Hay negocios directamente ligados a la tierra. Y hay otros que, además, llevan la impronta de alguien que hizo de ello un arte. Una matriarca que en 1870 inauguró la taberna que sentó las bases de un buen cocido. Se llamaba La Rayúa, nombre que hoy, casi dos siglos después, es mucho más que un restaurante, es todo un sentimiento a la hora de elaborar el cocido.
Con el paso del tiempo, las diferentes generaciones de la familia Verdasco han respetado cada paso de esta tradición legendaria conservando una cocina ligada al puchero de barro, a las recetas hechas paso a paso sobre carbón de encina, al comer con mayúsculas.
Hablar de Madrid es hablar indiscutiblemente de sentarse a degustar su cocido, un plato que desde principios del siglo XX es toda una enseña de la capital. En LA RAYÚA lo saben, y por eso cada detalle a la hora de preparar este plato cuenta. Respetando con el paso del tiempo los consejos y el buen saber hacer heredado de las anteriores generaciones, han convertido el clásico guiso en todo un ritual. Cocido con personalidad propia, elaborado durante cuatro horas respetando una ceremonia de vuelcos y recipientes llena de solemnidad.
Un cocido con historia y lleno de historias, que se ramifica además en otros platos y especialidades de la casa, como la ropa vieja, los garbanzos fritos con patata y cebolla o el arroz a la madrileña, y que forma parte de un concepto gourmet propio de los fogones con más solera, donde no faltan los imprescindibles de la cocina española – carnes, pescados, los tradicionales arroces, el pisto manchego, buñuelos de morcilla, los camarones de Sanlúcar o su pulpo a la parrilla-.
Este castizo manjar puede degustarse en LA RAYÚA MAJADAHONDA (C/ Del Dr. Calero, 54 Tfno. 918 05 75 30) y también en pleno centro de la capital en La RAYÚA MADRID (C/ De La Luna, 3 Tfno. 915 22 48 01) a unos minutos de la Gran Vía y del aparcamiento de Tudescos, donde la mezcla de piedra, madera y ladrillo reciben a un comensal que se sumerge en el ayer nada más entrar. Con dos escenarios, el gastrobar con mesas para saborear las tapas y raciones, tomar un vino o una copa a ritmo de chill out y su tradicional comedor con bancadas. LA RAYÚA ya se ha forjado toda una imagen llena personalidad, que combina perfectamente los nuevos aires con la nostalgia de las tabernas de siempre.
Los postres: siempre hay hueco para el dulce de antaño
El cocido y otros manjares de LA RAYÚA siempre van acompañados de postres como los Buñuelos de manzana con helado o uno de los secretos mejor guardados de esta familia gourmet, el chipitijuí, un misterioso chupito de sorbete propio de sus largas sobremesas.
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