identificar qué comportamientos rutinarios tenemos mientras comemos.
6) Aceptarnos a nosotros mismos, a nuestro cuerpo y la forma que tenemos de relacionarnos con los alimentos. Nuestra relación con la comida lleva muchos años instaurada, no debemos pretender cambiarla en poco tiempo.
7) Prestar atención a nuestro cuerpo diariamente nos ayuda a familiarizarnos con él y a ser cada vez más conscientes de su singularidad. Su conocimiento nos permite detectar las necesidades que demanda (azúcar, vitaminas…) y satisfacerlas con el objetivo de comer para nutrir nuestro cuerpo (Dr. Silamani Guirao-Goris, n.d.), para cubrir unas necesidades determinadas.
8) Observar las situaciones y emociones que nos impulsan a tomar la decisión de ingerir o no ingerir alimentos. Existen elementos en nuestro entorno que pueden impulsar la conducta de comer, por ejemplo, un evento estresante, o una emoción intensa de aburrimiento, tristeza o ansiedad. Estos patrones desadaptativos de comer están presentes en una parte importante de la población, sobre todo en aquella que presenta una conducta de comer emocional. Concretamente, se sugiere que al menos un 60% de los individuos que tienen sobrepeso son comedores emocionales (Ganley, 1989 citado en Frayn & Knäuper, 2017).
9) No juzgar la experiencia ni a nosotros mismos Uno no debe criticarse a sí mismo ni a la experiencia de comer, sino que es importante aceptarla tal y como es. Hay que relacionarse con los alimentos como lo que son, elementos nutritivos que van a alimentarnos y a ayudarnos al funcionamiento correcto de nuestro cuerpo.
10) Comprender y atender a las decisiones que tomamos con respecto a la ingesta alimentaria. El Mindful Eating nos permite ser conscientes de todo fenómeno mental, entre ellos, de cómo y por qué tomamos las decisiones que tomamos con respecto a la conducta de comer, decisiones como el tipo de alimento que queremos ingerir, qué cantidad y calidad, inicio y fin del proceso de comer, horarios, si comemos por hambre o por deseo… Todas aquellas decisiones que hacen que el proceso de comer tenga cierto control y no se lleve a cabo impulsivamente.
11) Ser compasivos con nosotros mismos y con la forma en la que nos relacionamos con la comida En ocasiones nos enfadamos, nos recriminamos y nos criticamos por las actuaciones y elementos que rodean a la conducta de comer. Esto hace que nos sintamos peor y que dejemos de escuchar y de atender a las necesidades de nuestro cuerpo, puesto que nuestra atención se centra en el diálogo interno autocrítico.
Tomar conciencia del momento de la comida
Hacer una pausa y tener curiosidad enfoca la mente. Las preguntas ponen el foco en el bocado antes de llegar a la boca. Comer con atención cultiva el arraigo en la conciencia del momento presente y también alimenta al corazón.