Icono tradicional y con merecida cátedra en la picaresca clásica española, la sota es provocadora: Siempre con una copa en la mano. ¿Vacía o llena? Imposible saber, pues es parte del juego. Esta figura, que es un 10 –en todos los sentidos- seguirá sonriendo con la ambigüedad de la Monalisa mientras nosotros miramos estos vinos que siguen el camino de los Reyes de Oriente, ellos miran al cielo con los pies en el suelo, así se ganan las partidas, con un juego natural. Paciencia, paz y ciencia, y esperar jugadas en las que los naipes, sensibles y vivos, van a sacar lo mejor de sí mismos. Estos tres vinos son magníficas expresiones de lo que hoy en día se está haciendo cada vez en más sitios, por eso hemos seleccionado tahúres de diferentes regiones.
Finca Los Hoyales 2017
Cruz de Alba, D.O. Ribera del Duero
100% Tempranillo
“Dejar que los vinos hablen de nuestra tierra”, también nos encargaremos de cuidar del origen, del viñedo, del campo y de su entorno para que tengamos menos quehacer en bodega. Sergio Ávila, responsable de este proyecto de Zamora Company, luce con orgullo este vino y su boina. Ambos representan el sentimiento del paisaje. Un paisaje que no tuvo su mejor año pero sí un gran resultado gracias a unas cepas viejas y experimentadas, rodeadas de pinares que, como el primo mayor, protegen a la niña bonita, Los Hoyales. La arena fina, casi de playa, y la altitud en plena milla de oro de Ribera del Duero, también ayudan. Es una viña sana, equilibrada y dotada de defensas naturales gracias al cuidado extremo. Lo cierto es que este paraje condensa su paisaje y es capaz de transmitir el carácter vigoroso, una mineralidad sutil y la vitalidad de una naturaleza sana, ordenada y feliz. Esta viticultura da lugar a una personalidad llena de mil matices. Una fermentación en barricas grandes de 500l y una maduración en barrica sobre lías, componen la estructura de un vino afrutado, mineral, ahumado. De intensidad media pero de largo final que tiene un equilibrio tan respetuoso como el vino.
La Pell 2019 blanco
Celler Lagravera, Lleida
Trobat blanca, Heben, Sumoll blanca, Macabeo, Xarel.lo, Pansa valenciana, Pansa de La Noguera, Moscatel de Alejandría, Garnacha blanca, Valencí, Pirineos 17, Pirineos 4 y otras dos desconocidas
“El legado de nuestros ancestros”, por eso “la piel” es un perfecto nombre para quien lleva en la misma su estilo e identidad. Aquí, desde el lejano oeste de Cataluña, y de viñedos que podríamos denominar antiquísimos, viene este vino también antiguo. Eso sí, su alegría es muy actual, porque el vino es una fiesta de variedades como lo es el viñedo. Hasta catorce uvas diferentes son parte del elixir de la felicidad de esta bodega que sólo elabora vinos muy especiales. Los mostos fermentan en unas tinajas hechas con arcilla de la parcela. La crianza se reparte entre damajuanas de vidrio, tinajas y barrica, con contacto de las pieles. Muy a la antigua, y el resultado, por ello, es rompedor y complejo. Pilar Salillas consigue así un vino muy aromático, con recuerdos a flores blancas, albaricoque, melón, pera y, cómo no, frutos cítricos. En la boca todos esos aromas aportan frescura, y el vino concentrado tiene toque cremoso y mucha complejidad. No hay filtrado, no hay estabilizado, pero sí una pasión por lo que se hace que se traduce en una historia de amor clásica traída a la actualidad. Un vino inolvidable.
6º Elemento 2021
Bodegas Sexto Elemento, Valencia
100% Bobal
“La libertad sin libros”, sin manuales, sin instrucciones. Sólo hacer de manera original, es decir, volviendo al origen, y no despistar con inconsistencias. Este es un vino artesanal que elabora Rafa López y que es muy familiar en todos los sentidos: por la escasa producción y porque no lleva nada añadido, muy de casa, intentando sacar todo lo bueno de la bobal y el terruño. ¿Qué hacía el abuelo, y el abuelo del abuelo? Pues ahí va saliendo la mejor expresión del viñedo, y con la energía que transmite el elaborador al vino: esa historia de amor y de sentimiento para con el viñedo en que el elaborador cuida de cada momento de trato con la viña: en la poda, en la cosecha, en la poda en verde… Este vino está hecho pensando en su lado físico y antropológico. Y luego un poco de tradición con diez años de crianza pasando por barrica francés. Barricas que hacen llorar y que aportan al vino los aromas de humo que se unen a los de bosque y frutos. En la boca, el equilibrio es más interesante por la expresión del tanino fundido y la acidez. El vino muestra que la vendimia manual y el buen trato dan aromas intensas, persistentes y con recuerdos golosos e insinuantes.
Los secretos de estos vinos están en poner en valor una sabiduría ancestral que habíamos heredado de nuestros antepasados pero que, con el tiempo, hemos ido sustituyendo. Revitalizar esos conocimientos y armonizarlos con los actuales es un reto que de verdad sí que adapta la modernidad desde la tradición. El resultado vale la pena porque se acerca a la excelencia por la tipicidad de unos vinos que, además, muestran el paisaje. Como siempre: Moderación y buena compañía. En la mesa mejor, y si aguantan en la mesa de juego ¡mejor aún! Sólo una advertencia, hay muy pocas botellas de cada uno, y la sota ya ha llenado su copa…