A las 14:10 horas del 19 de septiembre de 2021, el volcán de Cumbre Vieja, en la isla de La Palma, entró en erupción. Este fenómeno natural, tan bello como destructivo, ha cambiado la orografía de la isla y la vida de los palmeros. Uno de ellos, la bodeguera Victoria Torres, nos explica cómo están viviendo y aceptando los designios que la Naturaleza les ha impuesto de un día para otro.
Texto: Patricia Magaña. Fotos: Bodega Victoria Torres
Quinta generación de bodegueros, Victoria Torres dirige el negocio familiar que lleva su nombre y que se encuentra en la localidad de Fuencaliente, a tan solo 12 kilómetros lineales del cono volcánico, en la isla de La Palma. “La situación de la isla es de tristeza y emergencia, con muchos casos que necesitan de una solución urgente”, nos explica en una reciente entrevista en la que se atisba su pesar, un sentimiento que une actualmente a todos los habitantes de la isla canaria, tras cerca de tres meses del estallido del Cumbre Vieja.
Problemas menores de logística
El volcán ha enseñado a Victoria a relativizar y, aunque la erupción tuvo lugar en mitad de su vendimia en cuanto a volumen de uva, apenas le da importancia. “Tenemos viñas en zonas restringidas y la carretera que nos llevaba a otras parcelas del noroeste de la isla ha quedado cortada, por lo que tenemos que hacer viajes de cuatro horas para llegar hasta allí -explica-. Pero más allá de esto y de fruta cubierta de ceniza en algunos casos, se trata de un problema menor, tan solo un tema de logística; eso no es nada cuando ves que muchos de tus amigos se han quedado sin sus casas”.
Historia hecha vino
La bodeguera, que heredó de su padre 12 hectáreas de viñedo, comenzó a dedicarse al negocio a tiempo completo en 2015. Desde entonces, ha crecido su obsesión por luchar contra el abandono de la viña y por “hacer vinos muy pegados al paisaje de la isla”. Esto le ha llevado a adquirir viñedo en todas las zonas de cultivo “para descubrir la expresión singular de la isla y de las variedades autóctonas de uva en cada zona”.
“Cultivamos viña desde los 300 metros de altitud en el sudeste de La Palma hasta los 1.400 en el noroeste, con condiciones muy cambiantes. Trabajamos con el máximo respeto, conservando viñedos centenarios que tienen el diseño de quienes los plantaron y los han mantenido hasta ahora, con una trazabilidad de siglos. Me gusta respetarlos para entenderlos”, afirma.
Vinos volcánicos
Estas cepas centenarias de variedades autóctonas, el pie franco, los suelos volcánicos y la influencia del Atlántico y los vientos alisios dan lugar a unos vinos muy personales y especiales, “vinos fluidos, frescos, minerales, de graduación alcohólica contenida y que llevan a la copa otro tipo de vegetación”.
Son, en definitiva, el reflejo de un paisaje. “Cada año hay parcelas que me enseñan tanto que me hacen profundizar en mi visión sobre los vinos”. Pero este año, más allá de conseguir un producto de gran calidad, Victoria solo tiene un deseo: “Espero que, como generación, tengamos el coraje para afrontar esta catástrofe como una oportunidad para la isla, porque mental y emocionalmente no soy capaz de afrontarlo de otra manera -explica-. No ver esto como una oportunidad es durísimo”.