¿Sabías que el 80% del sistema inmunitario se aloja en el intestino y que este largo tubo mantiene una línea de comunicación directa con el cerebro? ¿Sabías que se renueva todo cada dos semanas, y que tiene un impacto muy significativo en el estado de ánimo y la salud en general?
El intestino es considerado el “segundo cerebro” porque tiene la capacidad de funcionar de manera independiente y, a su vez, en conexión directa con aquel. Si el cerebro se pregunta ¿cómo está todo mi cuerpo?, el intestino es su principal fuente, ya que se trata del órgano sensorial más grande que recoge información sobre la calidad de los nutrientes, sobre cómo están las células inmunes, o las hormonas de la sangre, y luego envía toda esa información al cerebro para que la vincule con nuestras emociones y pensamientos.
El intestino es así el órgano estrella donde todo sucede para el buen funcionamiento del organismo y, por si fuera poco, juega un rol decisivo en el bienestar emocional. Si se lo pudiera ver con una lupa, se observaría que se parece a una toalla de algodón, y esos pelitos del algodón en el intestino se llaman microvellosidades. Allí se aloja la microbiota.
Microbiota procede de “micro” del griego “mikro” (muy pequeño), más Biota del griego “bioté” (vida): conjunto de la fauna y la flora de una región. También se puede considerar como el conjunto de microorganismos (virus, parásitos, bacterias u hongos), que conviven en la superficie de las mucosas y de la piel de los vertebrados. Se calcula que hay más de 100 billones de microorganismos que colonizan el tracto gastrointestinal del sistema digestivo de los humanos, siendo las bacterias las más abundantes.
Microbiota y salud mental
En los últimos años el mundo científico ha sido testigo de un aumento significativo de trabajos clínicos y preclínicos que vinculan la microbiota intestinal y la salud mental. Estudios recientes proponen una intrincada red de señalización que regula el eje microbiota-intestino-cerebro. Se sugiere que la comunicación entre la microbiota intestinal y el cerebro es bidireccional, establecida a través de mecanismos que involucran a los sistemas endócrino, nervioso, entérico e inmune. Este concepto emergente sugiere que la modulación de la microbiota intestinal puede contribuir con el desarrollo de nuevos tratamientos en patologías del sistema nervioso central. Una estrategia promisoria para modular la comunicación microbiota intestinal-cerebro radica en el uso de probióticos (microorganismos vivos no patogénicos), que pueden conferir un beneficio al hospedador en el ámbito emocional o en su capacidad de soportar estímulos estresantes. Esta nueva área de estudio, que une disciplinas aparentemente distantes como Microbiología, Endocrinología y Neurociencia abre un novedoso campo de investigación en salud mental.
Muchas patologías del aparato digestivo se relacionan con alteraciones en la microbiota intestinal, como por ejemplo, un colon irritable, las enfermedades inflamatorias intestinales o el sibo, que se refiere a una sobreproducción de bacterias patógenas en el intestino delgado.
Además del clínico, es decir, de los síntomas que producen este tipo de enfermedades, podemos hacer un Diagnostico microbiológico de la materia fecal para determinar que microorganismos están afectando a dichas patologías y de este modo, elaborar un tratamiento preciso que nos ayudará al proceso de curación.
Escuchar al propio cuerpo
En esa línea, un estudio de la Universidad de Ginebra, que se publica en Journal of Alzheimer Disease, asocia el desequilibrio en la flora intestinal con un mayor desarrollo de placas amiloides en el cerebro, íntimamente ligadas con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer y que también se produce una estrecha relación entre el intestino y el cerebro: “La flora intestinal modula la liberación de serotonina, y los niveles adecuados de este neurotransmisor son fundamentales para prevenir los estados de ansiedad o depresión”. El secreto está en tomar consciencia que el alimento es nuestra medicina. Nuestro cuerpo es un sistema perfecto. Desde ORIGEN nos gustaría proponerte que cada día te tomes un momento para escuchar a tu cuerpo… tal vez te sorprenda el eje Intestino-cerebro.
RECUADRO
Perjuicios y beneficios para la macrobiota
¿Qué puede dañar esta microbiota?
• La toma de un exceso de antibióticos, que aunque necesarios muchas veces, se sabe que alteran esta flora intestinal.
• Una alimentación abundante en alimentos procesados.
• Una alimentación abundante en azúcares simples
• Edulcorantes artificiales.
• La lactancia artificial y la cesárea, que pueden alterar la microbiota desde el inicio de la vida.
• El estrés crónico mantenido.
• El tabaco
• El exceso de alcohol
• El sedentarismo.
¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra microbiota?
• Consumir alimentos ricos en polifenoles, como las almendras, el brécol, chocolate negro, el té verde, la cebolla, o los arándanos, entre otros.
• Incluir prebióticos en la dieta, es decir, alimentos que sirvan de abono a esas bacterias intestinales que sean ricas en fibra fermentable, o en forma de suplementos.
• Incluir en la dieta alimentos fermentados como yogur, kimchi, kéfir, tempéh o kombucha, que favorecen el crecimiento de lactobacilus y otras bacterias positivas.
• Importante también el factor diversidad en la dieta; es decir cuanto más variada sea y de mayor calidad, más rica será la microbiota intestinal y al contrario, una dieta muy restringida comiendo siempre lo mismo, empeora la microbiota.
• Cuando sea preciso, se pueden añadir suplementos de probióticos o simbióticos según el caso.