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Madrid: Roll Connecticut, el nuevo hit de Lobsterie

El primer lobster bar de Madrid, ubicado en Chueca (Gravina, 17), amplía su oferta de bocadillos con una versión caliente de su icónico brioche de bogavante, un roll de gambón y otro de buey de mar gallego. En su primer aniversario, Lobsterie, un rompedor concepto pionero en nuestro país, incorpora además un menú de mediodía a precio cerrado, vinos fuera de carta y servicio take away.

En su primer año de andadura, Lobsterie ha conseguido democratizar un producto de la alta cocina como es el bogavante (a través de una propuesta informal de precios contenidos), fidelizar a una numerosa parroquia de madrileños y crear escuela como precursor de otros negocios de temática similar surgidos en la capital a raíz de su consabido éxito. Ahora, el neobistró de la calle Gravina anuncia algunas novedades en su oferta, como la inclusión de nuevos vinos y vinos fuera de carta, de un menú de mediodía a 25 euros y de nuevos bocadillos de delicioso pan brioche: roll de gambón, roll de buey de mar y roll Connecticut, la versión caliente del roll Maine (de bogavante frío) que ha sido y es uno de los platos estrella del establecimiento junto al bogavante asado con mantequilla francesa.

El lobster roll, un plato nacido en Nueva Inglaterra y que arrasa en países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, llegó hace un año a nuestro país de la mano de Lobsterie, un pequeño bistró de apenas 30 plazas y mesas altas que ocupa el local de la desaparecida Barra Atlántica, en pleno corazón del barrio de Chueca. Su artífice es el joven hostelero de origen francés Arnaud Keres, con experiencia en el restaurante Ze Kitchen Galerie de París (una estrella Michelin) y asentado en España desde hace varios años. Arnaud realizó sus prácticas de dirección de sala en Abastos 2.0, en Santiago de Compostela, y de allí pasó a Loxe Mareiro, la taberna marinera de Iago Pazos y Marcos Cerqueiro en Carril. Su complicidad con el equipo de Abastos le llevó a acompañarlos, ya como socio, en su aventura madrileña y cuando esta cerró en las Navidades de 2017, Arnaud decidió quedarse con el local para emprender su propio proyecto.

El concepto de lobster bar lo conoció en París y desde entonces alimentó la idea de replicarlo algún día en Madrid. En Lobsterie aúna el formato americano (roll de langosta con salsas, patatas fritas y coleslaw) con el uso de una materia prima eminentemente nacional y de categoría (bogavante azul gallego que compra vivo en las lonjas de O Grove y Coruña) y con evidentes guiños a su origen francés.

UNA NUEVA Y DIVERTIDA FORMA DE COMER MARISCO

En la carta, breve, concisa y pensada para compartir y mancharse las manos sin complejos, reina el bogavante en diferentes versiones, aunque también hay otros mariscos y pescados frescos de procedencia gallega y mediterránea (a excepción de las ostras, que son francesas). Para abrir boca sobresalen las mentadas ostras, con aliño de vinagre y chalota (como las hacía la madre de Arnaud), las croquetas de bogavante, de ligera y sabrosa besamel y rebozadas en crujiente panko, los camarones fritos en harina de garbanzos (una receta a medio camino entre el cucurucho y la tortillita gaditana) y el raw bar, un plato de pescado crudo o semicrudo que varía según el mercado y la creatividad del equipo de cocina y que engloba propuestas como ceviche de corvina, tartar de atún o de bonito, bacalao confitado, caballa curada en sal o salmón ahumado, entre otras.

Entre los emblemas de la casa destacan la pieza de 600 gramos de bogavante, partido por la mitad, cocinado a la sartén con mantequilla francesa (al estilo de las brasseries de Bretaña y Normandía) y acompañado por unas memorables patatas fritas caseras cortadas a mano, mayonesa de crustáceo y ensalada de col con zanahoria aliñada con pimentón ahumado, y el lobster roll, un brioche dulce de masa madre y harinas ecológicas elaborado ad hoc para Lobsterie por la panadería Amasa (en Majadahonda), relleno de tropezones de bogavante frio (al estilo Maine) con salsa de mostaza. Merece también vítores y ovaciones la única opción carnívora de la carta: el pulled pork sándwich, de carne de cerdo al horno con granos de mostaza encurtida y lombarda, en pan de semillas de amapola, también de Amasa.

MAINE O CONNECTICUC. DOS ESTILOS MADE IN USA

Esta temporada el apartado de rolls de Lobsterie se amplía con tres nuevas recetas: roll de gambón, roll de buey de mar gallego y roll Connecticut que, a diferencia del roll Maine, que se toma frío con mostaza y mayonesa, se prepara con mantequilla y se sirve caliente. Ambas versiones, originarias de Nueva Inglaterra, donde los nativos de ambos estados (Maine y Connecticut) defienden ferozmente su receta autóctona como la originaria y la mejor, pueden pedirse ahora con un extra de bogavante (20 g) por 5 euros más. Una nueva opción de Lobsterie para quienes quieran darse un merecido homenaje.

La oferta gastronómica del restaurante se completa esta temporada con un menú de mediodía que incluye, por 25 euros, una entrante (a elegir entre las croquetas, los camarones o el raw bar del día), un principal, que puede ser un roll o medio bogavante asado (esta opción, con suplemento de 4 euros), postre y una copa de vino, cerveza o agua. Además, toda la carta puede ahora pedirse también para llevar.

CÓCTELES Y REFRESCOS NATURALES PARA ACOMPAÑAR EL MENÚ

Lobsterie cuenta con una quincena de referencias de vinos tanto españoles como franceses (incluyendo champagne), además de vinos curiosos, diferentes y de producciones limitadas fuera de carta. Tanto para acompañar la comida como para alargar la sobremesa, es ideal también su carta de cócteles, elaborados con destilados premium y zumos y jarabes caseros. Aquí, se puede optar por clásicos como el Mojito, el Pisco Sour, el Margarita, el Negroni, el Old Fashioned o el Dry Martini, o por el cóctel de la casa: el Lovster, una versión propia y atrevida del Bloody Mary a base de bisque de bogavante.

 

Entre sus opciones no alcohólicas pueden encontrarse refrescos caseros, como té helado o limonada, preparada al momento con zumo de lima y agua con gas.

ESTÉTICA AFRANCESADA

Estéticamente el local ofrece una atmósfera cercana al bistró francés, con luces bajas, tonos blancos y finas columnas con capiteles, aunque impera la informalidad propia del típico bar abarrotado de Madrid a través de una gran barra y mesas altas. Destacan una escultura metálica del rey de los crustáceos en el techo y la acertada selección musical que anima a quedarse pese a la ausencia de respaldo en sus taburetes.

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