En estos tiempos que nos han tocado vivir, nos han hecho volver a la esencia y autenticidad en muchas facetas de la vida. A un restaurante se va principalmente a pasarlo bien y a comer en condiciones. Y esa precisamente es la filosofía de Zaga. Buen producto, servicio cercano y profesional y precios comedidos. En Zaga se cuida de manera escrupulosa la selección del producto, escogiendo el mismo a través de pequeños proveedores y optando siempre por esa materia prima de temporada que además de ser la más óptima para el consumo, resulta a la postre la más económica.
Clásicos en la zona de barra
Con un desarrollo de marca a cargo del creativo publicitario Javier de Vega, Zaga plantea en su amplio y luminoso local, reformado por el estudio de decoración Kubo Ene de Natalia Casco dos propuestas diferentes, pero en las que el hilo conductor es idéntico. Platos de siempre, con ejecuciones sencillas y honestas que pueden degustarse bien en su zona de barra, a través de una carta específica de pinchos y raciones (atención a sus empanadillas de bonito “como las de la abuela”, a su tortilla de patatas -con o sin pimiento verde- que se ha hecho un hueco en la capital y a unas inesperadaas gildas de pastrami), dirigida a un picoteo más dinámico o bien en su amplio comedor de la planta superior, dirigido por el carismático Vasile Nan, en el que la propuesta es más amplia, si bien la mayoría de los platos están pensados para poder ser compartidos dando así la posibilidad de probar un mayor número de opciones.
Entre sus propuestas de otoño siguen manteniéndose algunos platos que, en su corta andadura temporal, se han convertido ya en icónicos. Obligatorio el tataki de atún rojo sobre tosta acompañado de guacamole, cebolla encurtida y un toque de lima; continúan igualmente el pisto casero con huevo “a caballo”, el bonito en escabeche casero (que destaca por su finura y jugosidad), el delicioso escalope con empanado “secreto” o los arroces terminados en Josper. Las opciones de carne (de La Finca de Jiménez Barbero) o de pescado, seleccionadas según el mercado se han convertido también en garantía de calidad.
Recetas para el frío
Pero, además, la cocina de Zaga está incorporando a su carta de otoño-invierno nuevas recetas más acordes con los fríos venideros, como la sopa de cebolla, los callos con pata y morro, la butifarra con trufa, patatas y pimientos, los garbanzos con setas y calamares, las alcachofas a la brasa o las sabrosas carrilleras de ternera.
Entre sus postres la piña a la brasa con jugo de mojito se ha convertido en un fijo en todas las mesas. Pero también hay opciones para los más golosos como la tarta de limón, el tiramisú o la tarta de queso.
La bodega dispone de una cuidada selección de vinos de diferentes denominaciones de origen con más de 40 referencias, además de todo tipo de destilados para que los clientes puedan alargar la sobremesa en un ambiente relajado y acogedor.
El restaurante dispone también de un reservado denominado “el ropero” con capacidad para 14 personas y de otro en la planta inferior para 10 personas, perfectos para comidas de empresa o reuniones de amigos.
Una agradable terraza completa el espacio, convirtiéndose en ineludible punto de reunión y entretenimiento en una de las zonas más punteras, -gastronómicamente hablando-, de la capital.
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