Mia irmana fremosa, treides comigo a la ygreia de Vigo, u e o mar salido. E miraremos las ondas (…) Los versos del pergamino Vindel, transcritos en la etiqueta de uno de los vinos más conocidos de Rías Baixas, Martín Códax, me han acompañado, en forma de canción, a lo largo de este nuevo viaje enoturístico. Si no habéis escuchado nunca las cántigas de amigo de Martín Códax, éste es un buen momento para remediarlo. Pueden serviros de banda sonora de la narración que estáis leyendo y seguro que os acabarán de inspirar para dejaros caer por la Ruta del Vino de Rías Baixas.
Texto: Óscar Checa. Fotos: Xurxo Lobato y OC
Es curioso cómo nos atrae todo el mundo medieval, ¿verdad? Con Galicia y con esta comarca de costas sinuosas, retorcidas y salvajes pasa lo mismo. Será la fuerza del Atlántico; o el aura medio misteriosa que está presente en todos los rincones; o los colores inesperados, como los amarillos dorados y anaranjados de las vimbias (las ramas del Salix viminalis, una especie de mimbre que se utiliza para atar los sarmientos en los emparrados); o los paisajes desconcertantes como los que nos muestran viñedos al lado del mar o centenares de pequeñas parcelas de viña emparrada, entre arboledas, casas solariegas, riachuelos, cruceiros y hórreos. Ese paisaje tiene su explicación en la misma historia de la comarca: sus habitantes vivían tanto del mar como del campo, eran marineros y agricultores. También está la tradición de dividir las tierras entre todos los herederos, una costumbre que dio lugar al minifundismo y que hoy presenta casi todo el campo gallego como una enorme manta de patchwork, poco práctico pero de gran belleza visual.
Rias Baixas – El vino y el mar
Todo eso se aprecia cuando se recorren las cinco zonas de la D.O. Rías Baixas por donde también discurre la Ruta del Vino: O Rosal, Condado do Tea, Soutomaior, Ribeira do Ulla y Valle del Salnés. Pero desde la terraza de la Bodega Martín Códax se entiende perfectamente de un solo vistazo. Por aquí he empezado el viaje, que girará en torno al Salnés y a Cambados, por eso de que este 2017 ostenta el título de Ciudad Europea del Vino. Esta terraza de Martín Códax es un mirador exquisito sobre la ría de Arousa donde en verano organizan Os Xoves de Códax, unos conciertos cuyos beneficios se destinan a diferentes asociaciones sin ánimo de lucro de la zona. Por supuesto, la música se acompaña con vino, Albariño, faltaría más. Esos días son para disfrutarlo, pero si uno quiere conocerlo un poco más a fondo también puede volver para realizar una visita guiada y alguna actividad como las completas, divertidas y didácticas catas. La oferta enoturística de esta bodega es amplia e incluye propuestas tan atractivas como aprender a mariscar o recorridos por la ría a bordo de una embarcación tradicional.
Otros establecimientos, como Quinta de San Amaro, también ofrecen experiencias similares (ver recuadro) para unir el vino con el mar, o mejor dicho, para demostrarnos cómo se cierra el círculo de la idiosincrasia de este lugar. Es gracioso pensar que el marisco que hoy puede alcanzar precios exagerados, hace cosa de décadas era lo que nadie quería del mar y, al mismo tiempo, el sustento de las familias humildes… Sí, sí, los mejillones, almejas, ostras, zamburiñas, navajas o vieiras (que, por cierto, tan bien combinan con el vino Albariño) no gozaban por entonces de la estima que ahora les profesamos. Pero, ¡qué le vamos a hacer!, somos así… seres de extremos, pasionales (a veces de pasiones algo irracionales, todo sea dicho…)
En la mesa
De todas formas, bien es verdad que en muchos de los restaurantes de la zona podemos probar la mayoría de estos productos (junto a pescados) a buen precio y elaborados de manera exquisita. En Ribadomar, Manuel y su familia los preparan siguiendo las recetas de la cocina tradicional. Cualquier plato es delicioso, desde unas zamburiñas al horno a un rodaballo con almejas. Y Manuel, que es todo un relaciones públicas, no dudará en contaros cómo los elabora y decenas de curiosidades. También en Cambados, Casa Rosita perpetúa la tradición de la cocina gallega. Rosita era el nombre de la bisabuela de la actual Rosita que está al frente del establecimiento (hotel y restaurante). Se me olvidó preguntarle si hace 130 años, cuando sus antepasados comenzaron con el negocio, ya preparaban el que es su plato estrella, el salpicón de marisco de la ría, que está buenísimo, igual que las filloas con nata que ofrecen de postre. En Meaño, uno de los lugares clave es O Muiño da Chanca, también de cocina tradicional y, además, ubicado en un antiguo molino recuperado. Por ahora, el río no lleva el caudal necesario para poder poner en marcha de nuevo las piedras de moler, pero parece que dentro de poco sí lo hará. Será un atractivo más, aunque no le quitará el puesto a los platos como el pulpo a la brasa, los mejillones al vapor o el chuletón de ternera. La carta de vinos tiene más de cien referencias, y tanto las de Rías Baixas como el resto de zonas gallegas están bastante bien representadas.
