Icono tradicional y con merecida cátedra en la picaresca clásica española, la sota es provocadora: Siempre con una copa en la mano. ¿Vacía o llena? Imposible saber, pues es parte del juego. Esta figura, que es un 10 –en todos los sentidos- seguirá sonriendo con la ambigüedad de la Monalisa mientras nosotros descubrimos cómo el paisaje hace al jugador, y sus manos ganan las partidas. Desde los pueblos y villas bercianas, estos vinos ya son ganadores. Con estilo tradicional y con guiños a su larga historia, ahora presumen de haber aprendido a jugar naipes desde pequeños: y están más que preparados para llevarse todas las partidas. En la imagen, San Martín, de Prada a Tope.
Por Javier Fernández Piera
El Rapolao 2019, Vino de Paraje El Rapolao
Bodegas y Viñedos Peique
D.O. Bierzo
100% Mencía
“¡Sí, o!” Que nuestros abuelos lo hicieron mucho mejor de lo que pensábamos y por eso ahora podemos presumir de los parajes. Desde Valtuille de Abajo, el Rapolao se alza como un reto para viticultores y curiosos. Este viñedo viejo, de más de 90 años, se extiende en una ladera norteña con pendientes pronunciadas y suelos de arcilla y canto rodado que parecen haberse puesto de acuerdo para desafiar a quien lo cultive. ¡Sí, o! ¡el Rapolao es una aventura enológica! Y Luis, su responsable, bien lo sabe. Para elaborar este vino ya en bodega: grandes barricas de roble francés se preparan con una antigua técnica: un tercio con raspón y pisado, y el resto despalillado y sin estrujar, una complicación que merece la pena en el resultado con un año de barrica. Por eso este vino es un desafío sabroso: fresco, con fruta roja madura y un toque de hierbas silvestres. En la boca, su paso es suave y muy persistente, como esa conversación que te acompaña aún después de haberse terminado. Expresión del terruño singular que ha cautivado a viticultores en busca de la autenticidad.
Blanco Godello, Vino de Paraje San Martín
Prada a Tope
D.O. Bierzo
100% Godello
“¡Qué xeito!” Lo es, un éxito. Desde la villa de Canedo, el blanco Godello San Martín encarna la elegancia de lo sencillo. A tope siempre, pero en este caso, con mucho esfuerzo para sacar lo mejor de la tierra que tanto ha dado al Bierzo. Sus uvas se cultivan a 700 metros, en una ladera sur que recibe sol y viento en la dosis justa para dar vida a un vino auténtico. Este vino representa lo mejor de la cosecha de la zona y el respeto al viñedo a través de una vendimia manual y una fermentación espontánea en barricas de roble de 500 litros, que es el secreto del nuevo Bierzo, donde luego reposa durante un año y sigue madurando en botella, sin prisa. La cata revela una delicadeza única: un vino fino, con notas cítricas sobre un fondo dulce. Al saborearlo, la entrada es sedosa, su acidez bien integrada y un final mineral que invita a seguir y seguir. José Manuel, el magnífico enólogo, interpreta a la vez el paisaje y la obsesión de José Luis Prada para dejar con la boca abierta y que entre Bierzo por doquier. Pero en este caso con una elegancia serena: la elegancia de lo sencillo.
Cantarina 2 Viña de los Pinos, Vino de Paraje Las Gundiñas
Cantariña Vinos de Familia
D.O. Bierzo
Mencía y Palomino
“¿Y luego?” Luego, el legado. El placer de hacer bien las cosas. La satisfacción de cumplir con la tradición. Todo está bien. En Las Gundiñas, Villafranca del Bierzo, se encuentra la Viña de los Pinos, una parcela que guarda el alma de la tradición. Estas cepas en vaso, plantadas hace más de un siglo, se distribuyen en menos de tres hectáreas y representan un esfuerzo continuo por cultivar con respeto a la biodiversidad. Las variedades Mencía y Palomino de esta viña producen un vino mixto rico y de gran intensidad y carácter, que cada año muestra lo mejor del Bierzo. Este Cantariña 2 se cría casi un año en grandes barricas de roble francés, lo que le otorga una estructura que potencia su identidad. Tiene un profundo color rojo picota y aromas de fruta roja madura. En la boca, su frescura y vivacidad se combinan con taninos presentes y sabores de frutas del bosque. El final es redondo, mineral y terroso, que recuerda a los clásicos. Un vino para disfrutar como el paisaje icónico y el legado de cada racimo al que le da vida.
El Bierzo siempre sorprende, y ahora se ha posicionado como uno de los vectores de los vinos de pueblo, paraje, villa y esa singularidad que nos permite no meter todo en el mismo saco. Esta selección es sólo una muestra de los magníficos vinos que entran en esta nueva clasificación y que no solo deleitan el paladar, sino que también nos conectan con la historia y la cultura de la región. Brindamos por todos ellos. Como siempre: Moderación y buena compañía. En la mesa mejor, y si aguantan en la mesa de juego ¡mejor aún! Sólo una advertencia, hay muy pocas botellas de cada uno, y la sota ya ha llenado su copa…