Texto: Efa Rimoldi
Los hábitos del hombre forjan su propia fortuna” (Publio Sirio)
Luces y sombras de la Navidad
Celebrar en comunidad nos otorga un sentido de pertenencia, algo crucial para la realización humana. Tomemos por ejemplo la Navidad, un evento de alto impacto en nuestro cerebro. Es una época del año como ninguna otra; se intercambian regalos, hay reencuentros con familiares, disfrutamos de deliciosos platos navideños y apetitosos dulces. Navidad puede ser un momento de tensión y un tiempo de alegría. Navidad nos puede gustar o podemos odiarla… pero todos sabemos y especialmente nuestro cerebro que es una época difícil de evadir. En cada familia o grupo existe una celebración especial que nos genera expectativas de luces y sombras.
En el artículo del “Journal of Endocrinology”, “Navidad ¿Un acontecimiento dirigido por nuestras hormonas?, Mike Ludwig, investigador de la Universidad de Edimburgo, afirma que el ritual anual tiene un sustrato neuroendocrino que se pone en marcha cada 12 meses aproximadamente y está precedido por “una intensa actividad locomotora anticipatoria”. Y, como todos los ciclos de nuestro organismo, éste también parece estar regido por una serie de cambios neuronales y hormonales cuyos efectos sobre nuestro comportamiento se manifiestan durante la preparación de estas fiestas y la celebración del evento.
Celebrar mejora nuestra capacidad de lograr nuestros objetivos. Shawn Achor, psicólogo de Harvard, realizó más de 1.000 entrevistas a alumnos universitarios y llegó a la conclusión de que la felicidad no es consecuencia del éxito sino que son las personas felices las que consiguen el éxito. A menudo nos concentramos en perseguir logros profesionales o un mejor rendimiento en el trabajo y creemos que con ello nos sentiremos más satisfechos y felices. Pero estamos invirtiendo los valores. Es mejor fijarse en uno mismo, en cómo gestionamos nuestras emociones, para aprender a sentirnos más felices. Gracias a esta felicidad, la consecución del éxito en todas las parcelas de nuestra vida será mucho más fácil.
El espíritu festivo
En el libro “La felicidad como ventaja”, Achor invita a ver la felicidad como la alegría que sentimos al esforzarnos por aprovechar todo nuestro potencial. El espíritu festivo, es decir, la alegría que rodea cualquier celebración puede influir en algunos de los productos químicos en el cerebro que afectan a los niveles de felicidad, como la dopamina y la serotonina: la dopamina está involucrada en el comportamiento de recompensa y búsqueda de placer y la serotonina incrementa nuestros sentimientos de valor y pertenencia.
Investigadores en la Universidad de Copenhague realizaron un estudio para tratar de encontrar el «centro» del espíritu de Navidad en el cerebro humano y demostraron cómo se activaba la corteza motora sensorial, el promotor y corteza de motor primaria y el lóbulo parietal, áreas del cerebro que se han asociado con la espiritualidad, las sensaciones corporales y el reconocimiento de emociones faciales. Mientras que estos resultados deben interpretarse con cierta cautela, es interesante tener en cuenta los efectos físicos que una sensación festiva puede ejercer en el cerebro.
¿Realmente necesitamos una fecha, una persona, una situación? La abrumadora respuesta de científicos, religiosos y médicas es no. Celebrar día a día la vida desarrolla una «actitud de gratitud» que literalmente puede transformar nuestra perspectiva y nuestra capacidad de disfrutar más profundamente de lo que ya tenemos. De hecho, el Dr. Robert A. Emmons, profesor de Psicología en la Universidad de California (Davis) llevó a cabo varios experimentos para medir cómo la gratitud repercute en el bienestar humano.
El grupo de mayor “gratitud” reportó mejores niveles de alerta, entusiasmo, determinación, optimismo y energía. Mejor aún: experimentaron menos depresión y estrés, eran más propensos a ayudar a los demás, y más dispuestos a la consecución de objetivos personales.
En la investigación de Emmons también se muestra que aquellos que celebran la vida practicando una actitud de gratitud tienden a ser más creativos, se recuperan más rápidamente de la adversidad, tienen un sistema inmune más fuerte y mejores relaciones sociales.
El presente es un regalo
Me gustaría concluir con una reflexión sobre la importancia de abrirnos a celebrar y a reírnos más de nosotros mismos. Como decía John Lennon, “la vida es lo que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”. No podemos respirar ayer ni respirar dentro de 10 minutos, solo podemos respirar en el momento presente; ¿será por eso que el presente es un regalo? Podemos entrenar a nuestro cerebro, Si programamos a nuestras neuronas para que sean más receptivas a la felicidad, tarde o temprano terminaremos sorteando la tristeza. Si, por el contrario, nuestro comportamiento enseña a nuestra materia gris a interpretar lo que nos ocurre de forma negativa, dará igual todo lo bueno que nos ocurra, puesto que no habrá manera de que podamos sacar provecho de ello.
La gastronomía es una parte muy importante de la celebración. La comida y la bebida influyen en nuestro estado de ánimo. Nuestros recuerdos de comidas familiares, especialmente, olores y sabores, tienen la “magia” de transportarnos instantáneamente a casi experimentar nuevamente momentos inolvidables.
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