Conde de San Cristóbal Reserva Especial 2018 presenta su nueva añada, un vino de parcela con una producción limitada de 12.976 botellas. Una referencia exclusiva, de gran personalidad, equilibrada y elaborada a partir de Tinta Fina procedente de las mejores parcelas que mantienen la esencia de la tierra con Denominación de Origen Ribera del Duero.
El experto enólogo Jorge Peique –vinculado al grupo vinícola Bodegas y Viñedos Marqués de Vargas desde hace dos décadas–, y Xavier Ausás, asesor vitienológico han trabajado en su elaboración, obteniendo un tinto con aroma profundo, complejo, sabroso y potente en boca, tras una crianza de 18 meses en barricas de roble francés.
Un vino equilibrado y fino elaborado a 900 metros de altitud
La Bodega Conde de San Cristóbal se encuentra situada en la denominada ‘Milla de Oro’ de la Ribera del Duero, en el histórico Pago de Valdestremero, en las inmediaciones de Peñafiel, donde ya se elaboraban vinos para la corte del rey Felipe II cuando ésta estaba situada en Valladolid.
En concreto, la Tinta Fina empleada en Conde de San Cristóbal Reserva Especial 2018 procede de ‘Las Callejas’, una de las parcelas más especiales que rodean la Bodega, situada en lo alto del páramo, a unos 900 metros de altitud.
Conde de San Cristóbal Reserva Especial 2018 ha seguido un proceso minucioso y cuidado como cada uno de los vinos de la Bodega. Desde su vendimia, realizada de forma manual en un ejercicio de respeto con la cepa y el fruto; el traslado de la uva hasta la mesa de selección; la fermentación realizada a temperatura controlada hasta su embotellado y etiquetado manual.
Un vino único reconocido por Tim Atkin, crítico y Master of Wine, que en su informe anual ‘Ribera del Duero Report 2020/2021’, ha concedido al tinto una puntuación de 95 puntos.
Añada 2018: una cosecha de calidad
La cosecha 2018 se caracterizó por un año con precipitaciones durante el otoño, y un invierno y verano con temperaturas medias inferiores que en la añada anterior. Como consecuencia, se retrasó la brotación, favoreciendo la recuperación de las cepas afectadas por las severas heladas del 2017.
La maduración fue escalonada, poniendo en valor el trabajo manual de viticultura durante el verano. La poda en verde, el deshojado y desnietado y la supresión de racimos fueron clave para obtener una cosecha de calidad.
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