Están en el mismo local (Antonio Pérez, 26, semiesquina a Velázquez, 150), son prácticamente el mismo equipo y siguen ofreciendo esa divertida cocina tan característica de su antecesor. Oceanika toma el relevo de aquel restaurante con sabores iberoamericanos que enamoró a Madrid para volver a conquistarlo.
La Panamericana dejó huella en cada uno de sus comensales: comida rica, original, divertida, donde predominaban los sabores caribeños, chispeantes, frescos y llenos de fantasía, porque no siempre eran lo que parecían… y es que no es habitual empezar con la cafetera en la mesa y acabar con un nigiri sushi. Tras su cierre en 2015, el anterior propietario cedió el testigo al equipo que lo había hecho prosperar y ahora, dos años más tarde, Carlos Pérez, camarero por vocación, y Filomena Grudeski, bien conocidos por el excepcional trato que ya daban por aquel entonces en sala, reabren las puertas y se convierten en los impulsores del nuevo Oceanika (www.oceanikafusionbarmadrid.es).
Si algo se nota en esta etapa es el esfuerzo y por descontado el cariño que los entusiastas socios le ponen a cada cosa que hacen. Conocen perfectamente la filosofía, las recetas y saben tratar a su público como se merece, de modo que la fórmula no puede fallar. Aunque a los fans y viejos conocidos les sonarán las elaboraciones de fusión iberoamericana, para los que entren por primera vez, cada plato de la carta puede ser una sorpresa por su ‘efecto transmutador’. Empezando por los entrantes, con La cafetera desestructuradora, también llamado Cardito Express, que como su nombre indica se sirve en una cafetera italiana pero en realidad contiene un caldo de pescado y mariscos que al hervir sube filtrándose con verduras y se sirve como un café. Otra preparación impactante son los Churros con chocolate, que en realidad son fritos de harina de maíz preparados para mojar en judías negras. El vistoso Temaki a la mexicana, cazón en adobo rebozado en harina de garbanzo y servidos en cucuruchos de lechuga o la Causa Oceanika, una ‘reconstrucción’ de pulpo a la gallega, que tampoco dejarán indiferente.
Destacan también, estos sin engañar a la vista, sus deliciosos tiraditos, ceviches, tartares, o una mezcla de los dos últimos, el Tartar acevichado de salmón, que se acompaña de nachos y guacamole. Siguiendo con el sabor más mexicano, también ofertan unos buenísimos Cucuruchos de cochinita o de ají gallina. Y para poner aún más difícil la elección, todavía faltan las especialidades de la casa: ¿un Bloody Mary? Sí, sí, todavía seguimos hablando de comida… el plato empieza agitando una coctelera, con todos los ingredientes del combinado dentro, pero termina siendo un ‘salpicón’ de marisco en copa de daiquiri. Otro hit es el Lomo saltado, un plato típico de Perú presentado en un mortero o molcajete. Para terminar, los postres también guardan alguna sorpresa: Sushi, sweet sushi, hecho de arroz con leche coronado con dulce de guayaba, y Un par de dulces hostias, que lógicamente no duelen, y son unas irresistibles obleas rellenas de dulce de leche. Al ser cocina de origen iberoamericano, donde impera el maíz, la gran mayoría de la carta es apta para celíacos.
En el luminoso y agradable local predomina la madera, presente en los palets con plantas, frutas y lámparas que decoran las paredes, los colores claros y algunos detalles en rojo. Al fondo de la sala hay una barra perfecta para abrir boca con un pisco sour o un Ron Cuba libre preparado en mesa muy apetecible antes o después de comer.