Pero incluso hay una manera de vivir más íntimamente la gastronomía local. Para eso hay que desplazarse hasta Sanxenxo, donde está la Adega Eidos. Aquí, a Marcelo se le ocurrió hacer talleres de cocina y la idea tuvo tanto éxito que no paran! La encargada de estos talleres es Rocío, cocinera y asesora culinaria. Es una manera estupenda de acercarse a la cocina, conocer secretos de los platos y productos gallegos y descubrir los vinos de esta bodega en un marco relajado y muy cercano. ¡Sentados a la mesa todo es alegría! Por ella van desfilando los tres vinos que elaboran en Eidos, Albariños diferentes, procedentes de viejas parcelas cuyas cepas se empapan de los aires marinos que suben ladera arriba desde la playa de Silgar o de la de Carabuxeira. La sobremesa continúa en la terraza desde la que se divisa la costa y no es raro que se alargue hasta bien entrada la tarde porque, una vez más, nos sentimos como en casa.
El arte de cuidarse
Es hora de probar otras experiencias. Hasta este momento he mimado el estómago y el espíritu, y, ya que estoy en Sanxenxo, voy a aprovechar para hacer lo mismo con el resto del cuerpo. ¿Qué tal un tratamiento de vinoterapia en el spa del Hotel Augusta Resort? Suena bien, ¿verdad? ¡Pues aún sienta mejor! Primero un peeling con crema de pepitas de uva, después una envoltura corporal en cataplasma de vino y, por último, un masaje con aceite esencial de vid. ¡Y que viva el turismo del vino! La lista de tratamientos a elegir es enorme y las instalaciones, unas de las punteras en Galicia. Esta zona tiene tradición balnearia. Basta con nombrar la isla de La Toja para hacerse una idea. Aquí, el Talaso Hotel Louxo La Toja propone otro tipo de tratamientos termales: los basados en la talasoterapia, es decir, los que utilizan los beneficios del medio marino como el clima, el agua, los barros, las algas y otras substancias extraídas del mar. El vino, en este caso, lo dejaremos para la mesa. Por cierto, el restaurante de este hotel también merece una visita y, si queréis alguna sugerencia, probad el pulpo a feira o los fideos con almejas.
He encontrado otro establecimiento más donde la vinoterapia está presente. Es el Novavila Design Wine Hotel, en Meis. Como su nombre bien indica, es un hotel de diseño, de tan solo seis habitaciones, con su propia bodega. También es un only adults y hotel boutique, o sea que si os encapricháis con alguno de los objetos expuestos lo podéis comprar… y os vais a encaprichar con muchos, eso ya os lo avanzo… Pero volviendo a la vinoterapia, aquí encontraréis productos de cosmética realizados a partir de diversas variedades de uvas tintas: aceite, exfoliante, gel, champú, sal de baño… Y José Luis Vilanova, el propietario, especialista en decoración, ha diseñado hasta velas aromáticas de Albariño que dan ganas de hincarles el diente y todo. Aunque bueno, eso mejor hacerlo con los platos que también preparan para quien le apetezca cenar en el hotel porque, como no podía ser de otra forma, visto lo visto, son una delicia.
Vikingos en las rías
Parte de la fachada del Novavila Design Wine Hotel está forrada completamente de conchas de vieiras. Es un elemento de diseño muy original, sí, pero en este caso no lo han inventado modernos y osados arquitectos sino los antiguos marineros de la comarca. La escasez aviva el genio y los marineros de antaño, que de lo primero entendían bastante, acabaron también por ser maestros en lo segundo. Para proteger las paredes de sus casas situadas junto al mar del potente y húmedo viento del Sur, descubrieron que el mejor material aislante eran las conchas nacaradas de las vieiras. En el barrio marinero de Cambados, San Tomé, aún se pueden ver algunas de las más antiguas. Están junto al puente que lleva a la isla de San Sadurniño. En otros tiempos se llamó isla da Figueira, pero la torre que se construyó en ella acabó por darle también su actual denominación. Esta torre de San Sadurniño (de la que ahora solo quedan restos) formaba parte de un sistema de torres vigías que se construyeron durante la Edad Media cuando a los vikingos les dio por recorrer las costas gallegas (y muchas otras) buscando pueblos y ciudades a los que desvalijar. La construcción de una gran catedral en Santiago para albergar las reliquias recién encontradas del santo había llegado a los oídos de estos guerreros norteños que ya se habían dado cuenta de que las iglesias guardaban grandes riquezas. Para alertar a la ciudad con tiempo, a lo largo de la ría de Arousa se construyeron una serie de torres que se avisaban con señales de fuego cuando aparecían, remontando las aguas, los temidos hijos de Odín.
Un recorrido por Cambados nos descubrirá anécdotas tan jugosas como esa, aunque tiene muchas más. La historia del vino la encontraremos por todas partes y podemos empezar por el Museo Etnográfico y del Vino para conocer todo acerca de las variedades de uva locales, la elaboración del vino y diferentes aspectos de la cultura popular o el arte relacionados con él. Tarde o temprano acabaremos en la plaza de Fefiñanes (que, por cierto, antiguamente era una villa separada de Cambados) donde está el Pazo de Fefiñanes del que toma su nombre. Hoy alberga dos bodegas y una de ellas, Gil Armada, es la dueña de otra de las “sorpresas” de la ciudad: un enorme bosque silvestre conservado entre muros. Pasa desapercibido desde fuera por lo que cuando de repente uno se ve dentro, rodeado de árboles enormes, el asombro y el pasmo acuden a adueñarse de nosotros.
Pazos de colores
Pero esta Ruta del Vino todavía guarda más de un as en la manga para dejarnos fascinados… o, al menos, en lo que a mí respecta. Me quedan dos visitas antes de finalizar mi recorrido. La primera es Pazo Baion. Tal vez os suene y no sepáis exactamente de qué… bueno, pues fue el pazo de un narcotraficante, Laureano Oubiña, pero hoy, esta inmensa finca agrícola está dedicada a la producción de vinos de pago y al enoturismo. Como otras bodegas que he visitado, dedica parte de sus beneficios a programas sociales. Tiene tanto encanto que acaba de ser elegida como el Mejor Rincón Enoturístico de nuestro país en los III Premios de Rutas del Vino de España. Un antiguo palomar sirve ahora de sala de catas y la vaquería se ha transformado en salas para eventos, con restaurante incluido. La reforma lleva la firma de César Portela por lo que el color fetiche del arquitecto, un azul aguamarina, está por muchos sitios, llenando de luz los espacios.
Y acabo el itinerario en otro pazo, también marcado por los colores pero, en este caso, los de las flores. Pazo de Rubianes está declarado Jardín de Excelencia Internacional y, entre todas las especies botánicas que alberga (muchas de ellas tan singulares como los primeros eucaliptos que se plantaron en Europa o el primer alcanforero que llegó a España) destacan las camelias. En este jardín hay más de 4.500 ejemplares de 800 variedades diferentes que no solo sirven para recrearse la vista, sino que con el aceite de sus semillas se elaboran jabones, cremas y velas. Rodeando el jardín están los viñedos. Siempre han gozado de excepcionales aptitudes (por el suelo, el clima, la orientación…) por lo que la gente decía de ellos que “les daba el sol hasta por la noche”. La ocurrencia popular, siempre tan acertada…
La noche, precisamente, se me ha echado encima de tanto como he alargado esta última visita, acompañada, al final, con los vinos que elaboran aquí, utilizando solo el 30% de la uva producida, la de mayor calidad. Es hora de irse y mientras dejo el pazo atrás y planeo la fecha de mi vuelta, vuelvo a cantar una de las cantigas: Treides comig’a lo mar de Vigo, e veeremos lo meu amigo.
E bannar nos emos nas ondas!
Quinta de San Amaro
Prácticamente todo lo que se divisa desde el promontorio donde está este hotel son viñedos de Albariño que se desparraman por las laderas de un valle, en la localidad de Meaño. Ya procuraron Nacho y Julio cuando lo construyeron levantando viejos muros medio derruidos dejar toda la parte que mira a poniente bien despajada para disfrutar de esta vista. La terraza, la piscina y el enorme ventanal del restaurante también están orientados hacia los campos de viñas. Y uno no se cansa de mirar. Y tampoco si lo hacemos hacia el interior, a las diversas estancias del hotel repartidas en diferentes edificios. Mil detalles y cada cosa en su sitio, situada de manera estudiada o descolocada con precisión minuciosa. Es el campo chic, como diría una amiga mía. Y junto a ello, talleres de cocina, rutas en barco, turismo marinero, observación de aves… o la sencillez de pasar el tiempo leyendo o disfrutando de un vino… en un hórreo de paredes de cristal.